.ೃ࿔ • ༄ ━━ 14. I like shiny things but I'd marry you with paper rings

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ೃ࿔  • ༄  ━━ 14

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Las mañanas donde no tenía que trabajar eran las favoritas de Spencer.

Y en particular esa mañana estaba siendo su favorita, al despertarse por un beso cálido de Avery en sus labios.

Ya habían pasado tres semanas, y ese era su último día antes de volver al trabajo. Él había utilizado todos esos días de vacaciones que no se había tomado nunca y estaban acumuladas para quedarse a cuidar a la castaña, que tenía un mes de reposo con asistencia al terapeuta del equipo obligatoria.

Pero sinceramente, Avery no podría estar mejor. Acariciando la piel tersa y suave del castaño mientras ambos se acurrucaban en la cama de la cual no habían salido pese a que ya se acercaba el mediodía ¿Qué más podía pedir?

— Buenos días otra vez, campeón — susurró contra sus labios.

El genio rió para tomarla de la cintura y dejar que sus torsos chocarán, queriendo anular cualquier tipo de espacio que había entre ellos.

— Nada de buenos días… Aún hay que quedarnos aquí — susurró para volver a besarla.

Una de sus manos en enredada con los cabellos castaños de Avery mientras ambas manos de ella hacían caricias en su clavícula y torso a la par de los labios devorando. Parecía que nunca podían tener suficiente del otro.

Las heridas físicas de Avery estaban curadas por completo, aunque no debía hacer fuerza ya que en el cuello todavía le quedaba una pequeña sensibilidad, así y todo, las heridas psicológicas eran las peores. La castaña tenía pesadillas de lo que vivió, teniendo que levantarse en medio de la noche llena de sudor y pánico.

Spencer no se fue de su lado desde entonces.

Tenía un cajón con sus pertenencias desde que prácticamente se instaló en la casa de la chica a cuidar de ella, y esa cosa de convivir juntos les estaba encantando.

La comunicación era la mejor, el sexo era lo mejor de cada noche y el amor que se tenían solo crecía y creía con el calor que se brindaban ambos.

— Debemos desayunar algo… — susurró la castaña al separarse — Muero de hambre, Spence.

Él dejó salir un pequeño gruñido cuando intentó buscar sus labios otra vez y en vez de eso encontró su mejilla.

— Bien, solo porque te amo mucho — protestó él.

Ella dejó un rápido beso en la comisura de sus labios y salió corriendo de aquella cama, que tantos decretos guardaba, hacía el baño.

Antes la idea de ver a una mujer desnuda a Spencer le provocaba terror.
Ahora se toma su tiempo para admirar y adorar la anatomía de Avery todos los días de su vida.

Willow | Spencer ReidWhere stories live. Discover now