III. EL LUGAR QUE ME CORRESPONDE

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Empecé a dar vueltas a mi alrededor para ver donde estaba, en ese instante no era capaz de comprender que estaba pasando. Seguía siendo de noche, la luna estaba en el mismo punto que la última vez pero no había ni estructura piramidal, científicos o edificios. Me encontré en medio de un solar de tierra con un montón de coches alrededor aparcados. Empecé a escuchar ruido de gente y música cerca y el sonido propio del tráfico a pocos metros del lugar. 

Decidí avanzar hacia el gentío en busca de alguna pista de adonde había ido a parar. ¿Se trata de algún tipo de dispositivo de viaje? ¿En qué ciudad estaba? En mi cabeza empezaron a surgir millas de preguntas para acabar descubriendo a los pocos segundos que me hallaba en mi ciudad. Estaba lejos de mi zona habitual de confort pero seguía estando en Valencia y pude respirar aliviado. Tras de mi no había ni rastro del laboratorio ni de nadie que me estuviera esperando para seguir con el experimento.

Empezó a dejar de importarme incluso la gratificación, la situación tenía toda la pinta de que había sido una broma de mal gusto y me habían utilizado para ridiculizarme pero pude sacar algo positivo de aquello y es que había cenado como un campeón. Como no tenía nada de dinero emprendí la marcha caminando para buscar a Jordi y contarle todo lo que había pasado. Seguramente su respuesta fuera un ¡Te lo dije! y tendría que darle la razón pero se alegraría de verme y volveríamos a ser un equipo.

Llevaba caminando aproximadamente una hora, los primeros rayos de luz anunciaban la inminente salida del sol y yo me sentía cansado pues no había dormido salvo las horas que hubiera hecho el efecto del narcótico del laboratorio. La calle por la que andaba se hallaba totalmente vacía y decidí que era el momento ideal para tomarme un pequeño respiro.

Me senté en un banco de madera, no era muy cómodo pero mucho mejor que el frío suelo o la dureza de un banco de piedra. No hacía mucho frío para ser todavía el mes de marzo así que eché el cuerpo atrás y cerré los ojos para descansar la vista. Empecé a pensar en como había discurrido todo en las últimas 24 horas hasta llegar a este punto y en como me había dejado engañar hasta tal punto. 

El sonido de un coche acercándose me hizo volver en mi mismo interrumpiendo mi momento de reflexión. No abrí los ojos, la experiencia me decía que si circulaba anormalmente lento sería probablemente la policía para pedirme explicaciones de por qué estaba en un banco y es que a los mendigos siempre se nos colocaba en el lugar menos visible para molestar lo mínimo al resto de la sociedad. El coche paró justo frente a mi, la puerta se del conductor se abrió y escuché unos pasos acercándose para detenerse frente a mí.

Abrí los ojos y me quedé gratamente sorprendido. Frente a mi, mirándome fijamente con mirada de desaprobación había una muchacha de no más de 30 años de complexión delgada, cara fina, nariz respingona, pelo castaño, ojos claros y labios perfilados. Emitía un aroma dulce y embriagador seguramente de un perfume de calidad, ropa de marca y tras ella un vehículo deportivo marca mercedes de color rojo. Tras mi examen exhaustivo pregunté a la muchacha si quería algo de mí. Ella se echó las manos a la cabeza con los ojos entre lágrimas y me dijo en un tono más fuerte de lo normal que llevaba horas buscándome y que por favor me subiera al coche.

Fue entonces cuando empecé a atar cabos para acabar entendiendo que la muchacha sería alguien del laboratorio que debía estar buscándome cuando pasé aquella especie de portal y que por lo tanto yo no me tendría que haber marchado de aquel descampado.  Solté un tímido lo siento mientras me dirigía a la puerta trasera del vehículo y me dejé caer dentro. Ella se quedó fuera haciendo una llamada de teléfono, escuche atentamente como daba indicaciones precisas de nuestra ubicación y como instaba a la persona al otro lado de la línea para que cesara en mi búsqueda, se disculpó varias veces. Me sentí importante para alguien por primera vez aunque fuera por un puro interés científico.

Subió al coche y se puso las gafas de sol, pude ver como clavaba su mirada en mi desde el espejo retrovisor central. Bajé la mirada, se notaba que estaba muy enfadada conmigo. Arrancó el coche e inició la marcha. Esta vez no había ni venda en los ojos ni narcóticos por lo que deduje que esta vez no me iban a sedar y sería un lugar menos secreto. El experimento había fallado y seguramente querrían esperar unos días para volver a repetirlo. 

Salimos de la gran ciudad circulando por una carretera cerca del palacio de congresos de Valencia, la verdad que nunca había estado tan lejos porque normalmente me limitaba a viajar andando a los sitios y todo era nuevo para mi. El reloj del coche marcaba ya las 08:17 de la mañana y dudé si debía entablar conversación o no con mi chófer particular pero claro está tenía mucha hambre y no sabía si alguien me daría algo para desayunar. El coche tomó un desvío hacía un pueblo llamado Godella que la verdad ni conocía pero empecé a preocuparme cuando tomó un camino rural deshabitado lleno de naranjos. ¿Querían acabar conmigo y deshacerse del cadáver? Puse la mano en el picaporte de la puerta a la espera de que  redujera la marcha lo suficiente como para saltar y emprender mi huida. Fue entonces cuando me miró y me dijo. ¡No Oliver, esta vez no te vas a escapar! mientras pulsaba el botón de seguridad de las puertas del coche.

Me vine abajo mentalmente valorando abalanzarme sobre ella para detener el vehículo, no me gusta la violencia pero es instinto de supervivencia y en ese momento primaba más lo segundo. Empezó a reducir la velocidad del vehículo a la vez que se habrían unos portones inmensos de una gran masía en medio del campo. El vehículo se detuvo en la entrada mientras un hombre de aspecto amable, presumiblemente el conserje de la vivienda, me abría la puerta del coche y me invitaba a salir. Salí con un poco de miedo pero mis instintos más primarios me decían que estaba fuera de peligro.

Giré sobre mi mismo haciendo una vuelta de reconocimiento, para ser un laboratorio contaba con todo tipo de lujos. Una entrada de madera que terminaba en un porche, piscina, pista de tenis, ventanas acristaladas, jardín de flores  y una fuente en el medio. Quedé impresionado por la calidad de detalle de la mansión y eso que solo estaba en la entrada. La voz de mi acompañante me trajo de nuevo de vuelta a la tierra al decirme una frase que marcaría el inicio de lo que sin duda sería una gran experiencia en mi vida:

¡Vamos Oliver! Debes ocupar ya el lugar que te corresponde.

Vidas ParalelasWhere stories live. Discover now