Glück

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La anciana actualmente no se encontraba en la casa, habló de comprar unas telas para una ocasión pero la pequeña maldición no tenía idea de que se trataba.

Justo ahora se encontraba arrodillada sacando las malas hierbas de los canteros de la casa. Se encontraba llena de tierra y pinches en sus rodillas, pero era un trabajo que la anciana ya no podia hacer por sus dificultades. Y ella estaba agradecida con ella por dejarla quedarse en su hogar. Con cuidado quitaba las hierbas y regaba las flores. Se limpio el sudor de su frente con su codo y continuo trabajando en las plantas.

-¿Que se supone que haces, niña?-Interrumpió una voz grave en su espalda. Ella miró hacia atrás y allí se lo encontró nuevamente, era alto demasiado alto. Era la primera vez que lo veía con armas. Tenía una lanza apoyada en su hombro y una navaja en uno de sus brazos.

-Estoy sacando las malas hierbas y arreglando el cantero-habló inquieta mientras hacía la tarea dándole la espalda.

-¿Acaso eso no lo hacen las sirvientas?-habló seco

-La anciana no tiene a nadie, es lo mínimo que puedo hacer para ella-habló Amaya

-Eres una maldición, ¿porque la ayudas en estas tareas tan insignificantes?-habló mientras posaba una de sus manos en su cintura y se rascaba con la otra mano su mentón

-¿Sabes que soy una maldición?-preguntó

-Pues esa cola no es normal-habló mirando a su cola que iba de un lado a otro. Ella se agarró la cola y la puso cerca de su pecho.

-No tienes que ocultarla idiota-habló él

Ella suspiro y la soltó para levantarse de las cuclillas y agarrar la regadera. De alli fue hacia una esquina de la casa y apoyó en el suelo.

-¿Necesitas algo?-habló mirando hacia atrás

-No-habló

Llenó la regadera con agua y con dificultad la llevó al cantero para regar las plantas.

-Eres débil-bufó el Rey.

-Gracias-contestó irritada

Prosiguió a ir a los distintos canteros y regar como de costumbre. Abrió la boca para rechistar nuevamente sobre lo débil que era pero alguien lo interrumpió.

-Ohh querida, ya llegue y traje algo para ti-habló la anciana en voz alta y dejando algunas bolsas en la mesa de la cocina. La pequeña maldición nunca esperó que le trajera algo pero rápido se dirijo a la cocina dejando la regadera de lado y sonreír a la abuela

-No hacia falta abuela-habló tranquila mientras se limpiaba las botas antes de entrar a la cocina.

-No digas bobadas, obvio que lo necesitas-habló ella y le entregó una bolsita. Ella haciendo una pequeña reverencia agarró la bolsa con cuidado y curiosidad. Mientras tanto el Rey se encontraba afuera apoyado en uno de los pilares de la casa aunque igual estaba atento escuchando la conversación que ambas tenían. Parecian abuela y nieta, esto lo hizo suspirar, al recordar los viejos tiempos que el paso con la anciana. La verdad los humanos no cambian.

-Ábrelo ábrelo-apuró la anciana la pequeña

-Si si-habló mientras indagó la bolsa y de ella sacó de ella un anillo, era de plata. Ella lo agarro y se lo puso en el índice ya que era lo más cómodo para ella.

-Ohh querida te queda perfecto-habló la abuela mientras asomaba la mirada.

-Muchas gracias Abuela Gojo..-habló suave

-Deja de llamarme por mi apellido-habló la anciana

-Ya hace tiempo que nos conocemos, me puedes llamar por mi nombre querida-habló la señora Gojo

Luck | R.Sukuna |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora