Capítulo 11

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Aún no me acostumbraba a la velocidad arrolladora del tren, aún no podía creer lo lejos que estaba de casa. Habían pasado ya seis meses y todo aún se sentía nuevo ante mis ojos.

-¿Por qué siempre miras al cielo? -la rubia sentada a mi lado se metió con insistencia en mi campo de visión.

-¿Crees en los ángeles? -lancé sin pensar y ella volvió su vista hacia mí con una de sus cejas enarcadas.

-Creo solo en lo que puedo ver, así que debo decir que si -la miré con sorpresa.

-¿Has visto alguno? -mi voz salió mucho más desesperada de lo que me hubiera gustado.

-Así es -sacó de su bolso un pequeño espejo y acomodó su pelo por enésima vez.

-¿Hablas en serio? ¿Dónde?

-Vive conmigo, curiosamente está a mi lado ahora mismo -soltó y luego empezó a reír. Simplemente rodeé los ojos-. Eres la persona más inocente en el mundo pequeña, sigue así, yo te protegeré del mundo cruel.

-No me digas pequeña... -gruñí.

-Ana -su tono de voz cambió abruptamente a uno mucho más serio-. No estás en el pueblo inocente del que vienes. Este es el malvado mundo real.

-Abre los ojos, levanta los pechos y estira las nalgas -ambas dijimos al mismo tiempo y empezamos a reír. Ese era su mantra.

Camila era mi compañera de apartamento y cada día agradecía haberla encontrado, no me imaginaba mi vida sola en esta ciudad tan grande sin ella.

Bajamos en la parada que nos llevaría a la universidad.

-Sales primero que yo, espérame -me advirtió mientras soltaba la coleta que tenía en lo alto de mi cabeza y acomodó mi pelo, que ahora estaba mucho más corto que antes y jugaba en línea recta en mis hombros.

-Sabes que puedo ir sola a casa, ¿cierto? -le sonreí.

-No me gusta volver sola, espérame -asentí con obediencia, sabía muy bien que solo lo hacía por estar, como siempre, de madre protectora.

-Ya me voy, mamá -dije yéndome con prisa al saber cuál sería su reacción al escucharme.

-¡Solo tengo tres años más que tú, estúpida! ¡Tres!

Llegué a mi clase y me acomodé en un lugar al azar, saqué de mi mochila mis cosas y empecé a repasar la clase pasada.

-Sinceramente, no sé qué hacer, Penélope. Creo que esta vez si se molestó.

-¿Cuántas veces debo salvar tu relación? -el par de amigas sentadas frente a mí tenían una nueva historia el día de hoy. Suspiré cerrando el libro que leía y me limite a ver el hermoso paisaje por la ventana. ¿Cómo es que siempre me sentaba cerca de ellas?

-Por favor, dime, ¿cómo puedo hacer para que me responda? ¡Odio cuando me ignora! -su amiga resopló cansada.

-Chica, los hombres no son como nosotras, ellos son animales básicos. Por ejemplo, siempre que discuto con Peter, hago algo que él no pueda tolerar y deba hablarme si o sí.

-No entiendo.

-Tengo que explicarte todo... -gruñó-. ¿Recuerdas la pelea que tuvimos hace dos semanas?

-Sí.

-Pues fue fácil resolverlo, yo había pasado toda la semana intentando hablar con él, pero simplemente no me hacía caso, me ignoraba, así que, aprovechándome de que no soporta verme con blusas escotadas, fui a ver el partido con un top unas dos tallas menos de mi size habitual.

-Chica, me vio llegar y de inmediato salió del campo y me cargó en sus hombros sacándome de ahí -sonrió y yo disimuladamente también lo hice.

-Si no quiere hablarte o verte por las buenas, oblígalo -esa última frase se metió en mi cabeza y caló por todo mi cuerpo.

-¡Eso es! -chillé en voz alta y todos a mi alrededor voltearon a verme como si fuera un bicho raro. No me importó, recogí mis cosas y salí disparada de ahí.

¿Por qué no se me había ocurrido antes? Si Azrael no venía por las buenas, definitivamente haría que lo hiciera por las malas.

Caminaba por el campus tan concentrada ideando un plan que funcionara, que choqué con una pared de carne y hueso sin darme cuenta. Mire hacia arriba, apenada e inmediatamente supe quien era, di dos pasos hacia atrás.

-Perdón... -la persona frente a mí se cruzó de brazos.

-¿A dónde vas con tanta prisa? ¿No deberías estar en clases?

-Hola -le sonreí fingiendo inocencia y sus brazos cayeron rendidos.

-Te he estado llamando, ¿donde está tu teléfono? -busqué el aparato entre mis cosas y al sacarlo note que se había apagado por falta de pila.

-Lo siento, olvide cárgalo -rodó los ojos.

-¿Ya comiste? -negué-. Pues vamos -empezó a caminar con arrogancia hacia la cafetería, lo seguí sin tener muchas opciones.

El murmullo característico del lugar se detuvo desde que entramos, todos voltearon a vernos y me sonroje. Agarré la manga de la camisa de Samael con cuidado evitando nuestro tacto y él volteó a verme.

-¿Qué? -enarcó uno de sus ojos y su vista viajó hasta el trozo de tela que tocaba.

-Vamos a otro lugar - susurré.

-¿Por qué haríamos algo así?

-Todos nos están viendo -me regaló una sonrisa ladeada y dobló su torso haciéndose de mi tamaño tratando de intimidarme.

-¿No te gusta llamar atención? -negué viéndolo directamente a los ojos. Nos quedamos así por unos segundos y resopló rindiéndose.

-¿Que mierda eres?

-¿Tanto te molesta que no caiga rendida ante ti como las demás chicas? -lancé riendo victoriosa y asintió.

-Algún día lo harás.

-No eres mi tipo -dije con toda sinceridad y me mató con la mirada.

***

Apreté mi bolso con fuerza y empecé a rezar. Ahora era obvio porque esto había sido lo último en mi lista de cosas para llamar la atención de Azrael.

Estaba en un callejón oscuro, cerca de los bares más populares de la ciudad, pero sinceramente sentía que había ganado un pase gratis a Sodoma y Gomorra. Chicos casi teniendo sexo, drogándose y borrachos tambaleándose fue la escena que encontré.

Un grupo de hombres casi al final del camino se interpuso en la salida y me rodearon.

-Muñeca, ¿estás perdida? -me hice más pequeña y temblé un poco-. No tengas miedo, no te haré nada -dijo con tal seriedad y que casi le creí.

-No, todo bien. Gracias -intenté escaparme, pero se acercó más a mí y me miró de arriba abajo.

-¿Compras o vendes? -lo miré confundida.

-¿Qué? No entiendo -dije y todos empezaron a reír.

-Reina, cielo santo... ¿Cómo has llegado sin un rasguño hasta aquí? -lanzó el hombre divertido y extendió una de sus manos con intenciones de tocarme. Cerré los ojos esperando lo peor.

-¿Acaso quieres morir? -escuché detrás de mí y abrí los ojos enseguida. Unos brazos que pasaban por encima de mi cabeza apretaban con fuerza la mano que antes quería dañarme.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

¿Será este mi ser amado? :3

La mujer de la ParcaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon