Capítulo 11: Amor a primera vista u odio a segunda

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Le agradase más o menos, sabía que en el fondo la joven no podía negar que formaban un buen equipo.

—Últimamente, chateáis mucho —sugirió Davide, con picardía.

—No chateamos. Solo intercambiamos correos electrónicos sobre el trabajo de la señora Joy —le rectificó revisando que el mensaje se hubiera mandado correctamente.

Davide se dejó caer de espaldas en el sofá de su habitación y aprovechó para estirar los brazos.

—Es lo mismo. Aunque sigue mirándote con esos ojos oscuros de tigresa cargados de rencor. —Su amigo trató de escenificarlo, pero nada más lejos de la realidad, hizo una mueca.

—Lo sé y me lo merezco.

Era más que comprensible que Gala lo odiara si no podía saber toda la información. La había besado en un impulso para ayudarla a mantener a raya a otro tío, le había asegurado que estaba soltero y luego lo había visto entrando a la universidad del brazo de Wendy. Lo mínimo que podía pensar de él, es que era un cerdo.

—También podrías contarle la verdad —Davide lanzó su sugerencia con total seriedad, aunque para su amigo, era una idea descabellada.

—Wendy ya la tiene en la mira. Prefiero que me crea un mentiroso a que una inocente tenga que aguantar sus tonterías en la universidad.

—Para eso ya estás tú —se burló Davide.

—Así es. —Kevin se encogió de hombros.

El tintineo de su teléfono lo puso en alerta; frente a Davide le habría gustado no parecer tan desesperado, pero lo cierto es que se lanzó a coger recoger su móvil. El problema fue, que Davide había pensado lo mismo, y llegó antes.

Con el brazo en lo alto, empezó a leer en voz alta, simulando la dulce voz de gala:

—Hay algunos detalles que deberíamos pulir... —hizo una pausa para opinar—: ¡Esta tía es implacable!

—Devuélveme el teléfono. Pareces un niño —lo riñó Kevin, pero no surtió efecto.

—He estado pensando en lo que me comentaste y aunque me fastidie, creo que tienes razón. Deberíamos empezar a trabajar en los speech. —De repente sus ojos se abrieron sorprendido y una sonrisa se curvó en sus labios—. ¿Cómo vas de disponibilidad esta semana? ¡No me hagas cambiar de opinión!

Davide le entregó su teléfono entre silbidos y burlas. Pero Kevin estaba demasiado sorprendido como para importarle el juego de su amigo. Así que volvió a leer el mensaje para asegurarse de que no se tratase de una invención suya.

 Así que volvió a leer el mensaje para asegurarse de que no se tratase de una invención suya

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«Es cierto»; todas y cada una de sus palabras eran ciertas.

Kevin no sabía qué decir. Aquel cambio tan repentino había conseguido que le diera un vuelco al corazón. Aunque, lo cierto, es que verla cada día le provocaba exactamente lo mismo.

Todas las veces que pudimos ser y no fuimosWhere stories live. Discover now