Seis

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Alysa

Desperté con dolor por todo el cuerpo. Con cuidado me paré para no chocar con nada pero se me hacía imposible moverme y no chocar con algo. Creo que el cuarto se había encogido porque todo estaba más pegado.

Parecía un robot por cómo caminaba. Me miré en el espejo y vi que estaba vendada y en algunas partes estaban un poco manchadas. Vi que mis heridas estaban un poco mejor, las más pequeñas ya estaban cicatrizando.

Ese hombre era capaz de todo y ayer lo había demostrado. Me daba hasta miedo pensar en él. Me veía en el espejo y mi cara de terror era sorprendente, nunca pensé que vería esta expresión.

-Veo que ya despertaste-, escuché que alguien susurró a mi espalda. Sentí sus manos acariciar mi cintura y con delicadeza y sutileza me dio la vuelta, quedando frente a frente.

-S..si-, dije tratando de mirarlo a los ojos, pero no podía, me daba mucho miedo. Si lo veía a los ojos sentía que estuviera viendo al infierno propio. Bueno, tal vez exageraba un poco, tal vez solo un poco.

-Bien. Báñate y cámbiate para que te pueda curar las heridas-, dijo-. Ponte la ropa que está en el baño. No se si te guste pero no me importa-, habló con pesar-. Sólo... Sólo apúrate-, expresó en tono frío e indiferente, y sin decir más, se fue.

Una vez que se fue rodé los ojos y lo imité en silencio con mi mano y boca. Sin embargo, fui a hacer lo que me dijo sin chistar. Prefería seguir sus órdenes a que se molestara otra vez conmigo y me volviese a atar, me dejase en la intemperie bajo la lluvia, como si fuera una planta que necesita agua para crecer.

Una vez bañada y cambiada, me dirigí a su cuarto y ahí estaba él. Toqué despacio y volteó, para luego, con la mirada, me indicara que pasara.

-Sácate el polo-, me dijo. Dudé un poco, pero lo hice y él se acercó a mí, me agarró de la cintura y despacio me quitó las vendas-. Ya están mejorando, en unos días desaparecerán.

-Si ahora me estás ayudando, ¿por qué entonces me torturaste?

-Porque puedo hacer lo que yo quiera-, me dijo con una sonrisa de superioridad-, ahora que ya estas curada, necesito que vengas-.

Asentí y me volví a poner el polo floreado. Sentí su mirada mientras me lo ponía pero la ignoré. Levanté la vista y me encontré con la suya, y por unos cuantos segundos, pero sólo por unos segundos, me sostuvo la mirada. La quitó y comenzó a caminar hacia la puerta para luego desaparecer, soplé frustrada e hice lo mismo.

Lo seguí y me sorprendió a dónde se estaba dirigiendo, estábamos yendo otra vez a esa puerta que estaba alejada de todas las demás. Dejó que yo entrara primero y cerró la puerta de un golpe. Me giré por el susto y vi como su rostro se transformó, se acercó a mí y me empujó contra la cama. Caí de espalda y con mucha agilidad me amarró, estaba inmovilizada, mis pies y manos estaban perfectamente amarradas. Se acercó a mí y de un sólo tirón arrancó mi polo, cerré los ojos y sentí el peso de su cuerpo sobre el mío.

-Por favor no me hagas nada-, dije con esperanza y mucho, mucho miedo, aunque era estúpido porque por algo me había amarrado. Me miró incrédulo y torció los ojos.

-Solo quédate quieta-, dijo cerca de mi oído y luego sentí su aliento en mi cuello. Me retorcí por aquella sensación y pude sentir sus colmillos tocar mi piel, el dolor al principio era inimaginable, sentía que me iba a morir pero poco a poco este fue disminuyendo para luego, increíblemente, convertirse en placer.

-Uhm-. Jadeé. Pude sentir que se formó una sonrisa en su rostro y esta vez succionó más fuerte. Me dolió pero se fue en un santiamén.

No se cómo explicar esta sensación, ni si quiera estaba pasando algo entre nosotros dos pero sabía que mi cuerpo estaba reaccionando a su boca. Me arqueé involuntariamente y con mis piernas hice que él estuviera en medio de estas.

-No pares-, dije pero por darme la contra, lo hizo, no pude evitar soltar otro jadeo al sentir su lengua sobre la herida que él mismo había provocado. Me mordí el labio y sonreí.

-No voy a seguir, solo era porque tenía sed, no para que tú también disfrutaras-, dijo y luego miró a un lado, dejó de moverse y sonrío. Se pegó más a mí y me dio varios besos en el cuello.

Por un camino de besos llegó hasta mi ombligo e hizo lo mismo. Con su dedo siguió la circunferencia de este y luego lo lamió. Me mordí la lengua al sentir sus besos sobre mi vientre.

Cerré los ojos al momento en que sentí que sus colmillos me traspasaban la piel. Traté de moverme porque dolía mucho. Mordía por varias partes y sentía que la sangre comenzaba a brotar.

Intenté gritar pero su mano lo impidió. Empecé a sollozar en silencio y le mordí la mano. Él la quitó de inmediato pero al parecer no le dolió porque río por lo bajo y se fue de ahí.

Estaba molesta con él por hacerme tanto daño y por hacerme sufrir. Le gustaba verme de esa forma; tan indefensa y con pensamientos algo locos, pero ¡qué hombre!

Si todos los castigos iban a ser parecidos al de hace un rato creo que de ahora en adelante voy a comportarme como una chica mala. Es hora que esta gatita saque sus garras.

Y como decía, pensamientos algo locos. Obviamente no lo iba a hacer; tengo dignidad. Pero era demasiado provocador. ¿Creía que era el mejor? Pues estaba muy equivocado, no era el mejor.

Para colmo, me había dejado sola y amarrada. Quería llorar de impotencia pero al mismo tiempo quería reír por lo que acaba de pasar.

Me estaba contagiando su locura, esto no estaba bien. Me iba a volver una demente al igual que él. ¡Oh no! ¡Oh no!

Soy Suya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora