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Los días con la anciana fueron tranquilos, siempre era la misma rutina. Ir al mercado, comprar y vender, intercambiar. La anciana siempre hacia lo mismo, siendo conocida como una de las curandera del valle. Ayudaba a los demás con distintos problemas. Tu generalmente te quedabas en la casa de la anciana. Ayudaba con las plantas, limpiar el hogar y ayudar a la anciana a preparar su té matutino. Todo estaba tranquilo hasta hoy.

-Oh querida, podrías traerme un té-habló la anciana desde la mesa que se encontraba en el jardín mientras miraba el paisaje

-Si, en un momento te lo traigo-habló la maldición tranquila.

Fue a la cocina y lleno la tetera con agua y la puso al fuego para que se caliente. De alli fue a buscar el saquito de tela y puso varias hierbas en este y lo cerró. De alli saco el agua caliente y empezó a invertir el líquido en una taza que anteriormente estaba con el saquito. Con cuidado agarró una bandeja y apoyó la tetera, la taza y el azucarero. Con emoción la agarro y la llevo hacia la parte trasera de la casa donde se encontraba la anciana.

-Aquí esta el té-habló alegré la maldición

-Ooh perfecto querida-habló suave la anciana. Con cuidado apoyo la bandeja en la mesita y se sentó a su lado para hacerle compañía. La anciana tomaba tranquilamente su té mientras que a su lado había un libro lleno de escrituras. Ella solía escribir bastante, aunque la pequeña maldición nunca pudo descifrar lo que decían estas. Suave suspiro la maldición por intentar descifrar los mamarrachos. Y se apoyo contra el respaldo del asiento la cual era de metal. De pronto una brisa pasó sobre ambas provocandoles frío. Y luego se calmo otra vez.

-Oh diablos....me siento dolido, acaso me remplazas anciana-alargó una voz grave detrás de la pequeña maldición la cual se encontraba sentada. Ella saltó de su asiento y miró a la persona cual interrumpió su matutino té de las tardes.

-Ohh querido mio, ¿como yo haría algo así? Además te estaba esperando como todos los 6 de cada mes-habló tranquila la anciana mientras tomaba un sorbo de su té. Esta tal persona de ojos rojizos la miro con burla y se sentó a su lado mientras posaba una de sus manos en soporte para su mentón.

-¿Que haces aquí todavía? ¡Anda y tráeme algo rico! Niña-demandó el hombre con un gesto

-Pequeña ¿le podrías traer un sake? Se encuentran el cajón de la izquierda-habló tranquila la anciana

-Si enseguida-habló la pequeña y se levanto de su asiento. Cuando ya estaba lo suficientemente lejos comenzó a hablar

-¿Acaso eres una bruja que colecciona maldiciones o que abuela?-preguntó la maldición en un tono de burla

-¿Así tratas a los ancianos, Ryomen?-habló la anciana con burla en sus palabras

-Espero que cuentes tus días, porque cada vez que te veo, eres más vieja-habló él

-Oh no digas tonterias-habló con una sonrisa la vieja abuela y río leve para mirarlo y sacarse las vendas de sus ojos lentamente y apoyarlas en la mesa con cuidado

-¿Tienes lo que pedí?-habló serio

-Obvio que lo tengo¿Por quien me tratas?-bufó la mujer

-Pues dámelo-extendió una de sus manos

-Pero hagamos un trato-habló la anciana mirándole a los ojos rojos de él. Los colores rojizos se encontraron con unos ojos azules igual al cielo

-¿Que quieres ahora Gojo?-habló suspirando, sabiendo que nunca le pedía nada serio, pero si le rompía las pelotas

-Prométeme que la cuidarás cuando yo me vaya-habló haciendo un gesto a la casa

-¿Yo cuidar a una maldición recién nacida? ¿Acaso estas loca? Apenas me hago cargo de mi, ¿como yo cuidaré a alguien más? Encima es como tener un crío, lo tienes que cuidar de todo y no aprenden rapido-bufó mientras tiraba una mirada a la ventana de la cocina, viendo como la pequeña maldición preparaba su sake

-Oh vamos Ryomen, no es tan difícil, solo cuídala hasta que pueda cuidarse sola-habló la señora Gojo con una sonrisa

-Yo no lo haré-habló serio

-Ryomen, ¿acaso yo no te cuide cuando te encontré en la fría nieve?-habló la anciana

-Eso fue hace mucho-se excusó mientras ignoraba a la de ojos azules

-Tanto nosotros como ustedes, las maldiciones tienen derecho a vivir-habló ella

-Y por eso eres la loca del pueblo- acotó él

-Solo dime que la guiaras, ella parece que no tiene a nadie, compañía nunca le hace mal a nadie-habló la abuela a la maldicion

-Lo pensaré-habló la maldición mientras alargó una de sus manos. Ella le sonrió y apoyó en su mano una pulsera con un cristal enganchado.

-Te recuerdo, esta pulsera tanto te potencia como te disminuye, depende de como la uses te afectará en tu energía maldita-habló la anciana

-Perfecto-habló mientras se ponía la pulsera en uno de sus brazos

La pequeña salió de la cocina y apoyó el sake en la mesita. Pero cuando miro hacia adelante ya nadie se encontraba en la silla.

-¿A donde se fue?-habló confundida

-Es un hombre con prisa querida-habló la abuela mientras se encogía los hombros

-Es un idiota-rechistó y se sentó en la silla con los brazos cruzados

-Si lo es-sonrió leve la anciana para mirar al cielo con sus ojos azules y suspirar.

Ryomen era una maldición muy testaruda y centrada en sí misma. Era alguien detestable y horrible con relacionarse con otras maldiciones, proclamando que él mismo es el Rey de las Maldiciones.

El Rey necesita compañía, a alguien en quien pueda confiar. Pero parecía no interesarle ese tema. Él no necesitaba a nadie que lo ayudara en nada. Podía hacer lo que quiera, cuando quiera como quiera.

-¿Como se llamaba?-preguntó la pequeña maldición curiosa

-Ryomen Sukuna, una maldición con un temperamento y un ego un poco enorme-habló la anciana con una leve carcajada. Esto le sacó una sonrisa a Amaya y suspiro

-¿Va a volver a venir?-preguntó

-Viene todos los 6 de cada mes, así que espero que te acostumbres a su presencia-habló la abuela. La pequeña bufo y movió la cabeza indicando un sí.

El día termino tranquilo, sin que nadie interrumpa la rutina

Luck | R.Sukuna |Where stories live. Discover now