Capítulo treinta y uno

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Narra: Venus

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Narra: Venus

La policía está en la puerta de la iglesia, puedo verlo desde aquí.

Escucho a la madre de Lency gritar desesperadamente, mi corazón se detiene de golpe y miles de pensamientos vienen a mí.

—Es Lency —escucho decir.

Escucho gritos, muchos. Lloro al escuchar su nombre y corro a la vez, mientras el viento me sacude. Tengo una rara sensación dentro de mí.

La luna ilumina sus ojos llorosos y sus bocas abiertas.

Entonces, veo esa horrible escena, mirando todos hacia arriba. Observando a Lency qué está de pie en el borde de la azotea, justo en el punto más alto y peligroso.

«¿Qué está haciendo?».

Todos le gritan pero ella mira al frente, como si estuviera decidida, haciéndonos sudar, y rezar. Deseo que mire hacia abajo, a su madre gritando en el suelo, a su padre siendo retenido por la policía por querer subir a buscarla y a sus amigos, en especial a mí, qué la miró con el sentimiento de culpa y confusión. Preguntándome por qué razón estará allí arriba y cómo nunca me di cuenta.

Yo podría ser ella, ella podría ser Elizabeth, y todos los que sufrimos en silencio.

La policía se prepara para la llegada de los bomberos, pero es demasiado tarde. Lency cierra sus ojos y se impulsa hacia delante. Su cuerpo parece liviano mientras cae.

De repente dejo de verla, a ella y al resto, pero inevitablemente escuchó cómo su cuerpo impacta sobre el suelo, aquel golpe seco y perturbante.

Siento unas manos sobre mis párpados y su voz cálida sobre mis hombros.

—Vamonos —Hans me toma de la mano y me guía hasta mi casa —. Todo está bien —repite una y otra vez.

Siento que mi mundo se detiene y no puedo respirar. Veo su cuerpo caer, una y otra vez. Sus brazos abiertos y aquella mirada convencida.

Entramos a mi casa, siento que el aire es más sofocante aquí adentro y caminamos en cámara lenta.

—Te voy a llevar a tu habitación, ¿entendido? —Hans nunca me suelta la mano —. ¿Estás ahí, Venus?

No soy capaz de responder. Hans me saca las zapatillas y me acuesta en la cama.

—Voy a hacerte un té, estás helada.

—¡No! —sostengo con fuerza su mano —. No te vayas, por favor...

Él asiente y se acuesta a mi lado, acaricia mi pelo e intenta que converse con él.

No puedo dejar de verla.

Siento el calor de su cuerpo sobre mi espalda y la pesadez de su brazo sobre mi cintura. Me doy la vuelta quedando frente a frente. Sus ojos azules no paran de observarme.

—Desde que Elizabeth murió todo esto parece una pesadilla —le digo.

Hans lleva una mirada vacía, y triste.

Me acerco a él y tomó su mano. Nos miramos e inevitablemente comienzo a quebrarme, poco a poco, hasta que me cuesta respirar.

Hans suspira, de esa manera que uno hace cuando siente qué quiere confesar algo.

—Hubiera deseado conocerte primero.

—No digas eso, Hans. Por favor...

Él me mira, decidido. Igual como lo estaba Lency y dice:

—Me enamore de la hermana equivocada.

—Si me lo dices en otra ocasión puede que te corresponda, pero ahora...no puedo.

Hans asiente con la cabeza y sostiene mi mano con dulzura.

—¿Quieres que me quede contigo toda la noche?

—Por favor —le pidió.

Me inclino hacia él y le doy un beso en la mejilla. Me acuesto sobre su pecho, sintiendo su respiración agitada, y trato de contar las veces que late su corazón para no volver a verla en mis pensamiento.

«¿Por qué lo hizo?», no puedo parar de preguntármelo.

El dolor punzante en mi pecho se desvanece cuando siento el calor de Hans sobre mí, no del todo, pero alivia mi culpa. Aquella que me hace pensar en Lency, en cómo unos ojos tan bellos, como los suyos, podrían ocultar tanta oscuridad y nunca ser capaz de verlo.

—Buenas noches, Hans —le susurro.

—Buenas noches, angelito.





Nota de autora: Holis, ¿qué le pareció estos capítulos? A todos los quieran estar en el grupo de wsp me pueden dejar su numero por el chat privado o aquí mismo y los voy a estar agregando al grupo en la semana. Acuerdense de dejar sus votos, sus teorías y voy a estar siguiendo al que más comente. Los quierooo.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora