25. Primeros sentimientos

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—¿Y la ropa interior? —investigó Daniela, mirando todo lo que la joven había seleccionado antes.

—No uso —respondió ella, con las mejillas sonrosadas—. Me molesta... me pica, me aprieta...

—Entonces estás siempre preparada para la acción —jugueteó Daniela y le guiñó un ojo.

Lexy se sonrojó y se contuvo de seguir agregando más frases ridículas a su verdad, por lo que prefirió revisar un par de veces todo aquello que creyó que necesitaría. Cuando entendió que ya no podía meter más cosas en el interior de su maleta cerró la cremallera, y la observó en silencio mientras pensaba con qué ropa debía viajar.

—Usa algo cómodo para el viaje, no puedes llevar algo ajustado... tantas horas sentada y en la misma posición, llegarás como embutido —fastidió la mujer y Lexy sonrió conforme.

Eligió la ropa que ella creyó perfecta y, tras tomar una refrescante ducha, se cambió con prisa, escondida en la humedad de su cuarto de baño, timorata de que Daniela la viera desnuda. Tenía tantas inseguridades sobre el resto de las mujeres que rondaba a Joseph que prefirió opacarse tras la puerta.

Se secó el cabello como siempre hacía y se espantó cuando se vio en el reflejo del espejo. Tenía el cabello con tanto volumen que se comparó con un hongo, y se lamentó en voz alta de su desgracia.

¡No podía dejar que Joseph la viera así!

Era lo más feo que había visto en su vida y si le sumaba las ojeras que llevaba bajo los ojos, se le hacía imposible compararse con un zombi.

—Lexy —escuchó y la voz de Daniela fue acompañada por un par de golpecitos que la despertaron de su desgracia.

—¡¿Sí?! —gritó nerviosa y se alisó el cabello aún húmedo con las manos.

—Joseph ha llamado, ya viene en camino. Quiere saber si estás lista.

—¡Casi! —contestó y la tripa se le revolvió completa.

Fueron los nervios que sentía los que la llevaron a cometer sandeces y mientras luchaba para bajarse el volumen del cabello, terminó con la cabeza bajo el chorro de agua fría, donde buscó ordenar cada hebra con precisión. La sudadera de manga larga que había elegido para ese viaje se vio empapada por entero y se vio forzada a elegir otra.

Corrió por la habitación, todo bajo los curiosos ojos de Daniela, quien parecía sorprendida por el ataque de nervios que la carcomía y solo fue espectadora de tan divertido espectáculo.

Se olvidó entonces de la presencia de la asistente personal del hombre que la ponía a suspirar; se quitó la sudadera mojada bajo sus curiosos ojos y corrió de esquina a esquina por su habitación, buscando otra prenda que le hiciera ver "bonita".

—Ojalá tuviera tetas así de firmes —interrumpió Daniela y Lexy chilló en respuesta. No tardó en cubrirse los senos con las manos. Estaba muy abochornada—. ¡Ay, que dramática! Somos mujeres, yo también tengo lo mismo que tú —reclamó la mujer y siguió frotándose las manos con un aromático ungüento que usaba para mantener la piel firme y suave—. Mis amigas se ponían hasta aceite de coco en las tetas y yo jamás les hice caso, ahora llevó los pezones por el ombligo y me quedan otros dos años de ahorros para someterme a cirugía —explicó casi con ironía y Lexy entreabrió los labios para contestar, pero el teléfono móvil de la mujer timbró e interrumpió su femenina y extraña charla—. Mira, es tu príncipe azul —burló y Lexy se sonrojó por entero para luego negar en reiteradas ocasiones.

—Solo es mi jefe...

—Si él es tu jefe, yo soy tu hada madrina —siguió y Lexy apretó los ojos con frustración—. ¿Ya? —habló por la línea y asintió ante las explicaciones del hombre—. Bajamos en cinco, la princesa aún no está lista.

Siempre míaWhere stories live. Discover now