Capítulo 12.

7.7K 594 68
                                    

MONTAÑA DE MENTIRAS

Vicenta

Regreso a la mansión de los Morgado dos horas después de medianoche junto a un amargado Esteban que no deja de reclamarme por haber roto una regla que me pusieron al dejarme en libertad condicional.

—Siempre haces todo mal —vuelve a decir, potenciando el dolor de cabeza que tengo—. Te dije muy claro que no usaras armas y ahí vas como la rebelde que eres, usando una pistola que ni era tuya para asesinar a los Cascabeles.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que, si no hubiese sido por Perún, estaría muerta?

—¡Deja de referirte a esa arma como si fuese un maldito perro! —truena, soltándome una cachetada que me rompe el labio.

—Solo me defendí.

Otra cachetada, esta vez más dura que la anterior. Mis ojos comienzan a arder y él está por decirme algo, pero entonces miro que los demás autos donde vienen mis amigos y Bestia entran por los enormes portones para estacionarse de forma estratégica alrededor de la fuente así que ingreso corriendo al interior de la mansión porque no voy a permitir que me vean así.

Con rapidez subo las escaleras para llegar a la habitación que me designaron y, justo cuando voy a cerrar la puerta, Esteban atraviesa el pie para luego meterse con furia a la par que cierra la madera y le echa pestillo. Mi corazón comienza a rugir dentro de mi pecho al ver cómo se quita el cinturón del pantalón lanzando el primer golpe que esquivo pues huyo hacia el baño para refugiarme. No obstante, él es muy rápido por lo que termina empujándome fuerte haciéndome caer al piso donde me suelta veinte cintarazos en mi espalda y glúteos. Sollozos escapan de mi boca, más él se inclina para cubrírmela con su mano, tapando incluso mis fosas nasales lo cual me hace sentir como un pez fuera del agua. Su mano sustituye el cuero del cinto por lo que ahora el tronar de su palma contra mi carne se escucha más fuerte de modo que el ardor en mis glúteos se potencia.

—No tienes idea las ganas que tengo de matarte, maldita inservible —musita contra mi oreja en un tono tan macabro que me quedo helada, porque nunca me había dicho eso y menos con ese tono—. Solo das problemas y me haces enojar, nena. Estoy cansándome de esta rutina tóxica, y si no pretendes hacerme caso, prefiero arrancarte la vida de una buena vez. —No le respondo. Me quedo inmóvil sintiendo como mis lágrimas caen al piso al percibir otro golpe—. Una cosa, Vicenta, nada más tenías que hacerme caso en una puta cosa, pero no lo hiciste. Permitiste que otro hombre te engatusara y trajiste de regreso a la asesina que eres.

—Hice mi trabajo —le respondo con la voz ahogada, intentando empujar el miedo para levantarme y defenderme, pero este se ha enroscado en cada fibra de mi cuerpo que no puedo ni patalear cuando me lleva a la cama donde me avienta.

—Eres una decepción, Vicenta. —Sus palabras rebotan en mí, haciéndome sentir pequeña, insignificante, porque esas mismas palabras me decían mi papá y mi hermana mayor—. Eres una completa vergüenza para la milicia y para mi familia. —Con sus dedos me aprieta la mandíbula mientras que usa su otra mano para romperme el vestido y los calzones. Separa mis piernas con su rodilla, mirando con perversión lo que tanto adora lastimar—. Al principio creí que se debía a lo joven que eras, pero ya confirmé que ni por ser adulta logras actuar de forma madura. Solo eres una asquerosa bruta rebelde que estorba.

—Cállate...

—¡¿Callarme?! —me suelta una bofetada y después aprieta mi mandíbula con sus toscos dedos—. ¡Eres una jodida estúpida miserable que nada más está decepcionándome!

—Tú también eres una decepción —espeto con el temblor en la voz, el fondo de mis ojos ardiendo como el infierno—. Creí que serías bueno y ejemplar, creí que me amarías y tratarías bonito, pero no eres más que basura humana que a cada rato necesita estarme violando porque, de otro modo, no estás en paz.

Tempestad 1 (Libro 2)Where stories live. Discover now