Epílogo

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Tres meses después

Lo he planeado desde hace un mes. No sé si lo que voy hacer le guste, pero no soy romántico no sé ser como esos hombres que dan muchos detalles. Leo el periódico mientras desayuno en la cama. Aun Megan duerme. Eso de levantarse tarde no cambia en ella. Sonrio al ver como duerme. Es hermosa. Acaricio su cabello y beso su cabeza.

— Eres una floja — Susurro en su oído mimoso

Me suena el móvil. Sergey debe tenerme noticias. Me levanto de la cama y salgo al balcón para tomar la llamada.

— Hola, ¿Que me tienes?

— Ya está todo listo con lo del globo aerostático y también lo de las flores en el campo abierto.

Algo indeciso respondo

— Dime, ¿Crees que le guste lo que pienso hacer?

— Ay amigo, ¿Porque lo dudas?

— Nunca me he preocupado en detalles así. Se lo propuse a Irina después de una junta. No haciendo nada de esto.

— A Megan le va a encantar. Conociendo como es ella, quedará encantada.

— ¿A que hora esta todo listo?

—  A las tres de la tarde.

— Vale, allá estoy con Megan a las tres.

Termino la llamada y escucho la llave de agua abierta. Mi peliona se ha levantado. Sigiloso entro al baño y la sorprendo por la espalda dándole un abrazo.

— Buenos días nena

Termina de cepillarse los dientes y se gira dejándose besar esos labios que me han enloquecido desde la primera vez que los probé.

— ¡Buenos días! Te noto algo nervioso. ¿Estas bien?

— ¿Nervioso? No..., deben de ser ideas tuyas.

Asiente con la cabeza animada

— Vale, si tu lo dices

Sale del cuarto de baño y comienza a desvestirse. ¡Esta mujer me quiere matar!

— Megan, quiero hablar contigo y necesito que te pongas algo porque juro que terminare follandote

Me lanza esa mirada picara y se pasea por la habitación "buscando ropa"

— ¿Ah sí? Pues mira no me molesta. Me encantaría de hecho.

Aquí voy yo a endurecerme y maldición, no puedo controlarlo.

— Megan, necesito decirte algo

Avanza hacia mí y besando mis labios me calla.

— Me dices eso después, sabes, hace mucho que no tenemos un polvo matutino.

La miro y curvo la comisura

— Hace dos días Megan

Desata el nudo de mi sudadera y con esta mujer no se puede transar. Más bien, yo no quiero transar. La aupo y cargo en brazos; camino hasta la cama y tumbándola en ella suelta risitas

— Siempre te sales con la tuya

Dejo caer la sudadera y decido hacerla sufrir un poquito. Se suspendo sobre ella y la rozo con mi erección, su rostro lascivo a veces me asusta. ¿Que clase de adicta al sexo he creado? Agarro sus perfectos pechos y los chupo hasta endurecer sus pezones. Esos rosados y adictivos que de solo lamerlos aumentan el calor entre ambos. Jamás pensé que un simple capricho se convirtiera en esto que siento por ella. Aun recuerdo cuando la vi por primera vez. Tan altanera y grosera, de lo único que tenía ganas era de insultarla por ser tan ordinaria. Pero poco a poco su reto constante me retó a mí mismo. La quería en mi cama, no solo para bajarle los humos, si no para tocar y poseer ese cuerpo que cada vez que veía me excitaba. Era odioso tener que esconder las erecciones debajo del escritorio y mandarla a buscar un café con leche descremada. Llegué a odiarme a mi mismo, aun la muerte de Irina para mi era reciente, y sentía que traicionaba el amor que juré sentir por ella. Me dije a mi mismo que solo sería mía por una noche y luego seguiría con mi absurda vida con normalidad. Pero no, su cuerpo se quedó grabado en mi mente, lo que comenzó como puro placer y deseo, hoy se ha convertido en mi nueva razón de vida. Le sonrio y agarro sus piernas llevándolas hasta mis hombros. La penetro de un empellón yendo hasta el fondo. Su rostro, sus gestos de placer y sus dulces gemidos me envuelven en una estela de placer que con nadie he sentido. Ella es única, no se lo digo a menudo porque desde siempre se me ha hecho difícil mostrar más allá de lo que se ve a simple vista, pero Megan se ha convertido en algo muy importante en mi vida. No me imagino mi vida sin ella a su lado. Entro y salgo de su estrechez deseando que sus gemidos crezcan. Deslizo mis manos por su abdomen, luego por sus hombros y veo su esbelto y delicado cuello. Lo toco y siento la intensa necesidad de oprimirlo, de robarle el aire. Peleo contra mis demonios y me abstengo casi agonizando de asfixiarla. La perforo en vaivén hasta correrme en su calidez. Entre risas me hace desplomarme sobre ella

Tuya Cuando Quieras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora