Capítulo 5

45 10 0
                                    

Ana

-¿Quieres ir al cine? Estoy aburrido de estar aquí, Ana.

-Marco, no puedo irme. Los chicos aún no tienen llaves, si vuelven y no estoy aquí no tendrán como entrar. -lancé viendo por la ventana.

-Ya pasó casi una semana, dudo que vuelvan y sinceramente creo que es lo mejor para ti -volteé y lo miré mal. Rodó los ojos-. Es que solo a ti se te ocurre compartir casa con dos extraños.

-¿Es que acaso no tienes casa, niño? -una voz conocida me hizo mirar hasta la entrada y corrí a saludarlo. Lo abrace por la cintura, era demasiado alto como para poder hacer más.

-¡Señor! Volvió -me miró desde arriba y como siempre, tapó toda mi cara con su enorme mano.

-No sonrías así... -lanzó fingiendo molestia, pero yo sabía que también estaba feliz de verme.

-Ya llegaron, Ana. ¿Podemos irnos? -Marco me tomó del brazo con delicadeza atrayéndome hacia él.

-Exactamente porque ya estoy aquí, no puede irse -Azrael repitió la acción.

-¡Paren ya los dos! Deben aprender a convivir, no estaré en esta situación cada vez que se vean -ambos se miraron a muerte.

-Mejor me voy, hablamos después -mi amigo se acercó hasta mí para despedirse con un beso en la mejilla pero unas manos que me alejaron aún más de él no lo permitieron.

-Los humanos tienden a ser muy susceptibles y enfermizos y hay muchos virus y bacterias en todos lados -lanzó Azrael y Marco resopló molesto, pero gracias a Dios solo decidió ignorarlo y se fue.

-No tiene porque tratarlo así, Señor -le regañé.

-Te traje un regalo -lanzó restandole importancia a lo que dije y mis ojos se iluminaron.

-¿Es mi regalo de cumpleaños? -chillé.

-Cumples años en un mes, Ana -rodó los ojos-. No, es solo algo que vi y pensé que te gustaría. Sacó del bolsillo de su traje siempre negro una pequeña caja roja y me la paso, sin esperar un segundo mas la abrí.

-¡Oh, es hermoso! -una cadena de plata con un hermoso dije de angelito estaba en mis manos. Me acerqué y lo abracé de nuevo para agradecerle- Me encanta, ¡Muchas gracias!

-¿Por qué tanta algarabía? -Gabriel entró a la habitación y nos vio con una ceja enarcada.

-¡Oh, Gabriel, también viniste! -justo cuando iba a saludarlo sentí como me sujetaron por la parte de atrás de mi camiseta, volteé a ver a Azrael confundida.

-Bacterias, ¿recuerdas? -lanzó excusandose.

-¿Pero por qué dejas que te abracé entonces? -su teoria no tenia ningun sentido.

-Bueno -pensó un momento-. Porque yo soy higiénico.

***

-Algún día, cuando, seas mayor, vas a entender él porque debo irme amor, mi Ana.

-Mamá -lágrimas corrían por mis mejillas -¿Cuando vas a volver?

-Nunca nada te pasara, siempre te protegeré, tendrás una vida plena y sólo conocerás la felicidad. Te lo prometo, mi cielo.

-¡Mamá! -sollocé.

-Ya debo irme, nunca olvides que te amo.

La vi irse y sabía muy bien que jamás volvería a verla.

Me desperté de repente, otra vez esa pesadilla. Cada tanto mi mente jugaba con mis animos y me hacía recordar esa noche. El reloj en mi mesa de noche anunciaba que ya pasaban las cuatro de la madrugada, sabía que no volvería a dormir y decidí levantarme para preparar un té.

-¿Por qué estás despierta a esta hora? -pegué un salto, a veces olvidaba por completo que no estaba sola.

-Tuve una pesadilla, iré a prepararme un té -asintió no muy convencido.

-¿Tú qué haces despierto? -empecé a caminar y me siguió sin tener más opciones.

-Duermo muy poco.

-¿Quiere un té? -se encogió de hombros, teníamos poco tiempo viviendo juntos pero ya me conocía lo suficiente como para saber que igual le prepararía una taza.

Luego de unos cuantos malabares en la cocina nuestra bebida estuvo lista y me senté frente a él, se me quedó viendo.

-¿Qué se siente soñar? -lanzó luego de su primer sorbo.

-¿Soñar? -pregunté confirmando que había escuchado bien y él asintió-. ¿Nunca has soñado nada? -negó con seguridad.

-¿Eso es posible? -se quedó en silencio y supuse que no daría otra respuesta. Pensé un momento.

-Es como estar viviendo en un mundo donde no puedes controlar lo que pasa ni tomar decisiones.

-En tu pesadilla, ¿tuviste mucho miedo? -asentí y probé el té cuando confirmé que no me quemaría-. Lo siento -lo miré confundida-. En el mundo de tus sueños no puedo protegerte -sonreí viéndolo con ternura.

-¿En este si? ¿De cualquier cosa?

-Puedes estar segura de eso -lanzó con tanta seguridad que le creí.

-Muchas gracias, Azrael -sus mejillas se enrojecieron un poco y reí. Siempre se sonrojaba cuando lo llamaba por su nombre-. Yo también voy a protegerte entonces.

-¿Lo harías? -preguntó.

-Lo haré -le sonreí.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

¡Buenas noches!


La mujer de la ParcaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt