Capítulo 13

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Habían pasado unos días desde el incidente con Sora. Por la tarde, el grupo se reunió en la sala para intercambiar lo descubierto e idear un plan.

Mientras los demás comentaban sus hallazgos, Natalia trataba de concentrarse masajeando su sien. Las náuseas habían vuelto y su estómago se revolvía. Aun así procuró disimular su malestar para no preocupar a nadie.

Honey se percató de su incomodidad y le apretó el hombro en silencio, ofreciendo su apoyo. Natalia le dedicó una sonrisa forzada aunque agradecida.

—Debemos actuar rápido antes de que Xehanort y Linda complete su plan —decía Riku, consternado—. Sora podría correr gran peligro.

Natalia asintió con determinación, aunque su semblante empalidecía. De pronto, todas las voces se volvieron un zumbido confuso. Su visión se nubló alarmantemente.

—Amigos...yo...no me siento-

Fue lo único que alcanzó a murmurar antes de desfallecer en el suelo.

—¡Natalia! —gritó Honey asustada al verla desmayarse.

Rápidamente se hinchó a su lado para revisarla, tomándole el pulso. Los demás se acercan presurosos, sobretodo Wasabi que estaba pálido por la impresión.

—¿¡Qué le habrá sucedido!? —chilló Wasabi asustado.

—¡No lo sé! S-se desmayó de repente —trató de explicar la rubia.

Varias voces en pánico se oyeron por el jardín de la Posada. Rápido la dueña llegó apresurada.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó la anciana.

Todos exclamaban alarmados alrededor de Natalia, sin saber qué hacer. Honey se esforzaba por revisar sus signos vitales con manos temblorosas.

—Por favor, cálmense —pidió con serenidad, aunque su propio corazón latía apresurado—. Voy a llamar a una ambulancia, quédense aquí y vigilen a la chica.

La dueña se fue por su teléfono, dejando a los jóvenes. Riku vaciló confundido.

—¿Llamar a- qué?

—Ambulancia. Es un transporte para llevar a pacientes a los hospitales. —explicó Strelitzia—. Los hospitales son como un centro para la salud.

Wasabi tomó la mano de Natalia entre las suyas con temor. Su rostro lucía enfermo.

—Resiste por favor —le susurró al oído con angustia.

—Tranquilo Wasabi, la ayuda viene en camino —dijo Honey con dulzura, reconfortándolo.

Riku colocó una mano sobre su hombro. En silencio, le brindaba apoyo para no desmoronarse.

Los minutos se hicieron eternos hasta que llegó una extraña máquina amarilla con luces parpadeantes. Varios hombres bajaron una camilla.

Con sumo cuidado, depositaron a Natalia en ella. Wasabi no se despegó de su lado, tomando su mano frágil.

—Por favor, cuiden de ella —pidió con un nudo en la garganta.

Los paramédicos asintieron comprensivos. Arrancaron raudos hacia el misterioso hospital, llevándose a su preciada amiga. Sólo les quedaba esperar noticias.

—¿De-deberíamos seguirlos? —preguntó Wasabi nervioso.

La anciana se aproximó a los demás—. Yo puedo llevarlos, sé donde queda el hospital. ¿Quién quiere ir?

—Yo iré al hospital para saber sobre el estado de salud de Natalia —dijo Riku con firmeza—. Ustedes quédense aquí por si ocurre algo más.

—Yo voy contigo —aseguró Wasabi, su angustia reflejada en cada línea de su rostro—. No puedo quedarme sin saber cómo está.

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