El silencio del lugar no estaba ayudando mucho a la morena a concentrarse. No sabía con certeza lo que le sucedía y mucho menos ayudaba el hecho de que había dejado su cálido hogar solo para ir a saludar a una persona a la que no le importaba en lo más mínimo su presencia.

Cada segundo que pasaba le era una fiel recordatorio de que no debería estar ahí, que debió haberse largado en el momento que se había dado cuenta que Lisa no se encontraba detrás del mostrador como la primera vez que se había aventurado a entrar hacía el interior del local.

La contraria no emitía ni un solo sonido, no hacía nada más que observarla, sin darle ninguna respuesta a Jennie y eso no estaba ayudando en nada. Solo hacía que se sintiera más ridícula.

— Lamento aparecerme así de repente, sé que estás ocupada. — Sus avellanas volvieron hacía la dirección de la contraria, encontrándose con su pálido rostro. — Te hubiera llamado pero no tengo tu número.

Listo, lo había puesto sobre la mesa. La verdadera razón por la que Jennie quería verla no era porque se sentía abrumada por su nueva vida en un nuevo lugar. Una parte de ella quería saber qué había hecho mal, cual había sido el detonante para que la ajena no le llamara, no le enviara ningún mensaje de texto.

Jennie había pensado que había hecho una nueva amiga y aquella noche en el balcón parecía haberselo confirmado, pero desde su rápida despedida parecía que la castaña no había hecho nada más que evitarla, tal vez solo quería borrar el molesto recuerdo de una pelinegra molestandole mientras hacía su trabajo, rogando para que se quedara y quitándole sus horas de sueño.

— No tienes que disculparte, ya dentro de poco acaba mi turno. — Su semblante seguía siendo serio. Una corriente de aire se escapó de sus fosas nasales. — Te iba a llamar hoy, pero pasaron unos imprevistos. 

Los rasgos de Lisa parecían más nítidos bajo la luz tenue de las lámparas, su cabello castaño cayendo en suaves ondas alrededor de su rostro. Había una elegancia natural en su postura, una confianza tranquila que Jennie encontraba realmente envidiable. 

Tal vez no había razón por la que preocuparse al final del día. Después de todo ¿Por qué se debería preocupar de todas maneras? A este punto no eran nada más que simples conocidas, aún no podía titularla como su amiga. 

Y aún así a ella se le había ocurrido la idea tan estúpida de ir a irrumpir en su trabajo como si fueran amigas de hace años. El ambiente tenso se palpaba en el aire, como si una fina capa de hielo cubriera cada palabra pronunciada.

Los ojos verdes de la fémina observaban a la mujer, esperando algún comentario o algún cambio de tema de su parte. Pero no, no pasó nada. La morena había desviado su mirada hacía el abismo de pasillos de diferentes secciones literarias que habitaban en los alrededores nuevamente.

— ¿Te mudaste sola? — Preguntó la castaña, su voz resonando suavemente en el tranquilo pasillo de la librería, mientras esperaba una respuesta que pudiera arrojar algo de luz sobre la situación.

Los iris de la morena volvieron a posarse en los contrarios nuevamente. Su rostro parecía abatido, tal vez por haber estado sirviendo café y archivando documentos para su padre mientras trabajaba todo el día.

Y aún así, a pesar de que su vestimenta no estuviera totalmente planchada como de costumbre o que su cabello no estuviese tan perfecto como siempre, aún así Lisa la encontraba perfecta.

El verla ahí, el saber que había viajado en taxi quizá o caminado 10 minutos solamente para ir a verla le confirmaba que todo lo que había hecho valía la pena.

Todo había valido la pena.

— Sí. — Una tímida sonrisa afloró en su rostro mientras sus dedos se clavaban en la tela de su pequeño bolso. — Supongo que ya estoy muy grande para vivir con ellos. 

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⏰ Last updated: May 21 ⏰

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