Quiso sentirlo a él, a Joseph, quien provocaba tales sensaciones en todo su ser y se apegó a él con todo su cuerpo. Se recostó sobre su torso desnudo y se llenó de escalofríos cuando el sudor de su cuerpo se adhirió al suyo y sus vellos le rozaron los senos, excitándola aún más.

Piel contra piel, así le gustaba el sexo. Íntimo, cálido y cercano. Estaba deseosa por besar su torso desnudo, por recorrer sus hombros y rostro con sus manos, pero en cuanto Joseph la sintió, la alejó con un bruto movimiento, dejándola tan impactada como asustada y al otro lado de la cama.

Desde su posición lo observó con temor y soltó la respiración al comprender lo que había sucedido.

—Lo siento —respondió Joseph a su violento movimiento y se levantó desde la cama para mirarla mejor.

Si bien, esperaba una sonrisa por parte de Lexy, su reacción lo dejó sin palabras. La joven retrocedió por la cama, escondiéndose detrás de sus manos y piernas, acobardada por tan improcedente actitud.

»Lo siento —insistió Joseph y se acercó con timidez hasta donde la joven había encontrado un refugio.

Las almohadas que componían su cama y el alto respaldo de madera la escondían de la poca dulzura que Joseph poseía.

La tensión sexual que sentían cambió y Joseph se sintió culpable de lo que había ocurrido.

Se acercó y se sentó a su lado, tomando la misma posición de la joven para intentar conversar, para olvidar ese malentendido que lo había expuesto como un hombre impetuoso, cuando en verdad no lo era, solo estaba mal acostumbrado al sexo sin intimidad y sin piel.

—Me asusté —confesó Lexy y dejó descansar su cabeza en el brazo de Joseph.

Él la miró desde su posición y se mantuvo tieso cuando la joven tocó sus desnudos muslos; jugó con sus vellos e intentó apaciguarse. El corazón seguía latiéndole con descontrol y con disimulo se limpió el sudor que empapaba su frente y mejillas.

—Yo lo arruiné —contestó él pasado algunos minutos, cuando entendió que ya no podían retomar esa lujuria con la que gozaban.

Lexy suspiró y asintió con la cabeza, pero no lo miró, estaba avergonzada de lo incómoda que resultaba la charla en la que estaban atrapados.

—Tengo hambre, ¿quieres comer algo? —preguntó ella, cambiando el curso de aquella embarazosa situación.

—Sí tú cocinas, me encantaría —reveló él con sinceridad.

Y se levantó desde la cama con un fuerte brinco. Caminó por la habitación desnudo en búsqueda de un pijama que pudiera ayudar a Lexy a cubrir su desnudez.

Sabía bien que no estarían solos. Era viernes por la noche y como dictaba la rutina, de seguro Emma se hallaba reunida con su grupo de amigas.

Joseph le entregó un pijama de dos piezas a Lexy y, si bien, esperaba ansioso verla desnuda, se marchó al cuarto de baño en cuanto ella recibió la ropa y agradeció con un simple murmullo.

En su privacidad, se quitó el condón que seguía en su miembro ya sin erección, se lavó las manos y la cara y se vistió con lo primero que encontró.

La joven se había vestido con prisa y sin importarle lo ridícula que se veía con aquella prenda que la hacía lucir como un espantapájaros, encendió la luz para encontrarse con su fea realidad en el reflejo de un espejo que decoraba la habitación.

Se ordenó el cabello con los dedos y se fatigó al entender que no tenía arreglo. Su mente, fugaz y perniciosa, le recordó a Anne Fave y con envidia la imaginó después del sexo con Joseph, de seguro perfecta, con su cabello liso ordenado y brillante; con sus senos grandes y sus caderas por igual. Tuvo envidia y estuvo a punto de tener un patatús cuando Joseph apareció por la puerta para admirarla con grandes ojos.

—Vaya —musitó él y caminó hacia ella, atraído por la divertida mezcla con la que sus ojos se encontraban—. Te ves adorable —rio después y tocó su cabello para ordenarlo detrás de sus orejas.

"¿Adorable?". —Preguntó la conciencia de Lexy y explotó en una carcajada que a la misma la hizo sentir más insegura que antes.

"Yo usaría: perfección. Nunca vi a nadie tan linda con una ropa tan fea". —Dijo la conciencia de Joseph y él esbozó una mueca de conformidad.

Por fin estaban de acuerdo en algo.

—Vamos, linda, preparemos algo para comer y conversemos un rato —musitó y no se aguantó cuando tocó su mejilla y recorrió su mentón.

El corazón se les disparó a los dos y de igual manera se acercaron para besarse.

Un beso tímido después de tanto ejercicio y pasión, pero un beso que los hizo revolverse por igual en sus posiciones, aguantándose las ganas de volver a la cama y desnudarse.

La mano de Joseph envolvió su cuello con lentitud mientras su boca seguía humedeciendo la suya y cientos de cosquillas nacieron en la piel de la chica.

Apretó todos sus músculos con el fin de no evidenciarse tan agitada, pero se rindió cuando el hombre creció el beso, hundió su lengua para encontrar la suya y la apretó contra su cuerpo, tocándola con descaro por encima de la ropa.

Se separaron y se descubrieron agitados, pero de todas formas emprendieron su camino hasta la cocina.

Siempre míaWhere stories live. Discover now