IV. EL VALOR DE LAS COSAS

8 0 0
                                    

Seguí los pasos de mi anfitriona hacia el interior de la mansión por un camino empedrado con columnas de madera natural unidas por vigas superiores también de madera y con una cobertura de enredaderas naturales que proporcionaban una sombra muy agradable a su paso, sin duda el jardinero había hecho un gran trabajo. Al final del camino se encontraba el porche que se accedía por unos escalones subiendo a una altura de unos 30 cm del nivel del suelo. En la estancia había 4 tumbonas desplegadas, un sillón de tres plazas de mimbre con cojines de color gris perla y una mesa de jardín de color blanco metálica con 4 sillas también blancas y metálicas todo ello cubierto por un cerramiento de color negro forjado y en lo alto una tela de toldo desplegable de color amarillo suave.

El señor que me había abierto la puerta del coche estaba situado esperando en la entrada al interior de la vivienda. Al acercarme pude observar sorprendido como por protocolo hacía una pequeña reverencia mientras deba la bienvenida a la casa a la señorita Amanda, pensé que tenía un bonito nombre acorde a su belleza y estilo. 

Amanda entró con paso firme hacia lo que parecía un salón enorme, yo le seguí esperando que me diera algún tipo de instrucción o dirección. En ese momento no era capaz de centrarme en nada más ni de procesar más información, me sentía muy nervioso e inquieto. Ella se giró hacia mi y empleando un tono de cariño y cercanía me pidió que me fuera a mi habitación a cambiarme y luego bajara a almorzar ya que en ese momento charlaríamos de todo lo que había pasado esa noche. Se dio la vuelta y se marchó dejándome sin posibilidad de pedir explicaciones y quedándome solo en medio de ese gran comedor sin saber que dirección tomar.

Era el momento perfecto para irme sin que nadie se diera cuenta pero confieso que tenía mucha curiosidad por ver como era la casa y mi supuesta habitación. Me aventuré por las escaleras que conducían al piso de arriba por lógica pura. Eran de madera maciza barnizada en tono oscuro con una alfombra verde, roja y fina que cubría todos los escalones. En el descansillo entre los dos pisos había una vidriera, que dejaba entrar la luz natural, con un escudo heráldico dibujado y el símbolo de un León. No entendía muchas de esas cosas por lo que decidí proseguir con la búsqueda de mi habitación. Subí hasta al primer piso, la escalera continuaba hasta otro nivel pero no procedía seguir subiendo de momento.

Abrí la primera puerta que tenía frente a mi descubriendo un cuarto de baño enorme. En la pared más alargada había un par de muebles de lavabo que tendrían aproximadamente un metro y sobre cada uno de ellos un espejo que se iluminaba tenuemente al entrar, a izquierda y derecha de ambos todo dispuesto muy simétricamente continuaba un armario con toallas dobladas perfectamente, por si fuera poco contaba con una bañera enorme a la izquierda que incluía hidromasaje y al lado opuesto tras una mampara translúcida una ducha de lluvia con chorros laterales de agua. No iba a tener otra oportunidad en la vida de probar ese tipo de lujos por lo que sin pensarlo me quité la ropa y me metí en la ducha. 

Había un panel para programar el modo que parecía salido de la NASA, como no sabía leer muy bien decidí dejarme llevar por la intuición de los dibujitos marcando lo que interprete como ''ducha normal''. Brotó inmediatamente el agua con una temperatura perfecta proporcionándome un placer que nunca había sentido. Cerré los ojos para disfrutar del momento. Empecé a caer en la cuenta que había gente que gozaba de este tipo de lujos habitualmente y sentí envidia porque no era justo que hubiera gente con tanto y otros con tan poco. Apagué el programa de la ducha y salí en busca de una toalla, mi ropa ya no estaba y en su lugar habían dejado un albornoz de forma tan sigilosa que no lo había escuchado. Vi una maquinilla de afeitar electrónica sobre el mueble del baño que antes no estaba supe leer entre líneas.

Observé mi cuerpo desnudo y desnutrido frente al espejo, ya ni recordaba la última vez que me había parado a observarme para poder contar las cicatrices que se dibujaban por todo mi cuerpo, la mayoría provocadas por cristales de botellas que nos tiraba la gente simplemente porque les parecía divertido como si fuéramos ciudadanos de segunda. Cogí la maquinilla y empecé a afeitarme, llevaba una barba altamente desaliñada a conjunto con mi melena así que miré al espejo y decidí cambiar mi look personal. Puse un peine en la maquinilla y continué por la cabeza dejándome el cabello rapado ¡Ahora si me sentía como nuevo! Me lavé la cabeza de nuevo en el lavabo y tiré todos los pelos en un cubo de basura que había dentro del baño. 

Salí del baño vestido con el albornoz y unas pantuflas que se acoplaban perfectas a mis pies, había llegado el momento de localizar mi habitación junto con mi ropa porque no tenía intención de seguir medio desnudo entre desconocidos. Había un pasillo central con dos puertas a cada lado de la pared enfrentadas entre si y una puerta frontal. Lo mejor sería abrir lentamente cada habitación para evitar que si se asustara alguien si estaba ocupada. Probé con la primera puerta de la derecha sin suerte, estaba cerrada con llave así que fui a la de enfrente porque la lógica me decía que tenía que ser una de las más cercanas al baño, abrí la puerta sigilosamente y respire aliviado ya que no había nadie. Dentro se observaba un ventanal muy grande con una terraza exterior de parte a parte, la habitación estaba compuesta por una cama grande, un armario de parte a parte y un mueble tipo cómoda. Abrí los cajones y solo encontré ropa de cama (sábanas, mantas, etc.) fui hacia el armario y dentro solo había abrigos, chaquetas, mantas. Deduje que debía ser la habitación para proveer al resto. 

Me dirigí de nuevo al pasillo en busca de mi habitación, todavía me quedaban 3 habitaciones que explorar en el primer piso. Me acerqué a la que tenía al lado, también en la pared izquierda y abrí muy despacio la puerta, tras la rendija vi a Amanda, esa debía ser su habitación. Se encontraba semidesnuda de espaldas frente al espejo observándose y yo me quedé unos segundos observándola maravillado por el color de su piel seguramente suave al tacto. Su pelo descansaba suelto sobre sus hombros desnudos y la curva de su espalda era perfecta dibujando una silueta perfecta. Llevaba únicamente unas braguitas de encaje color rojo intenso. En el espejo se dejaban ver sus bonitos pechos tan naturales y perfectos. Mi corazón se aceleró ante tal imagen, quería quedarme eternamente ahí observando su belleza pero entonces su mirada se cruzó con la mía a través del espejo. Ella se cubrió avergonzada rápidamente y yo salí rápidamente metiéndome en la habitación que tenía más a mano justo en la pared frontal. 

Cerré la puerta tras mi paso quedándome detrás de la misma a modo de bloqueo sintiendo como el corazón estaba a punto de salirme por la boca totalmente excitado. No paraba de dibujarse la imagen de su cuerpo en mi cerebro. Intenté calmarme sentándome en el suelo junto a la puerta respirando pausadamente y alzando la vista al techo descubriendo gratamente que junto a la manivela había un pestillo, rápidamente lo cerré y me sentí a salvo.

Pasaron unos segundos y decidí que era el momento de inspeccionar la habitación, era por lo menos el doble de grande que las otras. El ala derecha contaba con una cama enorme, el mismo tamaño de armarios y cómoda, todo el frontal era una terraza exterior acristalada y en el ala izquierda había un sofá de 3 plazas, un televisor. enorme en frente y lo que parecía ser una videoconsola de última generación bajo con un montón de películas y juegos, a continuación había una puerta que dejaba ver otro cuarto de baño más pequeño que el otro pero con una ducha, un WC y un mueble de lavabo.

Me acerqué a la cama ya que alguien había dejado sobre la misma un conjunto de ropa preparado para que me la pusiera. Decidí probármela ya que no tenía intención de seguir mucho tiempo con el albornoz y me sorprendí gratamente al descubrir que era de mi talla porque me quedaba todo como un guante, demasiado formal para mi gusto ya que por mi experiencia pienso que es mucho mejor vestirse cómodo que elegante pero si algo he aprendido de esta experiencia es que no todas las clases de personas son capaces de comprender cuál es el verdadero valor de las cosas.

Vidas ParalelasWhere stories live. Discover now