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Con la luz del nuevo día iluminando la habitación, ambos despertaron juntos, recordando la promesa que habían compartido la noche anterior. Una leve sonrisa se dibujó en sus rostros mientras se separaban un poco avergonzados de la posición en la que habían pasado la noche.

Se miraron el uno al otro con complicidad, compartiendo un momento de conexión especial que reforzaba su vínculo. Aunque ambos se sentían un poco avergonzados por la intimidad de la situación, también se sentían reconfortados por la cercanía del otro.

Con un ligero rubor en las mejillas, se levantaron de la cama y comenzaron a prepararse para enfrentar el día que les esperaba.

No pasó mucho tiempo antes de que escucharan un golpe en la puerta. Del otro lado estaba Gojo, con una expresión animada y una bolsa en la mano.

–¡Buenos días! –exclamó Gojo, su sonrisa radiante iluminando la habitación

–Aquí tienes, te traje algo de ropa para que te pongas–dijo Gojo mirando a al Rey cual miró con sospecha.

Sukuna aceptó la ropa con cautela, sin apartar la mirada de Gojo. Agradeció brevemente antes de ir al baño y cerrar la puerta, dejando a ambos afuera.

Cuando se abrió nuevamente la puerta Sukuna se miró con disgusto y sumado a un suspiro mientras intentaba arreglar su vestimenta.

La ropa que Sukuna recibió era de un tono azul oscuro, con un diseño simple pero elegante. La camisa era de manga larga y el pantalón holgado, ambos confeccionados con un tejido resistente y duradero.

Los detalles en la ropa denotaban calidad y atención al detalle, con costuras bien definidas y acabados pulidos. A pesar de su apariencia sencilla, la ropa parecía hecha a medida para él, realzando su presencia con una elegancia natural.

Sukuna se ajustó la ropa con gestos precisos, demostrando su habilidad para adaptarse a cualquier situación con confianza y determinación. Aunque la vestimenta era nueva para él, parecía sentirse cómodo y seguro en ella, como si hubiera sido hecha especialmente para el?.

Con un suspiro se cruzo de brazos y les miro. Gojo con su simpática sonrisa río y miró a amaya aver su reacción.

–Vaya, te queda muy bien esa ropa, Sukuna. Parece que te sienta como un guante –comentó Gojo con una sonrisa divertida.

Amaya asintió con aprobación, admirando la elegancia y el porte del Rey de las Maldiciones con su nueva vestimenta.

–Sí, te ves genial. Parece que Gojo tiene buen gusto para elegir ropa–añadió Amaya con una sonrisa traviesa.

Sukuna les miró con una mezcla de incredulidad y resignación ante los comentarios de sus compañeros. Aunque no estaba acostumbrado a recibir cumplidos por su apariencia, agradeció internamente sus palabras, sintiéndose un poco más seguro de sí mismo.

–Bueno, creo que es hora de ponerse en marcha. Hay mucho por hacer ¿no?–dijo Sukuna, cambiando de tema mientras se dirigían hacia la puerta.

–Así es–contestó Gojo

–Ooh cierto, tu maldición–habló acercándose a Amaya

–Los Kamo me han dicho que ¿eres su maldición? Así que yo te recomiendo que vuelvas con ellos.....no es una opción–terminó el hechicero con seriedad al final.

Ante las palabras de Gojo, Amaya respondió con una voz suave y aparentemente quebrada.

–Ooh, entiendo –murmuró, sus palabras cargadas de resignación y pesar.

Sukuna, al escuchar la respuesta de Amaya, sintió un nudo en el estómago. Sabía lo que significaba para ella tener que regresar con los Kamo, y la idea de separarse de ella lo llenaba de angustia. Sin embargo, también comprendía la complejidad de la situación y la necesidad de respetar las decisiones de Amaya.

Así aparecieron otros hechiceros y la acompañaron hasta la residencia de los Kamo.

A medida que Amaya y los hechiceros la acompañaban hasta la residencia de los Kamo, la tensión en el aire era palpable. Al llegar a la casa de los Kamo, fueron recibidos por el padre de Noritoshi, cuya mirada ardía de ira y desaprobación. Noritoshi estaba a su lado, visiblemente nervioso y aprensivo.

El padre de Noritoshi miró a Amaya con una mezcla de decepción y enfado, su voz resonando con autoridad mientras reprendía su regreso sin permiso.

–¿Cómo te atreves venir con esa mirada después de todo lo que ha pasado? –exclamó, su tono lleno de reproche y desaprobación.

Noritoshi bajó la mirada, sintiendo el peso de la reprimenda de su padre sobre sus hombros aunque esta reprochada era para Amaya.

Amaya, por su parte, se mantuvo firme ante la mirada acusadora de Kamo, su determinación intacta a pesar de la adversidad que enfrentaba. Sabía que no podía permitirse ceder ante el miedo o la intimidación, especialmente ahora que estaba tan cerca de recuperar su libertad y su autonomía.

Al ver la reacción del padre de Noritoshi, Amaya mantuvo la compostura, aunque su corazón latía con fuerza ante la tensión del momento. A pesar de sentirse vulnerable frente a la mirada desaprobadora, se recordó a sí misma la razón por la que había tomado la decisión de regresar a la residencia de los Kamo.

–Lo siento, señor Kamo. Entiendo que esté molesto por lo que hice pero....–respondió con determinación, manteniendo la mirada firme a pesar de la intimidante presencia de él.

Kamo frunció el ceño, claramente insatisfecho con la respuesta de Amaya.

–No me importan tus asuntos. Has causado suficientes problemas ya –gruñó, su voz llena de desdén.

Noritoshi, visiblemente incómodo con la situación, intentó intervenir para calmar los ánimos. Pero su padre lo interrumpió con un gesto de desdén.

–No quiero oír tus excusas. Esta maldición ha traído suficientes problemas a nuestra familia–declaró con firmeza.

Amaya bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras Kamo sobre sus hombros.  Ante las palabras, ella se sintió momentáneamente abrumada, luchando por encontrar las palabras adecuadas para responder.

–Yo... yo sé que he causado problemas, pero... –balbuceó su voz temblorosa mientras luchaba por articular sus pensamientos en medio de la tensión.

Noritoshi, notando la angustia de Amaya, se acercó a ella con una mirada comprensiva, ofreciéndole un gesto de apoyo silencioso. Aunque no podía cambiar la opinión de su padre, estaba dispuesto a estar al lado de Amaya en ese momento difícil.

El padre, sin embargo, permaneció implacable en su posición, su expresión reflejando una mezcla de desdén y desaprobación. Para él, Amaya seguía siendo una fuente de problemas y preocupaciones, y no estaba dispuesto a ceder en su firmeza ante ella.

Ante la angustia palpable de Amaya, Noritoshi sintió la necesidad de ofrecerle consuelo y apoyo. Con un gesto sutil, le indicó que se acercara y la envolvió en un abrazo reconfortante, susurrándole al oído.

–Eres una idiota,¿en serio?¿El Rey de las Maldiciones? ¿Estás demente, Amaya?–le susurró en un tono suave pero firme, mostrando su preocupación y frustración por la situación en la que se encontraban.

El gesto de Noritoshi no pasó desapercibido para el padre, quien observó la escena con una mirada crítica. Sin embargo, decidió mantenerse en silencio, permitiendo que su hijo manejara la situación como considerara adecuado.

Amaya, por su parte, se sintió reconfortada por el gesto de él, su corazón lleno de gratitud y aprecio por su amabilidad. Aunque sabía que su situación era complicada y difícil de manejar, se sentía reconfortada por el apoyo de su amigo en ese momento de necesidad.

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Luck | R.Sukuna |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora