54. Ataque

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Como era de esperarse, Anne Fave regresó a su oficina para despedirse y se hizo la ciega ante tanta flor colorida que embellecía el blanquecino despacho; le pidió a Lexy que les escribiera a algunos proveedores y editoriales y que se encargara de ingresar toda la documentación pendiente en el sistema, pues las puertas de Open Global estarían cerradas hasta el miércoles.

La jovencita se olvidó de las emociones que la embargaban en ese momento, dejó de lado el romanticismo que Joseph encendía en ella y también el melodrama que la conectaba con la celebración de final de año para centrarse en todos los pendientes que esperaban a ser ejecutados.

Antes de que el resto de los trabajadores abandonara sus oficinas y despachos, Lexy escribió y envió al menos siete correos electrónicos, donde se detallaban al pie de la letra los requerimientos de la exigente Anne Fave.

En cuestión de minutos organizó su escritorio y su entorno; continuó por revisar toda la documentación que debía ingresar, dividendo el trabajo tal cual la mujer le había enseñado antes. Quiso terminar rápido, pero sus compañeros de trabajo aparecieron por la puerta de su privada oficina, uno a uno, despidiéndose y deseándole unas lindas fiestas familiares, también interrumpiéndola.

Lexy tuvo que repartir abrazos y dedicar buenos deseos a la mayoría de sus compañeros, esos que fueron marchándose al mismo ritmo que el resto y dentro de las próximas horas, la muchacha se descubrió en completa soledad mientras terminaba el trabajo que tenía al pendiente.

El guardia de seguridad de turno que cuidaría la oficina esa semana llegó y, aunque no era su intención molestar a la última trabajadora del lugar, se acercó a su oficina para recordarle que las instalaciones ya estaban cerradas y completamente vacías.

—Solo debo apagar esto y me voy —siseó Lexy, mirando a su alrededor, verificando que todo estuviera en orden.

Sintió tristeza de dejar las flores en ese encierro por tantos días y, mientras la computadora con la que trabajaba se apagaba, ella se tomó un tiempo para abrir las persianas blancas que encerraban el lugar para que así las coloridas flores pudieran recibir luz solar en el día y luego fue a traer una botella de agua desde una de las máquinas dispensadoras.

—Yo les pondré agua el lunes, no se preocupe —interrumpió el guardia con amabilidad.

Se sintió más tranquila entonces.

—Gracias, no quiero que se marchiten —contestó Lexy y cogió su cartera para marchar—. Que tenga un lindo fin de semana.

—Las flores se marchitan, pero el amor se fortalece —siseó el guardia y Lexy volteó a mirarlo con curiosidad. Cuánta razón tenía—. Gracias, usted también disfrute de su fin de semana largo —continuó después y la joven asintió conforme para marchar por la puerta principal.

No bastó que caminara muchos pasos para que su teléfono móvil timbrara y se detuvo en una esquina para revisarlo. Descubrió entonces que acababa de recibir un correo electrónico y los nervios se apoderaron de ella. Lo abrió con el corazón en descontrol y, cuando quiso ingresar al archivo adjunto, no pudo y es que le pedía el código que anteriormente Joseph le había enviado junto con las flores.

Escarbó en su ropa con prisa y acomodó la tarjetita entre sus dedos para escribir el código rápidamente en su teléfono móvil y, cuando por fin logró ingresar, detalló perpleja y bastante confundida lo que sus ojos veían y leían.

Se tomó algunos segundos para comprender mejor la información y aprovechó de atravesar la calle cuando vio que el semáforo estaba a su favor.

Encontró a los transeúntes en total descontrol. La mayoría de ellos caminaba con prisa, con bolsas con compras en las manos y se encontró con algunas infinitas filas en los cajeros automáticos dispensadores de dinero.

Siempre míaWhere stories live. Discover now