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“Certificado de adopción"

Fueron exactamente tres palabras las que hicieron humedecer los ojos de Rin. La joven dio una rápida pasada al papel, al tiempo en que su madre se giraba para mirar con horror lo que hacía. Un grito surgió de la garganta de Izayoi, haciendo que el corazón de la menor se rompiera.

Desde que leyó el título lo sospecho, pero fue la mirada de horror de su madre la que terminó de confirmarlo. Izayoi dio varios pasos tratando de arrebatarle aquellas hojas que pretendían robarle a su niña, pero ya era tarde. Rin retrocedió negando.

— ¿Cuándo ibas a decírmelo?—increpó la chica.

—Rin, por favor. Escucha—Izayoi nuevamente intento acercarse, pero la acción de su hija se repitió.

—¡¿Qué voy a escuchar?! ¡¿Qué soy adoptada y nunca ibas a decírmelo?!

—No, cariño, las cosas no son así, yo…

Las palabras de Izayoi no terminaron de ser pronunciadas. Aquella bebé que había criado y que ahora era una hermosa jovencita, acababa de darle la espalda mientras salía corriendo lejos de ella. La mujer intentó seguirla, pero para el momento en que llegó a la sala, la puerta de entrada había sido bruscamente cerrada.

—¡Rin!—gritó tratando de alcanzarla.

Izayoi corrió varias calles, pero no pudo darle alcance a su hija. La mujer se sentía desesperada por su reacción, ni siquiera había querido escucharla.

—¡Sesshomaru, por favor!—entró rápidamente a la casa y llamo a su hijastro. Sabía perfectamente que él era el único que podía controlar esta situación.

El hombre en cuestión no se esperaba aquella llamada, así que al escuchar la voz llorosa de su madrastra pensó lo peor.

—¿Que sucedió?

—E-es Rin…—sollozó la mujer dejando la frase inconclusa.

El corazón de Sesshomaru pareció detenerse por un instante, todo a su alrededor dio vuelta cuando escucho el nombre de su amada siendo pronunciado de esa manera.

—¡¿Qué paso con ella?!—exigió saber de inmediato.

—¡Lo sabe todo! ¡Todo!

—¿Qué sabe, Izayoi? Por favor, habla más despacio.

—Sabe lo de su adopción. ¡Ella lo descubrió todo! ¡Ayúdame, por favor!—suplicó la pelinegra en su aflicción.

—Está bien, iré para allá. Trata de contenerla.

—¡Ella no está! ¡Huyo!

Aquella última palabra transmitió una mala señal al corazón del hombre. No quería ni imaginarse que estaba pasando por la mente de su castaña, tenía temor de que quisiera hacer alguna tontería.

Sesshomaru tomó las llaves del auto y salió corriendo en busca de Rin, no permitiría que le pasara nada malo. De lo contrario, nunca se lo perdonaría.

[…]

Rin se hizo un ovillo contemplando al lago. No podía dejar de llorar. Era adoptada, esa era la realidad. Sus padres todos estos años le habían mentido, pero no solamente ellos, sino también sus hermanos.

“Hermano”, aquella palabra empezaba a escucharse extraña. En realidad, no compartía sangre con ninguno de ellos. Era una impostora en ese lugar.

“Rin Taisho”, ese no era su nombre. ¿Quién era? ¿Por qué su madre la había abandonado como si se tratase de un montón de basura?

Empezaba a poner en duda su valor, aquel valor que había creído tener durante todos esos años. No era más que una arrimada, alguien que recogieron de la calle.

¿Qué sentía su madre por ella?

¿Lastima?

La idea era tan dolorosa. “Desnutrición severa”, decía el reporte médico. No quería ni imaginarse como era su aspecto, seguramente era una pequeña criatura pálida y en los huesos. Eso era, menos que un perrito callejero.

El pensamiento de lanzarse al lago y acabar con su existencia no dejaba de sacudir su mente. Aquel lugar que le había otorgado tantos lindos recuerdos, así que parecía el idóneo para ser el sitio en que su vida fuese concluida.

La chica se levantó del muelle y miro fijamente aquella agua oscura antes de lanzarse en ella. Estaba fría, fue lo primero que noto al sumergirse. La joven comenzó a chapotear en el agua al tiempo que sentía que se hundía, iba a morir, realmente lo haría. El miedo comenzó a invadir su corazón, no quería irse…

—¡Ayuda!

«¿A quién llamas, Rin? Estás sola», dijo una voz maliciosa en su oído. Aquello no era una persona, era su propia mente que no dejaba de torturarla por cosas que no podían ser cambiadas. A veces el pensamiento humano, podía llegar a ser su peor enemigo.

Cuando la esperanza empezó a abandonarla, la chica cerró los ojos y pidió perdón. El agua cada vez se hacía más pesada y le costaba mucho volver a emerger.

Rin fue perdiendo la batalla poco a poco, hasta que escucho una voz conocida que la llamaba. Aquella voz la hizo sonreír por última vez, era la voz de su amado...

Sesshomaru se lanzó al lago sin dudar. Lo que temía estaba ocurriendo, pero no permitiría que nada malo le pasara. A los pocos minutos resurgió de aquellas aguas, con una Rin inconsciente en sus brazos.

—¡Rin, por favor, despierta!—la colocó encima de la superficie del muelle.

La joven poco a poco fue recobrando el conocimiento. Abró sus ojos avellana lentamente, encontrándose con una mirada dorada que parecía muy asustada.

—¡Sesshomaru!—susurró sin poder creer ese hermoso sueño.

—¡Estás loca! ¡¿Por qué hiciste eso?!—la regañó el hombre procediendo a abrazarla. La idea de perderla para siempre era insostenible. La amaba demasiado.

—Perdón.

Sesshomaru tomó a Rin en brazos y la llevó a su auto. De camino a su departamento, decidió llamar a su madrastra. La mujer seguía llorando y era evidente lo atormentada que estaba, así que prefirió obviar el intento de suicidio de su hermanita y únicamente le dijo donde la había encontrado.

—Muchas gracias, Sesshomaru. Por favor, tráela a casa de inmediato.

—No creo que sea conveniente en este momento, sigue muy afectada. La llevaré a mi departamento, mañana temprano pueden pasar a buscarla.

—Está bien.

Al llegar al departamento, la hizo bañarse con agua caliente. Una vez estuvo aseada, le otorgo una de sus franelas y un calzoncillo para que lo usara. Rin miró aquello con mala cara, pero termino accediendo a vestirse con lo que le daba.

—Traeré ropa la próxima vez—dijo de mejor humor.

Sesshomaru sonrió, antes de besar su frente. Una vez más entre sus brazos, no pudo evitar estrecharla muy fuerte. No quería ni imaginarse su vida sin ella…

El placer de lo prohibido Where stories live. Discover now