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—¡Lo hicimos!—comentó Rion, emocionada.

Rin la miro sin comprender, mientras que Ayame la felicitaba.

—Excelente, amiga. Ya te habías tardado.

—Disculpa, ¿qué fue lo que hiciste?—indagó Rin, quien no sabía lo que sucedía.

—Últimamente, has estado en la luna—la regañó su amiga—. Te conté el otro día que había empezado a salir con un chico. Y bueno, pues, paso. Tuvimos relaciones.

—Pero si a penas lo conoces…

—¿Eso que importa, Rin?

La castaña se quedó mirando a Rion sin entender sus palabras. Claro que importaba, tener intimidad era un acto importante. Sin embargo, recordó que ninguna de sus amigas era virgen, ambas ya habían tenido bastante experiencia en ese ámbito.

—Para mí es importante, no solamente se trata de un encuentro carnal—le hizo saber a sus amigas—. También deben involucrarse sentimientos, por eso debes estar segura de que lo que sientes por esa persona es lo suficientemente fuerte como para compartir tal nivel de intimidad.

—Es bonito lo que dices, Rin. Pero las cosas hoy en día no funcionan de esa manera, ya nadie piensa en el amor, amiga—comentó Ayame con pesar. Ella había sufrido mucho por un corazón roto, después de todo simplemente había sido utilizada por un hombre mayor.

Rin pensó en Sesshomaru y en lo que ambos sentían. El amor sí existía, estaba segura. Recordó todas las veces en que se habían visto los últimos días, la forma en que la ayudaba con su tarea o el simple hecho de salir a platicar. En muchas de esas ocasiones, ni siquiera se besaban y ella se sentía en una burbuja de felicidad. Estaba plenamente convencida de que quería experimentar todas las cosas con él, hacer el amor, dormir juntos, entregarse el uno al otro para siempre.

[…]

—Rin, ¿a dónde vas?—preguntó su madre cuando la vio bajar las escaleras con un pesado bolso en su hombro. Era fin de semana, así que su niña no tenía clases en ese día.

—Mamá, olvide decírtelo. Me quedaré en casa de Rion, ¿puedo?

—¡¿Pero por qué me lo dices tan de repente?!
Sabes muy bien que tengo que avisar a tu padre. Espera un momento.

Izayoi tomó su teléfono y empezó a hacer una llamada telefónica. Rin se mordió las uñas, mientras veía a su madre ir y venir conversando con su padre.

—¿Y? ¿Qué dijo?

—Que puedes ir, pero que irá mañana temprano a buscarte.

—¡No, mamá, no es necesario!—se negó rápidamente la joven—. Es decir, mamá, teníamos pensado ir al cine el domingo. Regresaré en la tarde.

—Uhmm está bien, le diré cuando regrese. Ve con cuidado, cariño.

Rin se despidió con un beso de su mamá y salió rápidamente de la casa. Mientras caminaba a la parada de autobús, veía repetidamente hacia todos lados. Se sentía vigilada, no sabía si aquello se debía a que acababa de mentirle a su progenitora o algún caso grave de paranoia.

La chica ignoró aquella sensación de incomodidad y se subió al primer autobús que llego al sitio. Sin embargo, desde un auto una persona la observaba. Se trataba de una mujer de cabellera castaña y ojos avellanas…

[…]

La puerta de Sesshomaru estaba siendo tocada, lo cual lo sorprendió, no esperaba ninguna visita esa mañana. En cuanto abrió la puerta, no pudo evitar sorprenderse al encontrar a Rin con una sonrisa inocente.

—Hola—lo saludó la chica.

—Rin—Sesshomaru murmuró su nombre mirando hacia todos lados, para comprobar si venía sola—, ¿estás sola?

La chica asintió.

—¿Pero por qué? ¿Cómo fue que diste con el departamento?

—Papá comentó tu dirección la otra noche. Vine para quedarme—mostró su equipaje—. ¿Me dejarás entrar?—preguntó al ver que su hermano no se movía para darle acceso.

—Rin, no creo que sea conveniente que estemos los dos solos.

—¿Por qué? No haré nada malo, lo prometo.

Sesshomaru suspiró y decidió que la dejaría entrar un momento. Pero antes del anochecer la llevaría personalmente a su casa.

La muchachita entró con entusiasmo. Empezó a inspeccionar el lugar, mientras no dejaba de tararear alguna canción de su repertorio.

—Es un bonito lugar, aunque creo que está un poco opaco. ¿Por qué tienes tan pocos muebles?—se interesó en la decoración.

—Es un estilo minimalista, lo prefiero así.

—Uhmm, ya veo. Si yo viviese aquí, tal vez haría algunos cambios—sonrió con picardía, dejando al aire aquella posibilidad.

Sesshomaru también sonrió, aunque no la imaginaba viviendo con él. Sería imposible para sus padres.

—Cuéntame, ¿cuáles serían esos cambios?

Rin comenzó a detallar los arreglos que haría y ahora sí, el hombre comenzó a visualizarla a su lado. Tal vez siendo un matrimonio feliz, casados durante muchos años. Aquella idea le empezaba a fascinar, porque sabía muy bien que no podría conformarse con un simple romance a escondidas, la amaba demasiado.

El día pasó velozmente. Luego de ver una película, Rin se quedó dormida. Sesshomaru se encontraba preparando la cena, cuando la joven despertó.

—Pensé que nunca despertarías—se burló, viéndola desperezarse en el sillón.

Rin puso mala cara y le lanzo un cojín que no llego muy lejos.

—Ven a cenar, hice hamburguesas.

A la joven se le hizo agua la boca con la mención del menú. Le encantaban las hamburguesas, aunque no solía comerlas a menudo, pero evidentemente aquella era una ocasión especial.

Sesshomaru observó con fascinación como la jovencita se devoraba su platillo. Era una imagen muy tierna, porque en su apuro no dejaba ensuciarse. Así que tomo una servilleta y se aproximó a ella. Rin lo miro sin comprender con aquellos ojitos tan bellos y él aprovecho su confusión para limpiar todo el borde de sus labios.

—Gracias—murmuró cuando termino con su labor.

Rin no entendía por qué Sesshomaru la mirada de esa forma tan fija, y se sonrojó ante su escrutinio. El hombre se inclinó un poco y beso sus labios, haciéndola estremecer mientras su corazón galopaba como un caballo desbocado.

—Termina de comer, te llevaré a casa—le dijo cuándo se separó. Ya no la miraba.

—Te dije que vine para quedarme—le recordó la joven con una mirada tímida.

Sesshomaru negó.

—No es correcto, lo mejor es que regreses—dio por zanjada la discusión. Sin embargo, Rin no iba a permitir que eso pasara…

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora