La misma persona

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La señora Torres se quedó tumbada en el piso por largo rato y empecé a preocuparme

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La señora Torres se quedó tumbada en el piso por largo rato y empecé a preocuparme.

Ella insistió que estaba bien, que le tomaría unos minutos recuperarse y levantarse.

Me pidió que le alcanzara sus analgésicos. Me imaginé que el dolor de la caída era grande e insistí un par de veces en llamar a Dereck o a alguna de sus hijas, pero no quería preocupar a nadie.

Un fuerte estruendo en el fondo de la casa nos sobresaltó a las dos.

Nos miramos con sobresalto unos largos segundos, sin entender muy bien qué había ocurrido. Se suponía que estábamos solas y... a esa hora de la mañana, "la muerte" nunca me visitaba.

Como no oímos nada que nos preocupara, continuamos conversando como si nada hubiese ocurrido.

Cuando terminé de apilar los platillos sucios en el fregadero, la señora Torres me pidió que ya no continuara trabajando. Mis brazos se cansarían por todo el esfuerzo que requería hacer tareas tan simples.

El problema era mi silla de ruedas.

—Tienes terapia en un par de horas, lo mejor es que descanses un poco... —Desde el piso me miró con angustia—. Yo haré lo mismo... —suspiró.

Me sentí peor. Ella nunca descansaba, ni siquiera cuando se sentía enferma.

Me acerqué con mi silla para ayudarla a salir del piso y caminó empujando mi silla, pero también sosteniéndose de ella.

Me guio hasta su dormitorio y con una sonrisa que sabía que era fingida, se acostó en su cama con los pies en alto. Se desparramó sin fuerzas para seguir.

—¿Puedes llegar a tu cuarto tu sola? —me preguntó desde la cama. Asentí valiente. Era un recorrido largo, pero sabía que podía lograrlo—. Recuerda cambiarte por ropa más cómoda. Michelle te dejó ropa deportiva...

—Sí, muchas gracias —le correspondí y le sonreí preocupada—. ¿Usted estará bien?

—Sí, hija, tranquila... un poco de descanso siempre viene bien... —Se cubrió con una de sus mantas tejidas y me quedé unos instantes allí, mirándola desde la puerta.

Por el ancho de mi silla, no pude entrar a su cuarto, ni siquiera para arroparla como ella hacía conmigo en las noches.

Cuando vi que se quedó dormida, de seguro por el efecto rápido de sus analgésicos, me marché.

Confiaba que descansaría hasta que Michelle llegara y pudiera cuidarla.

Empujé suave mi silla por los pisos de madera. No quería que la señora Torres se despertara por mi torpeza, así que cuidé bien de no chocar con ninguno de sus muebles.

En la sala tuve mayores problemas, pero me lo tomé con calma.

No quería llegar cansada a la terapia, con los músculos fatigados, así que moví las sillas con toda la calma del mundo, respirando profundo, como Dereck me había enseñado.

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