Hygge

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[ 𝓜. 019 ]

𝓐 |Aidan Gallagher

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𝓐 |Aidan Gallagher

Tomar tantos cócteles azules (y otras bebidas más cuyos nombres no figuraban en mi cerebro) no había sido para nada una buena idea, tenía tanto en mi sistema que ya incluso la cuenta iba perdida. Todos bailabamos, sí, yo incluido, al final del día sí lo hacía mal le podía echar la culpa al alcohol. Cansado y lleno de sudor me regresé al agradable sofá, quedando así al lado de un sujeto de rastas en el cabello.

- Hola, soy Michael -. Me extendió su mano como en una presentación de trabajo.

- Hola, Michael, soy Aidan -. Reí tomando su mano en un apretón.

- Sí sé quién eres, todos lo saben -. Vaciló. - Oye no te ves muy bien como para conducir, si gustas yo puedo ayudarte luego -. Se ofreció amablemente, mi cerebro razonó que era una personalidad agradable por lo que en definitiva podía con certeza, confiar en él.

- Por supuesto que-

- No, esfumate -. Su semblante enojado pero lindo apareció en mi campo de visión, su cabello y facciones se me hacían preciosas.

- Michael, ella es mi hermosa novia -. Sonreí señalandola.

- Linda pero enojona a muerte -. Se levantó con fastidio. - Tu amiga era más amable.

- ¿Sí? Eso era porque le gustaba hacer obras de caridad con gente como tú -. Le espetó. Parecían conocerse.

- ¿Cómo la soportas? -. Me miró con intriga, entonces a mí dejó de agradarme Michael. - Me voy de aquí, amargada.

- Cierra la boca y deja de engañar a la gente, australophitecus insufrible -. Le gritó a sus espaldas. Echando humo se quedó a mi costado.

- Australophitecus -. Reí del apodo creativo. - ¿Lo conoces? -. Ella asintió lentamente.

- Mary gustó de él hace años, hasta que se dio cuenta de que él no sentía lo mismo y sólo le hacía caso para admirarse con sus amigos de que una de primero "echaba babas por él" -. Hizo las comillas con los dedos.

- Que idiota -. Murmure dejando caer mi cabeza sobre su hombro.

- Sí y tú también lo estabas siendo al aceptar que él, que apenas conociste cabe recalcar, te llevara, sólo te quería robar -. Me reprochó dando un golpecito en mi cabeza.

- Ay que me duele -. Me quedé nuevamente con la espalda recta. - Ni siquiera puedo acomodarme contigo, mi persona de confianza, que tanto admiro, valoro y aprecio, porque me pegas -. Me tape los ojos con la mano como si llorara.

𝐌𝐞𝐭𝐚𝐧𝐨𝐢𝐚 | 𝑨𝒊𝒅𝒂𝒏 𝑮𝒂𝒍𝒍𝒂𝒈𝒉𝒆𝒓 Where stories live. Discover now