II. EL VIAJE A LO DESCONOCIDO

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Noté como nos poníamos en marcha rumbo al laboratorio secreto e inconscientemente intenté memorizar el recorrido del trayecto puesto que me conocía al dedillo las calles de la ciudad y así saber cuan lejos se hallaba el punto de retorno en caso de necesidad de huida. 

No habrían pasado ni treinta segundos cuando noté un olor dulce y muy agradable cerca de mi nariz seguido de un fuerte dolor de cabeza y seguidamente perdí el conocimiento.

Desperté con la garganta seca y el cuerpo entumecido en lo que parecía ser la habitación de un antiguo hospital o sanatorio. Tardé unos segundos hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz intensa y blanca de los focos. Me froté la cara un par de veces y miré a mi alrededor, la camilla se encontraba situada en el centro de la habitación que sería de unos 15 m2, las paredes eran de azulejo verde botella y frente a mi descubrí una puerta cerrada de color gris perla. La estancia no tenía ventanas y había única entrada de aire proveniente de una rejilla de ventilación situada en el techo. 

Decidí levantarme a explorar cautelosamente el lugar donde me hallaba. Recibí el primer golpe de realidad al sentir el frío tacto del suelo en mis pies cayendo en la cuenta de que no llevaba ningún tipo de ropa puesta, alguien me había desnudado. Me enrollé la sábana en el cuerpo y me puse en pie caminando hacia la puerta cerrada para buscar a la doctora García y pedir algún tipo de  explicación. Acerqué mi oreja a la puerta para descubrir el más absoluto de los silencios, la sensación de soledad invadió todo mi ser de nuevo y empecé a preguntarme si de verdad quería estar allí, pero ya no había marcha atrás había llegado demasiado lejos como para elegir otra puerta que abrir no me quedaba más remedio que autoconvencerme y seguir adelante.

Abrí la puerta, nada a la vista en el otro lado salvo una oscuridad intensa. Palpé los laterales en busca de un interruptor sin suerte así que comencé a avanzar a ciegas con los brazos estirados en busca de algún obstáculo que pudiera hacerme caer al suelo. Habría avanzado un par de pasos cuando de repente se cerró tras de mi la puerta quedando atrás cualquier intento de huida hacia mi zona de confort. 

El suelo empezó a iluminarse dejando a la vista un largo y a la vez estrecho pasillo. Me di la vuelta y descubrí que la puerta de la habitación anterior no tenía manivela y por lo tanto tampoco posibilidad alguna de que yo la pudiera abrir. 

Emprendí la marcha lentamente por el pasillo titubeando, desnudo y desprotegido con la incertidumbre por lo que me iba a deparar mi futuro más inmediato. Unas flechas verdes se iluminaron en la puerta indicándome que debía avanzar y me dejé llevar avanzando con paso más firme. Surgieron al instante de la pared varios chorros de agua tibia formando una enorme cortina al más puro estilo lavadero de coches incluyendo por supuesto agua jabonosa. En la pared se había iluminado un cartel con una X roja que indicaba que debía detener la marcha. Cuando acabó el ciclo de lavado se encendió una luz verde de avance que me llevó hasta un túnel de secado frente a la puerta. Una vez finalizado mi aseo personal avancé hacia la puerta y tiré de la manivela esperando descubrir que nos deparaba el siguiente nivel.

La siguiente estancia fue una decepción total ya que solo era un pequeño vestuario con mi ajado vestuario eso sí lo habían lavado y desprendía un olor a suavizante con aroma de jazmín. Tomé asiento en el banquito junto al taquillón y me vestí. Observé que frente a mí habían dispuesto en una mesita un zumo que a la vista parecía de naranja y bollería recién horneada de la que no había probado nunca. Mi cuerpo reaccionó al instante como si llevara años sin comer. Engullí como un pavo todo lo que había encima de la mesa como si alguien fuera a entrar por aquella puerta a quitármelo y es que prefería pedir perdón que permiso.

Una vez finalizada mi comida decidí avanzar al siguiente punto, al acercarme a la puerta me di cuenta que esta vez no había manivela alguna por lo que decidí empujar sin suerte. Al parecer estaba ya en el nivel final y esta vez no podría avanzar sin el beneplácito de mis anfitriones. Una voz me indicó que tomara asiento y decidí obedecer sin oponer resistencia alguna. Las luces se apagaron y una pantalla bajó del techo posicionándose frente a mi. De repente comenzó lo que parecía un documental de los años 90 hablando de la historia del laboratorio y nombrando a varias personas entre ellas la doctora García. Decidí prestar atención ya que mi futuro iba a depender posiblemente de todo lo que se hablara en el video. Al final del mismo había un documento que tenía que leer y dar mi consentimiento. Como yo no sabía leer y no quería que ellos lo supieran marque un SI a todo dejando mi futuro inmediato en manos de aquella gente. 

La puerta frente a mi se abrió sola invitándome a avanzar de nuevo hasta el próximo nivel de mi aventura personal. Caminé sin miedo hasta una especie de estructura piramidal enorme situada en el centro. Levanté la vista y pude ver a lo lejos el cielo estrellado y una luna redonda y grande que daba luz a todo el habitáculo. La estancia era totalmente cuadrada  como si fuera un patio enorme exterior con paredes altísimas y tras de mi a una altura aproximada de 5 metros habían 3 ventanas grandes y muy bien iluminadas. Pude contar al menos 6 personas dentro observándome con sus batas blancas y sus carpetitas tomando notas. 

La doctora García se posicionó junto al micrófono para darme instrucciones precisas de lo que tenía que hacer y dejándome muy claro que solo habría una oportunidad por lo que no cabía el error en sus cálculos. Cuando la luna se posicionara exactamente en el vértice superior de la estructura debía caminar hacia delante y para evitar cualquier error ella emitiría una señal  sonora que me daría el pistoletazo de salida. Esperé paciente sin prisas observando aquella luna tan grande y hermosa sin pensar en nada más en ese instante.

La luna estaba muy cerca del objetivo final y mi corazón comenzó a palpitar rápido, mi cuerpo estaba reaccionando a la tensión de tan larga espera e incertidumbre. Empecé a arrepentirme de haberme bebido todo el zumo porque mis necesidades fisiológicas comenzaban a reclamar mi atención inmediata. Me despisté solo un instante y fue en ese momento cuando una señal acústica que me recordó a una emergencia por ataque terrorista  más que un pistoletazo de salida. No obstante mi cuerpo reaccionó a tiempo lanzándome hacia adelante como si no fuera a llegar a tiempo y volteándome hacia atrás para descubrir la cara de pánico de la doctora García gritando claramente un No como si algo estuviera saliendo mal. 

Todo se desvaneció tras esa imagen.

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