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“En una oportunidad había intentado tocar a mi niña y yo no lo iba a permitir”

Aquellas palabras quedaron resonando en la cabeza de Izayoi. No pudo evitar ponerse en el lugar de aquella madre, quien con lágrimas en los ojos le confesaba tan dolorosa verdad. Mabel nunca había querido abandonar a Rin, habían sido las circunstancias la que la llevaron a hacerlo.

«¿Qué hubiera hecho yo en su lugar?», se preguntó la pelinegra, detallando a aquella castaña que lloraba y se sacudía ante el recuerdo. Sin duda, había puesto la seguridad de su niña encima de todo, pero seguía sin poder entender por qué dejarla en un basurero, cuando había lugares dispuestos para dar en adopción a una bebé.

—¿Y por qué dejarla en un basurero? ¿Por qué no llevarla mejor a un orfanato?

— No tuve mucho tiempo para pensar… Esa persona estaba muy enfadada y probablemente me seguía. No pensaba que la dejaría ahí durante mucho tiempo, regresaría por ella para...

—Una hora o dos, hubieran sido suficientes para que Rin muriera. Dime, Mabel, ¿qué hubiera pasado si mi hijo no la encuentra?—esta vez había sido Toga, quien había tocado la tecla.

—Lo sé, y estoy tan arrepentida…

La mujer continuó sacudiéndose en medio de lágrimas, mientras el matrimonio no dejaba de mirarse las caras entre ellos. Era una historia extraña, pero convincente. Evidentemente, aquella madre no había tomado las decisiones correctas, sin embargo, su arrepentimiento era palpable. Aquello ponía a la familia Taisho en una encrucijada…

—¿Qué buscas con presentarte en nuestra casa?

—Sé que para ustedes es muy difícil, pero yo solo deseo una oportunidad con mi hija. Una oportunidad para demostrarle lo mucho que la amo, y que a pesar de que la vida nos separó, siempre ha tenido a una madre que daría todo por ella.

—Rin ya la tiene, señora. Mi esposa ha sido esa madre para ella. No tiene sentido que quiera interrumpir la tranquilidad de nuestra hija, cuando ella ni siquiera sabe de su existencia.

—¿No lo sabe? ¿No sabe que es adoptada?

—Así es, y no tiene caso que lo sepa ahora. Rin es una Taisho. No hay ninguna diferencia en sí mi esposa la trajo al mundo o no. Lo mejor sería que se vaya, si la quiere tanto como dice.

—¡Toga!—Izayoi no podía creer lo duro que estaba siendo su esposo con la madre biológica de su niña.

—Es la verdad, Izayoi. A Rin no le gustará enterarse de una cosa así.

—Lo comprendo—Mabel se secó las lágrimas y se levantó del sillón que ocupaba—. Muchas gracias por escucharme, lamento haber llegado a molestarlos. Créanme, que era lo último que hubiera querido. Solamente quería ver a mi niña, abrazarla y decirle lo mucho que la amo, pero…

—¡Está bien!—concedió la pelinegra desde su posición de madre—. Créame, que yo tampoco hubiera querido que usted apareciera, pero ahora que conozco su historia, me resulta imposible cerrarle las puertas. Ambas somos madres, ambas sabemos lo que es amar a un hijo con todo el corazón. Así que le daré la oportunidad que me pide, pero deberá darme tiempo para preparar a mi hija para la noticia de su adopción. Nunca pensé en decírselo, pero ahora resulta inevitable.

—¡Gracias!

Ambas mujeres se abrazaron ante la mirada estupefacta de Toga. Su esposa tenía un corazón enorme, era precisamente ese corazón bondadoso y gentil, el que le había abierto las puertas a aquella bebé recién nacida. Recordaba el día en que Rin llegó a su casa, como si tan solo fuesen pasados ​​días. Era una niña preciosa, sus hijos la amaron en cuanto la vieron, y fue la principal razón de la unificación de su familia…

Ahora debían afrontar la verdad, aunque hubieran querido ser sus padres biológicos, aquello no había sido así. Pero eso no borraría el hecho de que había un lazo invisible que los unía.

[…]

Los ánimos de Izayoi estaban por el suelo. Nunca había querido admitir que aquella niña no era realmente suya, nunca había querido tener que confesárselo a su pequeña, sin embargo, aquel día que tanto había evitado se acercaba a pasos agigantados.

¿Seguiría Rin viéndola con amor cuando lo descubriera?

Aquella era una pregunta que no abandonaba su mente. Tenía muchas inseguridades y lo único que le apetecía era olvidar todo el asunto. Pero, contrario a ello, se encontraba nuevamente revisando aquellos documentos que había guardado con tanto esmero. La boleta de adopción yacía en su mano, al lado del reporte clínico del hospital que la había atendido, en el cual se explicaba el grado de desnutrición en el que su pequeña estuvo y el lugar en que había sido encontrado.

Izayoi pasó un dedo por el papel, sin poder evitar que una lágrima traicionera se escapara de sus ojos. Visualizaba a aquella bebé hermosa más recuperada, siendo feliz en sus brazos protectores.

“No soy tu mamá”, le dijo a la pequeña de la foto, quien había quedado inmortalizada luciendo una mirada inocente.

—¡Mamá, llegue!

Aquel sonido proveniente de la sala, hizo a la mujer temblar en su colchón. Izayoi se levantó de la cama y se apresuró a ocultarlo todo, sin embargo, su niña no le había dado suficiente tiempo y había irrumpido en su habitación encontrándola con aquellos documentos en las manos.

— ¿Qué hacías, mamá?—Rin dio un par de pasos, mientras Izayoi se giraba para ocultar aquello.

Rin notó el estado de nerviosismo de su madre y aquello le pareció muy sospechoso. Una fina capa de sudor cubría la frente de la mayor, haciendo que todo aquello fuera demasiado inusual.

—Nada, cariño. ¿Cómo te ha ido?—Izayoi introdujo los documentos en el primer cajón de su cómoda, tratando de restarle importancia.

—Bien, mamá. Te traje esto del centro comercial—la chica le extendió una caja con un hermoso collar.

—¡Es hermoso!—sonrió Izayoi con ojos brillantes a causa de las lágrimas que había estado derramando hacía un momento.

—¡Pruébatelo!—la alentó su hija también sonriendo.

Izayoi se acercó al espejo que estaba en la peinadora, dándole la espalda a la menor. Aquel fue el momento justo en el que Rin abrió el cajón, para observar de que se trataban aquellos extraños documentos. Sin embargo, fue una frase corta la que llamo completamente su atención:

“Certificado de adopción”

El placer de lo prohibido Where stories live. Discover now