ʻO Suerte

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En la prisión, mientras luchaba por mantener viva la esperanza, Amaya no podía evitar pensar en Sukuna. Recordaba los momentos en los que lucharon juntos, las conversaciones que compartieron y la fuerza que él le brindaba en los momentos más oscuros. A pesar de la distancia que los separaba, Sukuna seguía siendo una fuente de inspiración y fortaleza para ella.

Amaya se preguntaba qué estaría haciendo Sukuna en ese momento. Si estaría buscándola, si estaría enfrentando sus propios desafíos o si incluso se habría olvidado de ella. Aunque la incertidumbre la atormentaba, también encontraba consuelo en la idea de que Sukuna seguía ahí fuera, luchando de alguna manera, igual que ella.

Con cada pensamiento en Sukuna, ella renovaba su determinación de sobrevivir y encontrar una manera de escapar de su prisión. Sabía que, mientras él estuviera vivo, siempre habría una razón para seguir luchando y esperando el día en que pudieran reunirse de nuevo.

Mientras las maldiciones compartían sus anécdotas pasadas con Amaya, el ambiente en la prisión se llenó de risas y bromas sarcásticas.

–¿Recuerdas aquel pueblo que arrasamos y luego nos dimos un festín con sus entrañas?–preguntó una de las maldiciones con un tono sádico, seguido de risas siniestras.

–Oh sí, ¡fue todo un festín! Nunca olvidaré el sabor de esas entrañas–respondió otra con entusiasmo, provocando más risas entre ellas.

Amaya, aunque sorprendida por la conversación, no pudo evitar sonreír ante la camaradería y el humor oscuro de las maldiciones. A pesar de las circunstancias, encontraba un extraño consuelo en la complicidad compartida entre ellas, y se unió a la conversación con una sonrisa.

–¡Vaya, ustedes sí que saben cómo animar un calabozo!–comentó Amaya con una risa nerviosa, sintiéndose un poco más ligera ante la presión de la situación.

Entre anécdotas graciosas y comentarios cortantes, las maldiciones y Amaya encontraron un breve respiro en la oscuridad de su encierro, fortaleciendo su vínculo y renovando su determinación de encontrar una salida juntas.

Entre anécdotas graciosas y comentarios cortantes, las maldiciones y Amaya encontraron un breve respiro en la oscuridad de su encierro, fortaleciendo su vínculo y renovando su determinación de encontrar una salida juntas

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Pero un día...llego la noticia...sus odios desearían no escuchar esas palabras...

Al recibir la devastadora noticia, Amaya se quedó petrificada, su mente luchando por comprender la realidad de lo que acababa de escuchar. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras un nudo se formaba en su garganta, impidiéndole hablar. Instintivamente, se llevó la mano a la boca en un intento de contener el sollozo que amenazaba con escapar.

Cada palabra resonaba en su mente como un eco doloroso, negándose a aceptar lo inevitable. El temblor de sus labios reflejaba la tormenta de emociones que la embargaba, una mezcla de incredulidad, tristeza y desesperación. Sukuna, su amigo, su aliado, había sido sellado, y con él se había ido una parte de ella.

El dolor la envolvía como una pesada manta, haciéndole sentir como si el mundo se desvaneciera a su alrededor. En ese momento de desolación, Amaya anhelaba que todo fuera una pesadilla de la que pudiera despertar, pero la realidad era implacable. Sukuna ya no estaba, y el vacío que dejaba atrás era abrumador.

Con el paso de los siglos, la fuerza de Amaya se iba desvaneciendo lentamente

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Con el paso de los siglos, la fuerza de Amaya se iba desvaneciendo lentamente. El peso del encierro y la lucha constante por sobrevivir habían dejado su marca en ella, agotando su energía y debilitando su espíritu. A pesar de su determinación inicial, el paso del tiempo había erosionado su esperanza y su fuerza interior.

Cada día era una batalla, una lucha por mantenerse viva en un mundo que parecía haberse olvidado de ella. La prisión se había convertido en su único hogar, una jaula oscura que la aprisionaba sin piedad.

Amaya anhelaba la libertad, anhelaba la luz del sol en su rostro y el viento en su cabello. Soñaba con volver a caminar por los campos abiertos y sentir la tierra bajo sus pies. Pero esos sueños parecían cada vez más lejanos, más inalcanzables a medida que pasaba el tiempo.

A pesar de su debilidad creciente, Amaya se aferraba a la esperanza de que algún día encontraría una manera de escapar de su prisión, de encontrar la libertad que tanto anhelaba. Pero sabía que esa libertad no vendría fácilmente, que tendría que luchar por ella hasta el final, incluso si eso significaba enfrentarse a desafíos aún mayores de los que ya había enfrentado.

Luck | R.Sukuna |Where stories live. Discover now