Capítulo 14.

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CELOS Y DECEPCIÓN

Vicenta

—Actualízame —espeta él, llevando un trozo de piña a su boca. Me pregunto si una persona sería capaz de morirse si le ponen pequeños alfileres a la fruta—. Te estoy hablando, Vicenta.

—Yo... Lo siento. —Agito mi cabeza para alejar esos pensamientos—. Peiné la zona tal como lo sugeriste y me temo que hay malas noticias.

—Dímelas.

—Los cruceros se han marchado de Cozumel —comparto el dato que me descolocó hace una hora—. Pregunté a los cuidadores de la bahía, pero dijeron que no saben a dónde se fueron.

—Ve háblale a Villaseñor y Kozcuoğlu. —Ni siquiera pregunto para qué, simplemente salgo de la cocina para pedirle a los capitanes que vengan a la cocina—. ¿Colocaste los rastreadores?

—Sí, coronel —responde Kaan, ambas manos tras su espalda.

—¿Verificaste que la señal esté activa? —le pregunta a Jesús, a lo que mi amigo asiente.

—De hecho, ya enlacé la señal a su móvil, coronel.

Esteban saca su celular militar donde abre una aplicación que muestra dos puntos rojos moverse en dirección a una isla vecina.

—Van para Tulum —dice él, comiendo más fruta y poniéndose de pie para ir al jardín—. ¡Saquen sus culos de la alberca que nos vamos!

Todos hacen caso ante las palabras autoritarias del coronel. En tanto, me pide que vaya a buscar a Bestia, algo que hago, pero desgraciadamente no lo encuentro solo, sino con mi cuñada de rodillas frente a él y con su miembro en la boca. La punzada de decepción que experimento al verlo así me aplasta el pecho de una forma que incluso duele, tal como si me hubiesen soltado un puñetazo. Carraspeo para llamar la atención de ambos, Cindy pretende alejarse, pero el coronel le atrapa la cabeza con ambas manos para seguir bombeando en su garganta mientras sus fríos y crueles ojos negros me observan como si fuese una escoria.

—¿Qué vergas quieres? —El tono que usa conmigo me descoloca, porque me acostumbré a su dulzura, a su amabilidad. Ahorita parece alguien desconocido, alguien que me odia con ganas.

—Los cruceros se han marchado de Cozumel —explico, sintiendo el fondo de mis ojos arder cuando él no detiene lo que hace, en cambio, acelera más y, mirándome, eyacula en la boca de la rubia—. Empaquen sus cosas que nos vamos.

—¿A dónde?

—Tulum.

Mi respuesta parece sorprenderle demasiado pues, de pronto, su piel se pone un tanto pálida, pero logra recuperarse con rapidez. Mi cuñada se levanta del suelo, se limpia las gotas de semen que terminaron en su comisura y sale toda sonriente de la habitación. Aprieto las manos en puños y, antes de procesarlo, me encuentro abriendo mi bocota.

—Creí que no eran follamigos.

—El cuerpo es débil, y no pretendía perderme de una buena mamada matutina. —Bestia se encoje de hombros mientras se guarda el miembro.

—Entiendo —logro decir, tragándome el nudo que siento en mi garganta ya que no le daré el gusto de verme afectada—. Bueno, entonces te miro abajo.

Esperar por una contestación sería masoquista de mi parte, por ello, simplemente me doy la media vuelta para alejarme de esta habitación sintiendo que me rompo en pedacitos porque hace apenas unas horas compartimos un beso y ahora él está haciendo ese tipo de cosas descaradas. Ingreso a la habitación donde dormí para empacar mis cosas y, al cabo de cinco minutos, ya todos estamos fuera de la mansión abordando los taxis que pidió Esteban para así pasar apercibidos. Estos nos llevan a la bahía donde ya nos espera un yate en el cual nos haremos pasar por turistas adinerados.

Tempestad 1 (Libro 2)Where stories live. Discover now