Capítulo 1: Solo nos tenemos el uno al otro

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Aeropuerto Internacional John F

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Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, diez años atrás.

La maleta le pesaba como la vida misma, y aún le quedaba recoger un par más; después de un largo y pesado vuelo de casi ocho horas en el que se había negado rotundamente a dormir, Gala necesitaba dar alguna que otra cabezadita. Había sido demasiado testaruda para dar su brazo a torcer; había pensado seriamente en leerse la novela que tan minuciosamente había escogido en uno de los quioscos del aeropuerto Josep Tarradellas, pero le había sido imposible.

No había habido ningún bebé llorón en el vuelo, tampoco ningún turista demasiado ruidoso que molestara a los otros. Simplemente, los nervios y la ansiedad se habían apoderado de su mente. Así que había terminado por juguetear con la consola a su disposición y había empezado hasta tres películas distintas; las cuales había abandonado a la mitad por falta de interés y de concentración.

Incluso había estado charlando brevemente con una mujer neoyorkina que se había encontrado en la cola para ir al baño.

Así que, ciertamente, había tenido mucho tiempo para pensar en ello. Y a pesar de que sabía que era muy afortunada de poder vivir aquella aventura, tenía miedo de equivocarse.

No podía prever como se sentiría tan lejos de su familia y de la comodidad del hogar. Lo cierto es que jamás había compartido casa con nadie ajeno y le daba pavor no encajar; aunque era demasiado orgullosa para reconocerlo.

Pero tenía claros sus objetivos: estudiar en la universidad Lowood y cursar su carrera soñada le daban la oportunidad de acceder a la beca Bosman.

Porque, aunque fueras de la otra punta del mundo, sabías que Bosman Corporate lideraba una de las agencias de publicidad más importantes del mundo.

Gala no fue consciente de que su vida en Barcelona había quedado atrás hasta que se vio a sí misma intentando bajar dos gigantes maletas de la cinta número once de facturados y se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás; además de quedarle claro que había sido una auténtica locura meter tantos kilos de ropa y enseres en ellas.

—Mierda —masculló en español. Aún necesitaba tiempo para cambiar el chip del idioma.

—¿Necesita ayuda? —se ofreció un señor al verla pelearse con la cinta transportadora.

Todas las veces que pudimos ser y no fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora