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Han pasado más de dos semanas desde aquel incidente en el que el osezno había resultado lastimado y desde que ambos se habían besado

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Han pasado más de dos semanas desde aquel incidente en el que el osezno había resultado lastimado y desde que ambos se habían besado.

Al día siguiente Roier había estado saltando de alegría por toda la casa, recordando aquella escena en su mente una y otra vez, tocando sus labios para recordar el tacto de los del osezno sobre él. Recordaba su rostro confundido y sorprendido la primera vez, su pálida piel estaba adornada por un rubor en sus mejillas e incluso un poco en su nariz, las pecas de su rostro adornaban este tan bello como siempre, sus labios estaban húmedos y entreabiertos, todo su rostro era una obra de arte, donde sus ojos eran la mejor parte.

Ahora que lo veía más a detalle concordaba con él, sí, eran pequeños, pero su forma almendrada decorada por sus largas pestañas que acompañaban aquel lindo color violáceo, purpura o lo que sea lo hipnotizaba por completo. En esa ocasión, más que nunca lo hicieron, pues el brillo en sus lindos ojos los hacía ver como estrellas.

Claro que lo mejor vino después de eso, cuando el azabache fue quien le pidió repetir el beso, en ese instante gritó con todas sus fuerzas internamente, se sentía al borde de tener un paro cardiaco por tanta emoción.

Y al día de hoy, cada vez que lo recordaba chillaba de felicidad y sonreía como el estúpido que era.

La mejor parte era que el oso se había ablandado un poco más con él.

Debido a la fuerte caída no fue hasta el día siguiente que el dolor muscular se volviera insoportable, en su piel solo estaban las cortadas que ya habían sido curadas, pero su muslo había sido lastimado y le costaba un poco la movilización, en sus palabras, era un dolor similar al de después de hacer ejercicios para las piernas, pero tres veces peor. Desde ese entonces Roier empezó a cuidarlo.

Le llevaba casi que todas las comidas del día a la cama por más que el osezno se negara. Muchas veces lo veía escabullirse a la cocina para preparar algo por su cuenta o para cenar en el comedor y siempre que lo veía terminaba por llevarlo como un costal de papas a la cama.

A consecuencia de eso tenía su hombro y brazos llenos de mordidas del oso.

— Sabes que no tenés que hacer esto... —Pronunció rendido el azabache que estaba sentado con la comida en su regazo, la cual recién le habían pasado. Se sentía demasiado avergonzado y sobretodo inútil, siempre hacía todo por él, por eso insistía en que era capaz.

Y si lo era, pero no solo cedía por lo increíblemente insistente que era Roier, sino porque quizá, sólo quizá le gustaba aquel trato. Además, últimamente se sentía cansado, la temperatura había estado bajando

El castaño dejó un beso en la mejilla ajena antes de sentarse a su lado, ignorando el gruñido que recibió a cambio, empezando a comer.— Me gusta hacerlo, además, sigues malito, pendejo, tengo que cuidarte.

— No necesito que me cuiden. —Insistió, llevándose una cucharada de huevos revueltos a la boca.

— Ta' bueno, lo seguiré haciendo igual.

purple eyes | spiderbear ⭑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora