XIII

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-¡Qué!- Ongsa susurró a sus amigos molesta por la insistencia de ellos. Estaban escondidos detrás de un arbusto esperando a que fuera valiente y tocara el timbre de la casa de su compañera.

-Toca el maldito timbre.- Tin habló con exasperación. Habían pasado treinta minutos para convencerla, y otros treinta para armar el plan adecuado. Bueno, adecuado para Ongsa, que seguía siendo tan cobarde como siempre.

-Ya voy.- Sacudió la mano para que dejaran de apresurarla.

Llenó el pecho de aire elevando los hombros, luego resopló audiblemente dejándolos caer. Más parecía que correría una maratón.

-Vamos, Ongsa.- Intentó tronar su cuello haciéndolo hacia los lados. Se arrepintió cuando este no hizo ningún ruido y comenzó a dolerle.- Au.- Se sobó.

Sacudió la cabeza para evitar distraerse. Error, sintió una punzada.

-Deja de ser débil y vé a hablar con ella.- Charoen la regañó con el seño fruncido.

A ese paso estaría en casa para la cena. Ongsa asintió repetidas veces mientras apretaba los puños. Lo haría, por fin.

Caminó a paso seguro para estar justo frente a la reja de entrada. Alzó su mano y estiró su dedo índice. Cuando estaba por tocar el botón, se arrepintió.

-No puedo.- Se dió la vuelta negando. Mientras caminaba, sus amigos la socorrieron y la tomaron de los hombros.

-Ongsa, ya lo hemos hablado. Solo tienes que ir ahí y escuchar lo que tenga para decir. Intenta explicar todo a detalle, estoy seguro que lo entenderá.- Tin le ofreció confort que realmente necesitaba en ese momento.

-Ongsa, no puede ser tan malo.- Su amiga le tomó del brazo con cuidado.

-Si no lo haces tú, seré yo quien toque ese timbre. Y te juro que no escaparas.- El pelinegro decidió que la amenaza sería la única posibilidad de que ambas chicas hablaran.

Bien sabía Ongsa, que era capaz de eso y mucho más. Así que se giró y se aproximó nuevamente a la estructura de hierro con pasos firmes.

No había porqué temer. Sun no podría ser tan peligrosa enojada, ¿o sí?

Un "click" se escuchó cuando finalmente presionó el pequeño botón blanco. Esperó pacientemente. Comenzó a mecerse hacia adelante y hacia atrás.

Pasaron dos minutos así que volvió a tocar. Tal vez no había nadie en casa. Mejor para ella.

-Bueno.- Se encogió de hombros y se dió la vuelta. No se resistiría si este era el plan que tenía el universo para ella.- Parece que no hay nadie.- Alzó la voz mientras se acercaba a sus amigos, con planes de ir a casa de una vez por todas.

Tin tragó fuertemente. Apuntó a la escena detrás de Ongsa. La pelinegra alzó una ceja y se giró para ver lo que señalaba su amigo.

Allí se encontraba, un pequeño cuerpo de un metro con cincuenta y seis. Con los brazos cruzados y una cara más seria que en la de un velorio.

Ongsa tragó saliva con pesadez. Su corazón comenzó a latir fuertemente. Ya no quería avanzar, no podía hacerlo. Sintió las piernas débiles. Realmente Sun daba miedo, y ni siquiera había dicho una palabra.

Al no ver reacción de su compañera de curso, la castaña se dió la vuelta dispuesta a entrar nuevamente a su hogar. No podía perderla, no ahora que ya había notado a la ridícula morena fuera de su casa.

-¡Sun!- Se obligó a gritar para llamar su atención. Había salido más difícil de lo que creen.

Comenzó a caminar más cerca. Ya era hora.

Milky Way // (Ongsa + Sun) (Milk + Love)Where stories live. Discover now