EPÍLOGO.

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Meses después.

Lev Domakov

Isla Rodas.

El aeropuerto de Atenas me recibe mientras permanezco de pie junto con las maletas, camino hasta la salida y el calor que hace es tan abrumante que siento ganas de regresarme a Moscú.

Me quedo de pie en la salida, la señal telefónica es fatal y entre los turistas observo a la mujer que está de pie mirando hacia todos lados «En las nubes como siempre»

Lleva un vestido que parece que se lo quitó a su abuela y una chaqueta de jean «Con este calor» camino hasta ella con alegría y se le ilumina el rostro cuando me ve.

—¡Lev! —se lanza a mis brazos y yo hago lo mismo.

—¿Cómo estás? —me llena de preguntas— ¿Cómo está Soh?, ¿Sigue igual de loca y mandona?, ¿Cómo estuvo el viaje?

—Soh está bien —le remuevo el cabello— te envió saludos y el viaje estuvo algo cansado.

La miro de arriba abajo, está bronceada, tiene el cabello más largo y hay algo nuevo en ella que no logro ver que es.

Tal vez sea que noto que el brillo de sus ojos regresó.

Abordamos el taxi que nos lleva hasta el vecindario donde vive, mi madre y yo recibimos un mensaje de ella hace un mes donde me pidió que viniera a verla porque me extrañaba mucho, claro está, según ella... soy gay, más no estúpido.

El taxi se detiene frente a una minúscula casa en una zona no muy a lo que suele estar acostumbrada. Bajo y se apresura a abrir la puerta, me deja pasar primero con la sonrisa que siempre la ha caracterizado, es un solo ambiente, sólo tiene una cama individual, una pequeña cocina, un refrigerador, hay cajas en el piso y no hay donde sentarse más que en la cama.

—¿Dónde se supone que voy a dormir? —pregunto viendo todo.

—Conmigo en la cama —se ríe— aunque no quiero metedera de mano.

Me burlo.

—Ya quisieras tú que te follara como golfa.

Se ríe caminando hasta la cocina y me voy a la ventana encendiendo el cigarro que me llevo a la boca.

—¿Quieres jugo? —ofrece— también tengo.... —abre el refri el cuál me deja ver que no tiene casi nada.

—El jugo está bien.

Me trae el vaso, Rose siempre ha sido buena en la cocina y queda demostrado porque hasta el jugo le queda bien.

—¿Quieres salir a dar un paseo? —repara todo como si le avergonzara— no quiero que te aburras.

—No gracias —le digo— hace demasiado calor.

—Si bueno... —se aclara la garganta— ¿Y que me cuentas?

Apago el cigarro.

—¿Piensas ocultar tu embarazo hasta que me vaya? —la enfrento y se le llenan los ojos de lágrimas de inmediato— ¿Cuantos meses tienes?

Se le forma un puchero en los labios y me acerco a ella quitándole la chaqueta la cual me deja ver la pancita que se asoma en el vestido.

La abrazo «Se que lo necesita» y la mantengo así durante los próximos minutos donde no hace más que llorar.

—¿Es de..?

—Es mía —me corta— soy todo lo que necesita.

—Rose...

PELIGROSA ADICCIÓN | Jeon Jungkook +21Where stories live. Discover now