Capítulo 3

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Ana

El calendario advertía que ya había pasado un año desde ese terrible día, ese, que sin previo aviso cambió mi vida por completo. Era increíble como la vida, o mejor dicho, la muerte, podía quitarte todo de repente.

Mi pueblito, que antes parecía sacado de un libro cristiano en donde todos se conocían, querían y respetaban, ahora era una ciudad completamente diferente, para bien o para mal, mucho más moderna y adelantada al tiempo. El gobierno, países desarrollados y donadores anónimos nos ayudaron a reconstruir un Sepulveda nuevo y mejorado.

Ahora la ciudad atraía no solo nuevos habitantes, sino también más turistas, los cuales venían seducidos, irónicamente, por la promesa de ver una ciudad reconstruida de entre los escombros.

Nuevas plazas comerciales, complejos hoteleros, grandes residenciales de apartamentos y mejores oportunidades académicas, era ahora como un foco de luz que enganchaba a las personas a visitarnos. Algunos incluso admitían que antes del terremoto no tenían conocimiento de la existencia de este lugar, pero una vez fuimos noticia mundial, se vieron tentados a cambiar el destino de sus próximas vacaciones.

Como en todo, no faltaron los aprovechados, los cuales cegados por la avaricia vendían el lugar como una zona tenebrosa y sombría, una gran "casa del terror", en la cual almas en pena de niños y adultos vagaban sin vergüenza a cualquier hora del día acosando a los forasteros.

En mi caso específico, fui una de las pocas afortunadas en conseguir un padrino que se encargó de que de mi casita humilde no quedará nada, en cambio, ahora tenía un moderno piso con todas las comodidades que pudiera una chica de mi edad necesitar. No podía estar más agradecida de esa cara desconocida que nunca me regaló el placer de conocerlo, aunque si tenía que sincerarme, aún no reconocía ese lugar como mi hogar. Siempre tuve claro que mi casa era donde estaba mi Nani.

Terminé de ponerme el uniforme y me dibujé una sonrisa, siempre debía sonreír, era una promesa que desde pequeña había hecho.

-Ana, mi niña - la miré con los ojos llenos de lágrimas-. Me duele aquí-. llevó una de sus manos a su pecho y me acerqué a ella asustada, evidentemente preocupada.

-Nani, ¿que tienes? -yo temblaba. Aunque apenas era una niña sabía muy bien que no me podía permitir perderla a ella también.

-Cuando lloras, mi niña, a tu Nani se le rompe un pedacito de corazón -la miré angustiada. Mi edad no me dejaba entender que solo hablaba retóricamente. Limpié mis lágrimas inmediatamente y le sonreí.

-Siempre voy a sonreír, lo prometo -me devolvió el gesto.

-Cuando sonríes, me das un día mas de vida -respiré aliviada, pero al mismo tiempo recargué sobre mis jóvenes hombros una gran responsabilidad.

Supongo que no sonreí lo suficiente...

El pitido de mi alarma me sacó abruptamente de mis pensamientos.

 Ya no estaba Nani para apurarme y advertirme que llegaría tarde a cualquier lugar.

Acomodé mi pelo y tomé mi mochila. De camino a la escuela entregaba los volantes que había hecho la noche anterior, pues aunque ciertamente no necesitaba dinero ya que el seguro de mi abuela fue bastante generoso conmigo, sabía que no era suficiente para lo que tenía en mente, así que había decidido alquilar las dos habitaciones libres que habían en mi nueva y renovada casa.

Le di la información a un chico, al parecer un estudiante extranjero, y la miró detenidamente como si justo le hubiera entregado la solución a todos sus problemas.

-Vaya, esto me interesa -escapó casi inconscientemente de su boca y luego me miró.

-¿En serio? -me emocioné, no pensé que sería tan fácil.

-Así es, me iría bien. Queda cerca de mi trabajo y la universidad. ¿Cuándo puedo verlo?

Justo cuando estaba por responderle, unas manos que sobresalían por encima de mi cabeza le arrebataron el volante abruptamente de las manos.

-Permiteme -gruñó una voz que conocía y volteé enseguida.

-¡Señor! -chillé emocionada y envolví su abdomen con mis brazos. Me alegraba verlo. Bajó su vista hasta mi y me miró serio, lo solté de inmediato. Quizá me había excedido.

-¿Qué es esto, Ana? -enarcó una de sus cejas leyendo el volante y en un rápido movimiento hizo que volviera a pegarme a su pecho, si no le había molestado mi afectuoso saludo, ¿por que se veía enojado?

-Es que reconstruyeron mi casa, ahora es muy grande para mí. Quiero reunir dinero extra para...

-¿Acaso necesitas dinero? -preguntó como si estuviera al tanto de que realmente ese no era el caso.

- No, es que...

-¿Entonces? -me interrumpió de nuevo y antes de que pudiera decir algo más me tomó de la mano sacándome de ahí.

-Señor, espere -él caminaba sin prisa, pero para mis pobres piernas cortas era todo un maratón. Logré zafarme de su agarré y solo así se detuvo.

-¿Por qué eres tan irresponsable? -gruñó y lo miré confundida-. Estás repartiendo volantes en donde pones tu dirección y admites que vives sola -no lo había pensado y ahora me sentía avergonzada por la estupidez que había hecho.

-Es cierto, lo siento -lancé sonrojada y mi rostro cayó al suelo. Suspiró.

-Ya no estás en ese pueblo decente de hace unos meses atrás, debes tener más cuidado -evidentemente estaba más calmado y levantó mi mentón para que lo viera.

-Ahora dime, ¿por qué ibas alquilar las habitaciones si no necesitas dinero?

-Quería devolverle al menos la mitad del dinero a mi padrino anónimo, invirtió más de lo necesario en la reconstrucción de mi casa -solté sinceramente-. Además, me siento muy sola en esa casa tan grande.

-Niña tonta -dijo sonriendo-. ¿Crees que alguien que hace donaciones le hace falta alguna cosa? -me encogí de hombros. El volvía a tener razón.

-Yo te alquilaré las dos habitaciones restantes -espetó luego de unos segundos y yo sonreí de oreja a oreja.

-¿Habla en serio? -asintió con la seguridad que lo caracterizaba.

-Vivo de hotel en hotel, supongo que ya es hora de establecerme en un solo lugar. ¿Me harías descuento de amistad? -negué fingiendo seriedad y me miró mal.

 Reí y saqué las llaves de la casa para dárselas.

-Sabe donde vivo, espéreme ahí. Yo debo ir a la escuela -vi el reloj en mi muñeca y noté que como siempre, llegaría tarde-. ¡Hasta luego, Señor! Cociné algo rico para mi.

Salí corriendo de ahí sin darle la oportunidad de decir nada más, no podía perder más el tiempo en una conversación que ya imaginaba. Ver su cara por alguna razón que desconocía me daba paz, así que me detuve una última vez antes de doblar la esquina que me llevaba a mi destino para despedirme de nuevo, ahora a los lejos.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

¡Buenas noches!

¿A que hora me leen y que deberian estar haciendo ahora mismo? :3

La mujer de la ParcaWhere stories live. Discover now