Capítulo 5: Los secretos cortan como un cuchillo

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Ni siquiera pensó en pedirle el número de teléfono

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Ni siquiera pensó en pedirle el número de teléfono. Luego de la interrupción, en la que habían participado dos espectadores más de los esperados, Kevin simplemente se había apartado de Gala y había suspirado pesadamente mientras veía como las mejillas de la joven se encendían por la vergüenza. Otras personas, curiosas, se habían arremolinado a pocos metros del baño al escuchar tanto alboroto.

Henry no había tardado mucho más en salir despavorido del lugar; no lo conocía personalmente, pero le sonaba de algún lado. Aunque había quedado claro, por la reacción que había tenido, que este sí que tenía muy presente quién era Kevin Geller.

 —Estoy flipando —expresó en voz alta la otra chica involucrada. Estaba blanca como la pared de azulejos del baño.

Gala la había llamado Sophie; no cabía duda de que la rubia era su amiga y que estaba alucinando tanto, o incluso más, que Davide.

—Será mejor que nos vayamos —balbuceó la morena que con tanta pasión le había besado segundos atrás.

Al pasar por su lado se detuvo un breve momento para mirarle directamente con sus ojos oscuros. Aquel instante le robó el aire a Kevin.

—Gracias.

Fue todo lo que dijo antes de coger a su amiga del brazo y de salir por patas.

—¡Dejad paso! —instó Davide al resto de los espectadores—. ¡Aquí no hay nada que ver!

Al volverse para encarar a su amigo nuevamente, lo hizo adoptado un posado de reproche.

—¿Cuánto llevas en Nueva York? —Davide se pasó las manos por el cabello castaño con desesperación; sus ojos grises parecían más oscuros—. ¿Diez horas?

Kevin miró de reojo el reloj que portaba en su muñeca izquierda.

—Casi doce.

—¿Y ya la has liado de esta manera, hermano? Wendy te va a matar —le susurró.

La simple mención de ese nombre hizo que el humor del joven empeorara.

—No le debo nada a Wendy —le espetó él, con desagrado.

Davide hizo una mueca y la peca que descansaba sobre la parte derecha de su labio superior desapareció por un segundo.

—Vuelve a repetírmelo cuando vuelvas con ella y esté ideando un maquiavélico plan para hundir a esa chica —dijo refiriéndose a Gala. Wendy podía ser... despiadada.

Kevin se tensó; no iba a permitir que ninguna de las dos cosas sucediera. Se había dejado llevar de tal manera, por culpa del magnetismo de Gala, que no había medido las posibles consecuencias de su pequeño truco.

—¿Podemos dejar el temita y volver a la barra a relajarnos? Ese era el plan, ¿no? —le recordó a su amigo. Aquella noche no le apetecía pensar en nada ni nadie. Aunque parecía ser demasiado tarde para lo segundo.

Todas las veces que pudimos ser y no fuimosWhere stories live. Discover now