La Última Táctica de Goku

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Mientras los Saiyajines enfrentaban la furia desenfrenada de Bills, siendo sometidos a un castigo brutal por el Dios de la Destrucción, Goku yacía en uno de los planetas rocosos desolados del sistema solar, escenario de su colosal batalla. Impactado con fuerza descomunal, el héroe se encontraba en el fondo de un cráter, testimonio del brutal enfrentamiento.

Con dificultad extrema, evidenciando la gravedad de su estado, Goku concentró lo que quedaba de su energía en sus poderes curativos. Era un esfuerzo titánico, casi desesperado, por regenerar su mano izquierda, arrancada por un movimiento certero de Bills. La carne, los huesos, los tejidos... todo comenzó a recomponerse bajo el brillo tenue de su aura, que luchaba por mantenerse viva. Los huesos rotos de su costilla y tórax, testimonio del golpe devastador recibido, lentamente encontraron su forma original, sellando las heridas que amenazaban su vida.

Este proceso, aunque milagroso, le dejó exhausto. Goku, aún recostado en el cráter, respiraba con dificultad. Aunque sus heridas mortales habían sanado, su cuerpo no había recuperado completamente su vigor. El esfuerzo de curación había drenado casi por completo sus reservas de energía, dejándolo vulnerable y en un estado de debilidad que apenas le permitía moverse. 

Goku todavía yacía en el suelo, con la mirada perdida en aquel cielo estrellado que parecía no tener fin. A pesar de haber recuperado parte de sus heridas, su cuerpo aún resentía el brutal golpe de Bills. Una sensación de impotencia lo invadía, sabiendo que sus amigos estaban en peligro y que su poder en ese momento no era suficiente para detener al destructor.

En lo más profundo de su ser, Goku se cuestionaba si todo su esfuerzo por alcanzar nuevos niveles de poder había sido en vano. ¿Acaso era ese el límite de su fuerza? ¿Había llegado el momento en que sus habilidades ya no podían igualar a las de los dioses? La humillación lo embargaba, al ver cómo sus amigos luchaban valientemente mientras él permanecía postrado en aquel planeta desolado.

Mientras la batalla alcanzaba su punto crítico, Gohan, Vegeta y Trunks del futuro luchaban con todas sus fuerzas para resistir los embates de Bills. Cada golpe recibido les recordaba la brutalidad y el poder imponente del Dios de la Destrucción. Sin embargo, a pesar del agotamiento y el dolor, se mantenían firmes, negándose a rendirse ante la adversidad.

Bills, hastiado de la resistencia de los Saiyajines, concibió un plan para poner fin a la contienda de una vez por todas. Decidió llevar a los guerreros heridos hasta el mismo lugar donde Goku se recuperaba, aprovechando su ventaja para atacarlos con mayor eficacia. Con una serie de certeros golpes, logró enviar a Gohan, Vegeta y Trunks del futuro al planeta rocoso donde yacía Goku.

Los Saiyajines, debilitados por la paliza sufrida, cayeron exhaustos cerca del cráter donde reposaba Goku. Mientras tanto, Bills descendió majestuosamente hasta el lugar, su aura de destrucción envolviéndolo con una presencia imponente. Con voz grave y decidida, se dirigió a los Saiyajines con una amenaza implacable.

Bills: Basta de juegos, Esto terminará ahora... Los destruiré a todos de una vez por todas.

Con un gesto desafiante, Bills comenzó a cargar una gigantesca esfera de energía destructiva, cuya intensidad amenazaba con desencadenar una explosión capaz de arrasar todo a su paso. La atmósfera se llenó de tensión y desesperación mientras los Saiyajines, en su estado maltrecho, se preparaban para enfrentar su destino incierto.

Goku, debilitado pero decidido, se percató de la presencia de sus amigos y sintió el inminente peligro que representaba el ataque final de Bills. Con gran esfuerzo, se levantó, apenas sosteniéndose en pie, pero deteniéndose al notar algo peculiar en el ki de Gohan.

En la superficie, Vegeta y Trunks del futuro yacían en el suelo, exhaustos y sin fuerzas, pero Gohan se mantenía erguido, a pesar de las heridas que marcaban su cuerpo y la sangre que escapaba de su boca. Sin embargo, en sus ojos ardía una llama de determinación y furia que eclipsaba su debilidad física.

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