Capítulo 5

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Habían pasado varios días desde que llegaron al castillo. A pesar del descanso, la preocupación por Sora no abandonaba a Natalia.

Esa noche, se reunieron las chicas en su habitación. Kairi acariciaba su llave espada con gesto triste, mientras Honey Lemon intentaba animarlas.

—Debemos tener fe, amigas —dijo dulcemente—. Sora es muy fuerte, estoy segura que está bien.

—Ojalá tuviéramos más pistas —murmuró GoGo con el ceño fruncido.

Natalia suspiró mirando por la ventana, abrazando el collar. La luna llena iluminaba las torres del castillo.

"Sora, donde quiera que estés, espero que sepas que no descansaré hasta encontrarte", pensó decidida. Nada ni nadie las detendría en su misión.

Natalia sintió un peso en los ojos, quedando dormida cerca de la ventana. Despertó sobresaltada en medio de la noche. La luz de la luna bañaba la habitación. Todas dormían excepto ella.

Natalia se frotó los ojos, aún somnolienta. Al levantarse notó que la ventana se hallaba abierta.

"¿Lo dejé así?", pensó extrañada. Se asomó al balcón, expectante. La luz de luna iluminaba los jardines del castillo.

Fue entonces que lo vio. Una silueta estaba de pie junto al Sauce Bailarín, casi invisibles entre las sombras. Parecía aguardar.

De pronto, la figura volteó como si la hubiese sentido. Los rayos lunares iluminaron un rostro conocido.

—¡Sora! —susurró Natalia impactada.

No podía creerlo. Sin dudarlo un segundo, trepó rápidamente el balcón y saltó ágilmente hacia el suelo. Corrió descalza hacia donde lo había visto.

Pero cuando llegó, ya no había nadie. Solo la brisa moviendo las ramas del sauce.

“¿Habré soñado? No, estaba segura que era él...”, pensó confundida.

Natalia comenzó a escuchar un zumbido dentro de su cabeza. Luego, voces que parecían venir de muy lejos.

—Eres mía ahora... —decía una voz masculina de forma siniestra.

—Nunca te saldrás con la tuya —respondió otra voz, pero femenina.

El dolor de cabeza aumentó. Natalia llevó sus manos al rostro, arrodillándose en el suelo. Las voces se volvieron más nítidas.

—¡Basta! ¡Déjenme en paz! —gritó alterada.

De pronto, todo acabó. El zumbido cesó y el dolor se detuvo. Natalia jadeaba agitada, sudando frío.

"¿Qué demonios fue eso...?" pensó alarmada. Se puso de pie temblorosa, mirando a todas partes.

El miedo invadió su ser a ver la oscuridad, retrocediendo lentamente. Salió corriendo hacia la entrada del palacio para dirigirse a su habitación. Pero no se esperaba que iba a chocar contra Wasabi.

Natalia frenó de golpe, sobresaltada.

—¡Wasabi! Me asustaste —dijo jadeando, aún con la adrenalina del susto.

Él la miró preocupado—. ¿Qué sucede? Te veo pálida.

Ella dudó, sin saber cómo explicar lo ocurrido—. Tuvo una pesadilla —mintió a medias. No quería quedar como una loca.

Wasabi frunció el ceño, adivinando que ocultaba algo. Pero asintió sin presionarla—. Ven, te acompañaré a tu cuarto.

Natalia suspiró, sintiéndose más tranquila a su lado. Caminaron despacio por los pasillos iluminados por antorchas.

Open Water BeyondWhere stories live. Discover now