Capítulo 8

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Natalia abrió los ojos confundida. Lo último que recordaba era haberse quedado dormida junto a sus amigas. Pero este lugar no se parecía en nada al castillo.

Se incorporó lentamente y se miró. Vestía un largo y glamuroso vestido de novia color negro, con un velo del mismo color cubriendo su rostro. Esto la puso más alerta.

Empezó a caminar por lo que parecía ser una antigua catedral, de amplias bóvedas y columnas enmohecidas. Un espeso manto de penumbra lo cubría todo.

—¡Chicas! ¡¿Hola?! —llamó en vano. Su voz hacía eco en la vacía estancia.

Fue entonces que al final del pasillo, alguien aguardaba en el altar.

Aunque su rostro estaba oculto bajo una capucha oscura, pudo vislumbrar un resplandor ambarino en sus ojos, que la observaban fijamente. Tenía las manos enguantadas y un aura oscura lo envolvía, aunque sus facciones permanecían ocultas.

Natalia comenzó a caminar hacia él, envuelta en un mar de confusas emociones. Algo en su interior le decía que debía huir, pero al mismo tiempo sentía una extraña atracción inexplicable hacia aquella misteriosa presencia.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, el encapuchado bajó la capucha lentamente, revelando el rostro de Vanitas. Sus ojos dorados parecían querer hipnotizarla, mientras esbozaba una siniestra sonrisa.

—¿Quién eres tú? —dijo Natalia con cautela—. ¿Qué significa este lugar?

La silueta soltó una ronca carcajada. Extendió una mano hacia ella, aguardando ser tomada. Su sonrisa se ensanchó.

—Soy quien te dará lo que tanto anhelas, querida...

Natalia dio un paso atrás con cautela, desconfiada ante aquel enigmático ser. Su mano extendida parecía una invitación, pero también una trampa.

—No te conozco... ¿qué quieres de mí? —preguntó con firmeza a pesar del temor. Sus ojos escrutaban cada movimiento de Vanitas, en guardia.

Él soltó otra ronca carcajada ante su recelo. Su mirada dorada destellaba ambición y oscuridad.

De pronto, otra silueta se hizo aparecer. Era una mujer alta de cabellos rosa rojizo.

—Querida, por fin llegaste —dijo la desconocida con una falsa melodiosa voz —. Es hora de realizar los votos —sacó dos copas junto a una botella con líquido color vino y los colocó en la mesa enfrente de ambos jóvenes.

La mujer alzó su copa con gesto solemne. Sus ojos carecían de calidez.

—Hoy celebramos la unión de esta joven pareja —dijo con voz dulzona—. Que su amor prevalezca aún en las penurias de la vida. ¿Está usted preparado para recibir a esta dama, sirviente de las tinieblas?

Vanitas esbozó una retorcida sonrisa. Tomó la copa que le ofrecían.

—Más que nunca, madre —contestó con falsa devoción—. Con esta unión, nuestros propósitos de oscuridad quedarán sellados.

Dirigió su horrible mirada hacia Natalia. Ella se estremeció, pero no demostró debilidad. Sus ojos reflejaban desafío y repulsión a pesar del miedo. Vanitas soltó otra carcajada.

—Linda niña, pronto entenderás que tu lugar está a mi lado. Serás mía en cuerpo y alma —su voz destilaba perversidad.

Alzó su copa hacia la mujer en espera de tomar ambos el misterioso contenido.

Un férreo miedo se apoderó del corazón de Natalia. Retrocedió instintivamente ante aquellas miradas que prometían solo perdición.

Dio media vuelta y echó a correr veloz por el pasillo, ignorando la incomodidad de sus zapatos de fina punta. Detrás, podía oír como Vanitas estallaba en desquiciadas carcajadas.

—¡Vuelve aquí mi amada! —gritó eufórico—. ¡Nuestra unión está escrita en las estrellas!

Los ecos de su risa maniática eran aún peor que sus palabras. Natalia no se atrevía a mirar atrás, presa del pánico. Siguió corriendo a pesar del dolor, internándose más en la penumbra.

De pronto, la luz de la Luna se filtró a través de enormes ventanales, mostrando una salida. Natalia incrementó la velocidad con renovadas energías. Casi la alcanzaba cuando...

—¡No escaparás de mí! —bramó Vanitas justo detrás.

Natalia reunió todas sus fuerzas e imprimió una última acelerada, escuchando los pesados pasos de Vanitas a escasos metros. De pronto todo se volvió borroso...

Cuando recuperó la lucidez, se encontró en medio del bosque. La luz de la luna llena iluminaba tenuemente entre las ramas. Jadeando, se llevó las manos al pecho, el corazón a punto de estallarle.

—Solo... fue una pesadilla —susurró para tranquilizarse.

Mas una tétrica carcajada a sus espaldas la hizo dar un respingo. Con horror, contempló la amenazadora figura de Vanitas emerger de entre las sombras, radiante de malignidad. Extendió su mano enguantada con negra intención.

—No puedes escapar de lo que eres, princesa. Pronto tu destino caerá bajo mi poder...

Natalia lanzó un grito y despertó agitada. Con alivio comprobó encontrarse en su habitación, rodeada de sus amigas somnolientas. Tan solo había sido una terrible pesadilla... ¿o no?
















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Gracias Strella_s por hacerme este dibujo, lo ame ❤️❤️

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