Capítulo 3: Una desconocida en el baño

Start from the beginning
                                    

—Vamos directos a Loowod —intervino con decisión.

—¡Ni hablar! —contraatacó Kevin. No le apetecía nada aparecer por allí tan pronto. Su idea era descansar y aparecer mañana; al fin y al cabo, hoy, solo tenían la presentación y esta iba a durar apenas dos horas.

—Quiero que vengas conmigo —le suplicó Mia—. ¡No tengo amigos!

—¿Cómo vas a tener amigos, si es tu primer año?

El chofer seguía esperando una dirección clara antes de arrancar el motor del coche; al fin y al cabo, estaba más que acostumbrado a las discusiones de los hermanos.

—¡Tú fuiste a estudiar con Davide! —se enfurruñó la joven cruzándose de brazos.

Sabía que en el fondo su hermana no era tan insegura; solo lo hacía para arrastrarlo con ella.

—Si lo prefieres, puedo llamarle y que me acompañé él —le sugirió ella con malicia.

Kevin la miró de soslayo y se dio cuenta de un pequeño detalle que le había pasado desapercibido antes; se había vuelto mucho más descarada.

—No juegues conmigo, Mia —la amenazó. Pero no pareció surtir efecto.

—Pues acompáñame. Puedes sentarte con los de primero y pasar desapercibido, si es lo que te preocupa.

Kevin meneó la cabeza y se pasó la mano por el cabello, con cierta desesperación. Luego miró a Mia otra vez y suspiró pesadamente.

—Es muy aburrido.

—Pues yo estoy emocionada —Mía aleteó sus pestañas exageradamente.

—Osvaldo... —pronunció Kevin; sabía que se iba a arrepentir.

—¿Sí, señor?

—A la universidad Loowod, por favor.

Mía sonrió satisfecha a su lado; luego, se recostó en el hombro de su hermano y recogió su mano izquierda con las suyas.

—Gracias —le susurró.

—Las cosas no cambiaron para ustedes... —sonrió Osvaldo mientras ponía rumbo a la universidad.

 —sonrió Osvaldo mientras ponía rumbo a la universidad

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

«La maldita universidad sigue igual». Ese fue el primer pensamiento que atravesó la mente de Kevin mientras observaba el imponente edificio Loowod, de estilo neogeorgiano. Desde el ladrillo grisáceo con molduras de mármol hasta las zonas ajardinadas con estatuas de Alexander Hamilton o John Adams, entre otros, ponían nervioso hasta el más mimado y rico de los alumnos; el dinero de papá no podía comprar la supervivencia en aquel lugar.

La universidad había abierto sus puertas en el año 1889 bajo el mandato del fundador Albert Loowod, un poderoso magnate que había heredado, tras la inesperada muerte de su hermano mayor, una de las compañías más importantes del sector automovilístico. Nada lo había preparado para ello; su papel como segundogénito lo habían apartado de una educación estricta y de los estudios que su difunto hermano se había visto obligado a cursar. Así que, llegados el momento, el señor Loowod entendió lo importante que eran para los futuros líderes; quiso crear un espacio que brindara todos los conocimientos necesarios para formar a grandes empresarios. Pero tenía claro que no permitiría que solamente fuera para la clase alta de Nueva York.

Todas las veces que pudimos ser y no fuimosWhere stories live. Discover now