Capítulo 47

24 4 0
                                    

Ana

Intentaba tejer una manta para el bebé mientras la rubia con la que compartía techo veía una de sus series coreanas. La vi por unos segundos, estaba más delgada, su pelo estaba recogido en lo alto de su cabeza sin elegancia y sus ojeras empezaban a oscurecerse.

-Amiga, ¿estás bien? -me miró algo confundida y poco después, me regaló una sonrisa.

-Sí, ¿por qué no lo estaría?

-¿Por qué de repente ahora tienes tanto tiempo para mí? ¿No estás saliendo con nadie? -su sonrisa se esfumó. Volvió su vista al televisor que teníamos en frente.

-No -lanzó poco después.

Suspiré y pausé lo que estaba viendo. Frunció el ceño viéndome.

-¿Qué te pasa? ¿Dónde está la rubia que no se callaba y que no estaba nunca en casa? -se encogió de hombros.

-Estoy pasando un duelo -dijo y empezó a juguetear con sus dedos como siempre hacía cuando hablaba de las cosas que no le gustaban, le incomodan o le dolían.

-¿Un duelo? ¿Pasó algo? -pregunté y suspiró.

-No lo sé, Ana, ¡Maldita sea! -tuvo que detenerse, pues incluso ella misma se sorprendió de ver como las lágrimas empezaban a llenar sus mejillas.

-¿Camila? -lancé preocupada y me acerqué a ella. Tomé su mano.

-Últimamente, siempre me pasa esto -dijo como pudo entre sollozos-. Me duele el corazón, está completamente roto. Es como si estuviera atravesando por una ruptura muy dolorosa, solo que no sé dé quién o por qué. Es sofocante. Siempre siento que tengo algo pendiente. Tengo esta sensación incómoda de que estoy olvidando algo muy importante -la abracé, no había mucho más que podía hacer por ella.

-¿No será que ahora solo estás sacando cosas que tenías guardadas por años? -me miró como si algo de lo que estaba diciendo tenía un poco de sentido-. ¿Acaso mi chica está creciendo? - lancé divertida y ambas reímos.

Me quedé abrazada a ella por un largo rato. Llegó ese punto, en donde no supimos quién apoyaba a quien o cuál de las dos necesitaba más a la otra.

-Ana -lanzó rompiendo el silencio en el lugar.

-¿Sí?

-¿En serio no recuerdas nada de lo que te pasó? -me quedé en silencio más de lo que debía y ella se separó de mí para verme a la cara-. Sabes que nunca te juzgaría, sabes que yo nunca...

-No -la interrumpí-. No tengo idea que pasó, que me hicieron o como es que estoy embarazada -suspiré y fingí una sonrisa.

-Bueno... -lanzó viéndome incrédula.

Era consciente de que todo lo que me había pasado era un misterio raro al que nadie le encontraba sentido, pues el tiempo que estuve extraviada no coincidía con los meses que tenía ahora de embarazo, sin mencionar, que yo no tenía ninguna señal de haber sido dañada de ninguna forma al momento que me encontraron.

Probablemente, todos pensaban que mentía, pero solo me seguían la corriente y respetaban el hecho de no querer hablar de un tema tan incómodo y bochornoso.

La noche mejoró un poco cuando pedimos comida y empezamos a ver películas de terror. Mi amiga se había tomado el vino de las dos y había sucumbido ante Morfeo. No podía llevarla hasta su habitación en mi estado, así que solo la acomode en el sofá y me fui a mi habitación.

Azrael

Mi vida había dado un cambio del cielo a la tierra desde que Ana había despertado sin ningún recuerdo de nuestra vida juntos, y como consecuencia, me la pasaba rondándola, viéndola en silencio, viviendo bajo su sombra.

Mi mejor amigo no la pasaba muy diferente a mí, pues veía destrozado como su chica, sentía su ausencia a su manera. Era evidente el cambio en la rubia y era sorprendente el cómo su cuerpo tenía recuerdos y memorias que ahora su cabeza ya no.

-No puedo hacer esto más... -gruñó y lo vi desvanecerse dejándome solo con el par de chicas.

Seguí a mi esposa hasta nuestra habitación y me acosté justo frente a ella, quien acariciaba su hermosa panza en una pijama que definitivamente ya no le quedaba.

-¿Cómo deberíamos ponerte, mi cielo? -lanzó la pregunta al aire y no pude estar más feliz de poder al menos fingir que teníamos una conversación.

Me acerqué más a ella y revisé la lista de nombres que estaba viendo desde una página de internet.

-Un nombre bíblico, definitivamente - espeté con seguridad como si me estuviera escuchando.

-¿Dalila? -dijo ignorándome por completo-. ¿Jared? -siguió mirando la lista despreocupada.

-¿Nombres bíblicos? -lanzó y me tensé al pensar que me había escuchado-. Na, ¿qué hago metida aquí? -dijo después y salió enseguida de la página web en la que antes navegaba.

-Los niños con nombres bíblicos son los más traviesos -se regañó a ella misma y le sonreí, estaba increíblemente hermosa.

-Te extraño tanto, mi amor - espeté en un suspiro y acaricié su panza. Nuestro bebé, quien al parecer si lograba escucharme y sentirme, me saludó como siempre, moviéndose. Era de las pocas cosas que me mantenían de pie.

-Cosita, ¿cómo es que siempre estás tan activo a estas horas? -ella colocó su mano justa encima de la mía y cada vello de mi cuerpo se erizó. Era la primera en tanto tiempo que lograba sentir su tacto.

Se quedó así por un largo tiempo, yo quería que el momento fuera eterno. Lastimosamente, se quedó dormida luego de poco y como cada noche, me quedé ahí, velando su sueño.

***

Samael

Caminaba detrás de ella, no tan cerca como quisiera, pero no tan lejos como para no oler su exquisito aroma. La vi tomar uno de los productos en el escaparate de la tienda en la que estaba y sonreí, la chica ahora no podía parar de comer ese horrible helado de fresa artificial. La conocía lo suficiente como para saber que antes lo odiaba, pero supongo que no compartía gustos con su bebé.

-¿Por qué me haces esto? -gruñó viendo su panza y lo lanzó molesta en el carrito de compras que tenía en frente.

Terminó de hacer sus compras y se dirigió hasta el auto que ahora compartía con su amiga. Un hombre pasó a mi lado y no pude desaprovechar la oportunidad y lo poseí.

-¿Necesitas ayuda? -pregunté fingiendo que no había acelerado el paso desesperadamente hasta donde estaba. Ella por fin posó sus ojos en mí. Su atención, después de tanto tiempo, solo era para mí. Sonrió.

-No, estoy bien. Muchas gracias -contestó, pero yo no estaba dispuesto a que nuestro encuentro fuera tan efímero.

-Insisto, mi madre me mataría si se entera de que no la ayude -mentí para que sintiera más confianza y sin más, tomé las bolsas que ella tenía en las manos. Él roce de nuestras pieles desencadeno la corriente estática de siempre. Ella, por inercia, se separó y me miró con una sonrisa nerviosa.

-¿Sentiste eso? -preguntó al darse cuenta de que la reacción solo había venido de su parte.

-Oh, sí... lo sentí -lancé coqueto y empecé a acomodar las compras en la cajuela del auto-. Solía pasarme siempre con una amiga -continué viéndola, estaba bellísima-. He escuchado que solo pasa cuando te encuentras con alguien de tu vida pasada.

-¿Vida pasada? -lanzó-. Dios no puede ser tan injusto como para hacernos pasar por todo esto varias veces -bromeó, pero no pude fingir ni siquiera una sonrisa.

-Nena, Dios es mucho más injusto que el diablo -sus hermosos ojos me miraron con confusión ante la seriedad de mi comentario. Sonreí, porque lo que menos quería era asustarla-. Al menos eso diría mi hermanito que está en su fase Emo -continué y empezó a reír a carcajadas.

Era la primera vez en mucho tiempo que la veía reírse de una de mis ocurrencias, ella me había roto por completo, pero ahora me reparaba de a poco.

Terminé de colocar sus cosas con rapidez en contra de mi voluntad, pero me preocupaba estar cerca de ella por mucho tiempo en su estado, pues lo que menos quería era dañar a su bebé con mi aura demoniaca, aunque, posiblemente, la criatura que llevaba en el vientre era desde ya, mucho más fuerte que yo.

Estaba a punto de despedirme cuando vi como Azrael descendió justo detrás de ella, viéndome con cara de pocos amigos. Ella notó de inmediato mi cambio de semblante y tuvo que voltearse para revisar que había hecho que cambiara mi humor tan repentinamente. Sonreí, cuando no logró verlo, eso hizo que su esposo se enojara aún más.

-Fue un placer, Ana -su cara se arrugó asustada y dio un paso hacia atrás. Ahora, aunque ella no lo supiera, su espalda descansaba en el pecho de la Parca.

-¿Cómo sabes mi nombre? -le regalé una sonrisa ladeada y llevé mi vista hasta el gafete del trabajo que le colgaba del cuello. Suspiró y se sonrojó. Amaba cuando lograba sonrojarla.

-Muchas gracias por ayudarme -extendió su mano hasta mí en forma de despedida.

-No te atrevas, Samael -gruñó su esposo y aunque me vi tentado a no obedecerlo, mi preocupación por no dañarla era más grande.

-No queremos más corrientes, ¿no? -espeté divertido.

-Oh, sí, cierto -me regaló una última sonrisa-. Adiós.

La chica ya estaba fuera de nuestro alcance visual cuando sentí como su esposo me cogía por el cuello, aprovechando nuestro anonimato hasta los ojos humanos.

-¿Cómo te atreves a acercarte a mi mujer? ¿Cómo te atreves a aprovecharte de que no puede acordarse de ti? -empecé a reír y me miró confundido.

-Es complicado para ti aceptarlo, ¿no? -enarcó uno de sus ojos-. Sin problema, pudieras hacer lo mismo que acabo de hacer, poseer a un humano cualquiera y volver a hablar con ella, estar con ella incluso -se tensó y apretó su mandíbula viéndome-. Me parece increíble que después de todo lo que ha pasado, aun sigas siendo tan fiel y devoto a las reglas impuesta por nuestro padre -lo separé de mí con fuerza.

-No me culpes a mí, de lo que eres incapaz de hacer, Azrael -le lancé y me desvanecí ante sus ojos.


⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

"Puedes cerrar los ojos a la realidad pero no a los recuerdos"
Stanislaw Jerzy Lec

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 06 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La mujer de la ParcaWhere stories live. Discover now