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Toga al enterarse de lo sucedido, no estuvo de acuerdo con el actuar de su hijo.

—¿Qué te sucede, Sesshomaru? ¡Es inaceptable que actúes de esa forma!

—Tú no lo viste, padre. Ese canalla le estaba faltando el respeto al frente de nuestra casa.

—Indiferentemente, Sesshomaru. Debes de comprender también que Rin ha crecido. Si no es ese llegara otro, pero está en esa etapa de su vida, donde le lloverán los noviecitos.

—¿Y eso te parece bien?

—No, pero debo soportarlo. Solo te pido que seas más tolerable con ella, por favor.

—Sandeces—dijo el hombre enfurecido.

Desde ese día, la muchacha no había vuelto a ver a su hermano y ya pasaban alrededor de tres semanas desde el incidente.

Sesshomaru de alguna forma se las ingeniaba para no dejarse ver por ella, a pesar de que vivían bajo el mismo techo.

Su hermano pasaba la mayor parte del día en la oficina, haciendo quién sabe qué cosas. Y cuando regresaba era muy entrada la noche, para irse al día siguiente sin que el sol saliera.

De alguna manera aquello no le agradaba, así que se dispuso a esperarlo en ese día. No le importaba la hora en que llegara, ella no iba irse a dormir sin hablar con él antes. Los planes de Sesshomaru para mudarse eran de conocimiento público y quería preguntarle a la cara si en verdad pensaba irse nuevamente.

La idea de no ver a su hermano no le gustaba. A pesar de los problemas, Sesshomaru siempre había tenido un lugar especial en su corazón y en ese día aquellos recuerdos de su niñez parecían insistirle con mayor fuerza a que lo buscara.

Pero para su decepción, él no había aparecido ese día, ni el siguiente... En ese punto la jovencita ya se sentía muy desanimada y una tristeza abrumadora parecía haberse apoderado de su cuerpo.

—¿Por qué no le enseñas el jardín a tu amigo, cariño?—le animó su madre al ver que los dos jóvenes no hacían otra cosa que estar en la sala, con caras de aburridos.

—Ah, claro, mamá—respondió Rin, atolondrada, porque su cabeza parecía estar en otro planeta, y no en la sala de su casa en compañía del guapo chico que había conocido hacía unas semanas.

Kohaku se levantó gustoso y tomó su mano para que se dirigieran al jardín. El beso de aquella ocasión se había repetido un par de veces más, pero ella no dejaba de sentirse extraña cada vez que sucedía.

—A mamá le gustan mucho las flores —comentó Rin enseñándole todos los bellos y exóticos especímenes de flores que desfilaban en el jardín.

Sin embargo, el muchacho parecía estar más entretenido en verla y sin que la joven se lo esperara, Kohaku la besó de forma inesperada. Rin trató de corresponderle, pero sus labios no encontraban la fluidez en sus movimientos, era como si de alguna forma, ellos no encajaran mutuamente.

La falta de respuesta por parte de ella, no desanimó al muchacho quien además de besar sus labios con ansias, había posado una mano atrevida en su cintura atrayéndola más hacía él. La jovencita pudo sentir como algo duro le rozaba el muslo, y sus mejillas parecieron enrojecer de manera súbita.

Cuando finalmente logró separarse de él, le dijo con voz entrecortada:

—Regresemos dentro, hace mucho frío—y emprendió la huida hacia el interior de la casa.

Rin con la vergüenza marcada en su rostro, se encontró de frente con su hermano en la puerta corrediza que daba justamente al jardín.

—Sesshomaru —murmuró, pero él parecía no escucharla.

El placer de lo prohibido Where stories live. Discover now