Oveja y sospechas

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Los secretos de Lucero me resultaban intrigantes

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Los secretos de Lucero me resultaban intrigantes.

Podía entrever que era mucho más de lo que aparentaba.

Lo supe cuando estuvimos en un coche, acompañadas por extraños y silenciosos hombres que no dejaban de mirarnos. Puedo decir que nos trataron bien, aunque eran un poco toscos, nos ofrecieron agua y cigarrillos.

—¿A dónde vamos? —le pregunté a Lu en la oreja.

No quería que nadie nos escuchara, pero eso causó problemas.

Nessun segreto —ordenó uno de ellos y nos miró aprensivo.

—¿Qué dijo? —Me paralicé.

Era italiano.

Lu me miró con dulzura y me dijo:

—No quieren que hablemos en secreto. —Asentí—. Tengo que cocinar para un... amigo —dijo y reparé como elegía cuidadosamente sus palabras—. Solo tengo que cocinar. No tardaré mucho.

Asentí.

Nunca había sentido el peligro de esa forma. Pronto entendí que mi percepción de las cosas era muy diferente a otras.

Así como mi percepción al dolor. Todo estaba alterado.

Lucero estaba muy impaciente, así que cogí su mano para tranquilizarla. Verdaderamente quise entender cuál era ese sentimientos que la agobiaba, pero me fue difícil leerlo.

Fue un viaje de quince minutos, tal vez, no estoy muy segura. Allí también me di cuenta de que tampoco era consciente del tiempo.

Había perdido muchas cosas encerrada en el remolque.

—¿En dónde estamos? —pregunté cuando el coche se detuvo frente a un imponente edificio.

Por primera vez, durante todo el viaje, los hombres que nos acompañaban hablaron entre ellos y se me paralizó el corazón al vislumbrar que todos eran italianos.

Todos.

—Ya llegamos —dijo Lu y uno de los hombres se apresuró para abrirle la puerta.

Me ayudaron a bajar y me sentaron en mi silla.

Una mujer que fumaba nos recibió con mala cara.

—Te dije que no lo arruinaras —le reclamó a Lucero en cuanto nos unimos a ella y con un desprecio me miró—. ¿Y esta quién es?

Lu suspiró y respondió:

—Se llama Bonnie, es como mi hermana y ella no dirá nada sobre nuestro acuerdo.

Desde mi silla miré a Lu con dulzura y no pude callarme:

—Así es.

Para mí, Lu también era como mi hermana, aun cuando no sabía de que acuerdo estaban hablando, yo solo sabía seguir su juego.

Corazón italianoWhere stories live. Discover now