Cuarenta y Cuatro

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Damian

Se me hacía casi imposible estar aquí esperándola, quería verla con los ojos abiertos, sonriéndome, gritándome, lo que fuera, pero quería verla moverse, que diera señales de que estaba bien, pero hasta ahora no había visto nada. Sin duda, está espera se estaba haciendo eterna.

No podía creer lo estúpido que había sido como para arriesgar así su vida, ella no debería haber muerto, ella no debería haber sido convertida. Eso le va a malograr su vida, la va a convertir en un monstruo como yo, lo único que yo quiero es que ella sea feliz y siendo vampiro no lo es.

Bufar molesto no servía de nada, parecía tonto todo lo había sufrido para que al final, nada hubiera salido de acuerdo a lo planeado.

-Ella no me importa-, pasó por mi cabeza. Se me hizo bastante difícil decir aquello porque en realidad mis sentimientos hacia ella eran todo lo contrario.

Sabía que al decir aquello, me sumergía en un mundo desconocido, en algo que sabía que no terminaría mal, pero era mi decisión. De alguna y otra forma, tenía que salvarla porque sino, sería su fin y lo último que quería yo es que sufriera.

Me sacrifiqué para que ella pueda ser feliz y no sufra, pero debo admitir que me causó bastante remordimiento. Si no hubiera sido por Fabian que me obligó a cerrar los ojos, Alysa se hubiera enterado de inmediato que todo era una completa farsa.

No podía seguir resistiendo si seguía escuchando sus sollozos. Me causaba molestia saber que yo era el causante, quería hacer que parara, hacerla sentir amada y que nunca me iría de su lado, pero eso era imposible ahora.

Aunque estuviera muerto, la seguía visitando todos los días. Me gustaba verla sentada en la cama viendo hacia la ventana con la mirada perdida, como si algo la tuviera perdida en su mundo: sabía exactamente lo que era.

-Damian. ¡Damian!-, me sacan del trance en el que me encontraba. Últimamente me quedaba pasmado pensando en cosas y en una persona.

-Qué-, hablo sereno. Si no fuera por la gravedad del asunto, hace rato ya lo hubiera mandado a encerrar y hacerle saber que no me podía gritar.

-Es Aly-.

-¡¿Qué pasa con ella?!-

-Está despertando-, una sonrisa aparece al instante en mi rostro. Había funcionado, al fin estaríamos juntos otra vez y nada nos detendría, al fin seriamos felices.

Me paré de inmediato y empujé a los que estaban ahí para poder verla. Abría y cerraba los ojos mientras que se acostumbraba a la luz natural del cuarto.

No decía nada, solo me miraba intensamente, sabía que trataba de decirme algo y por aquella mirada, podía deducir que no era nada bueno.

-Diles a todos que se vayan-, escuché como susurro en mi cabeza.

-Largo-, solté de improvisto. Todos asintieron dudosos y nos dejaron a solas.

Nos quedamos en silencio, pero aunque ninguno de los dijese algo, existía tensión en el ambiente. Había una guerra de miradas a punto de acuchillarse.

-Damian-, dice por fin.

-Dime-, me acerco a ella y me siento a un lado-. ¿Qué pasa?-, me intrigaba su repentina seriedad.

-Eres una mierda-, escuché que susurró.

-¿Qué?-

-¡Eres una mierda! ¡Me trataste como a un juguete sin importarte mis sentimientos! ¡No sabes todo lo que sufrido desde que pensé que habías muerto! ¡Eres un maldito egoísta! ¡Te odio!-, lloró. Debi admitir que sus palabras fueron como atravesar mil cuchillas a la vez, sentía cómo cada una me desgarraba y me dejaba heridas profundas.

-Damian. ¡Damian!-, gritaron a mis espaldas.

-¡¿Qué?!-, grité ofuscado.

-Te quedaste dormido-, era Fabian. Fruncí el ceño y luego, una pequeña sonrisa apareció. Ella no me había dicho nada de eso, nunca había pasado-. Alysa está despertando-, asiento y me acerco, no obstante esta vez siento algo de temor.

Apenas Alysa abrió los ojos, mis tres hermanos se abalanzaron sobre ella para abrazarla.

-Aly-, hablé al percatarme de su intensa mirada sobre mí. Me sonrió y miró a los chicos.

-Creo que mejor nos vamos-, Calantha tomó a Evan y Fabian, y los jaló hacia fuera del cuarto.

-Alysa-, volví a decir. Me estaba cansando tanto melodrama.

-Damian-, me imitó.

-Estoy contento de que estés aquí-, susurré y me acerqué a ella para abrazarla.

-¿En dónde más iba a estar sino era a tu lado?-, me causó mucha ternura aquello que dijo. Sin duda, era la mujer perfecta como me la había imaginado toda mi vida. Me acerqué a su rostro y la besé. ¡Cuánto había extrañado esos labios!

-Perdóname-, todo esto había sido mi culpa, como siempre.

-Ya lo hice-, me sonrió y acarició mi cabello.

-No, perdóname-, fruncí el ceño-. Soy una mierda, te mentí sin pensar en tus sentimientos. Soy un maldito egoísta-, niego frustrado.

-No digas eso-, me abraza-. Todo lo que hiciste fue por una buena razón. No te atormentes por algo que sabes que es mentira-, me sonrió-, te quiero mucho-.

-Yo más-, sonreí y nos quedamos abrazados por un largo rato.

-Damian-, volvió a decir.

-Dime-, creo que sabía qué era lo que quería.

-Tengo que decirte una cosa-, baja su mirada y empieza a jugar con sus dedos: estaba más que nerviosa-. Tengo sed-. Solté una carcajada y negué divertido. Se me hacía bastante gracioso su forma tan tímida y tierna de decirme las cosas.

-No tienes de qué avergonzarte. Sé lo que estás pasando-. Vuelvo a reír-. No te preocupes-, la miré intensamente-. Párate para ir a cazar algún animal-.

Me miró horrorizada e hizo una mueca de asco. Sabía que se estaba parando en contra de su voluntad, solo estaba haciendo porque se moría de sed. Volví a reír ante aquella situación.

-¡No te rías!-, bufó. En verdad que todo esto era muy divertido. Amaba cuando ella se enojaba, la hacía mucho más tierna.

-Los animales no serán tu primera vez-, la tomé de las manos y me acerqué a ella-, ¿puedo ser yo?-, juraba que si decía que no, lo lamentaría.

-Sí-. Lo único que necesitaba para encender la llama.

Me senté en la cama e hice que se pusiera encima mío. Sabía que se moría de pena, era algo natural.

-Hazlo-, solté. Estábamos por apartarnos del mundo y entrar a uno, en el cual ella y yo solo éramos partícipes. Me gustaba la idea.

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