Capítulo 4: Los chicos son como una cafetería

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Sophie y Gala se sentaron en la mesa más lejana a los altavoces del local

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Sophie y Gala se sentaron en la mesa más lejana a los altavoces del local. Tras el primer día de presentación, en su caso, del segundo año académico, donde se habían estipulado los puntos más importantes a tratar en cada una de las asignaturas, habían recogido el material que repartían cada año y se habían largado a su apartamento a prepararse para aquella noche.

Era casi como una tradición creada por el mismísimo alumnado; lejos de parecerse a una película americana donde los alumnos se reunían alrededor de una hoguera a hacer botellón, en la universidad Loowod y en concreto en los alumnos de su grado, se llevaba la fiesta de abertura con mucha más clase y elegancia, acudiendo a uno de los locales de moda de Manhattan: The Blue Vanguard. Nadie sabía quién había empezado aquella costumbre, pero cada año, los estudiantes de Marketing y publicidad internacional de la universidad Loowod se juntaban para festejar, beber y bailar.

—Cuando se llene va a ser una auténtica locura —comentó sorprendida Sophie. Aquella noche se había dejado aconsejar por Gala y se había recogido el cabello en un precioso moño.

La oscuridad del local y las luces parpadeantes ya estaban en marcha; la música sonaba por los altavoces con una lista de reproducción automática que, más tarde, iba a reemplazar un DJ con su propio ordenador y mesa de mezclas.

—Por eso te he metido prisa en llegar temprano —le contestó su amiga llevándose la birra de cerveza a los labios—. Por suerte, desde aquí, aún podemos mantener una alegre conversación.

—No tan alegre —hizo una mueca.

Gala dejó su brebaje frente a ella y se tensó al ver como la pantalla de su móvil se volvía a iluminar. Con desgana, lo giró contra la mesa y dejó la carcasa azul de lunares blancos a la vista.

Llevaba todo el día recibiendo mensajes insistentes de Harry; parecía no querer pillar el mensaje. Y aunque había tratado el asunto con delicadeza, hacía ya un par de horas que se había hartado de las medias tintas y le había mandado un último mensaje, dejándole claro que no sentía nada por él; que jamás lo sentiría.

—Respeto las parejas abiertas y el poliamor. Pero creo que no es algo a lo que tú estés abierta —comentó volviendo a retomar la conversación.

Sophie llevaba algo más de dos meses conociendo a un chico; le gustaba muchísimo y estaba claro que él quería dar un paso más. Y el problema no era que ella no estuviera dispuesta a ello, sino que el chaval le había comentado la posibilidad de mantener una relación abierta.

—Él ni siquiera ha tenido una —se alteró su amiga. Aquello no le había sentado nada bien—. Pero no deja de repetirme que su mejor amigo tiene una con su novia y qué les va de maravilla.

—¿Pues porque no se une él? —se burló Gala. Sophie escondió una sonrisa.

—Ningún hombre ni ninguna mujer debería pertenecer a nadie —exclamó imitándolo.

Todas las veces que pudimos ser y no fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora