Capítulo 35

616 70 9
                                    


Cloe.

Golpes impactan en mi rostro y en todo el cuerpo, manos que recorren cada curva me asquean, lágrimas contenidas quieren abrirse paso, pero no las dejo, soy más fuerte que esto.

Esa mano que busca mi entrepierna y la otra que amasa mi pecho me provocan nauseas, el maldito que está arriba mío tiene una sonrisa que me repugna y solo quiero librarme de él, peleo con todas mis fuerzas, araño su rostro. Pero solo consigo hacerlo retroceder un poco.

Su miembro se presiona en mí. No quiero esto, no lo quiero. Tengo que salir de aquí como sea. Su peso vuelve a impedirme el movimiento, maldita sea como es que soy tan pequeña, intento gritar, pero la voz no me sale.

Disparos se oyen escucho pisadas, alguien hablándome, pero solo me veo sobre un cuerpo ensangrentado el arma que sostengo aún está caliente, el humo que sale de ella me hace notarlo, levanto la vista y me vislumbro frente a un espejo, las manchas de sangre salpican mi rostro dejando un camino por donde tocan.

El reflejo en el espejo hace que me repita que esa no soy yo, las marcas violetas que ya se dejan ver asoman producto de la golpiza que me dieron.

Esa que veo allí no soy yo, sonríe como si disfrutará lo que acaba de hacer, viendo a través del espejo a mi espalda al hombre que intentaba abusar de mí, como si quitar la vida fuera un juego de niños. El arma apunta a mi cabeza y cuando el gatillo se presiona mi cuerpo convulsiona y me levanto de un tirón.

El dolor me frena a medio camino y el olor a desinfectante y esterilizado me penetra la nariz. La luz que hay es tenue, pero como puedo trato de adaptar la vista, una cama de hospital y unos sueros conectados a la mano es lo que puedo apreciar.

El goteo es lento mientras lo que sé que me estén pasando ingresa en mí. Paseo la vista por todo este lugar tan limpio y blanco que podrías comer en el piso tranquilamente.

Una mata de pelo castaño justo al lado, recostado sobre la cama llama mi atención. No puedo ver su rostro, pero puedo imaginar bien de quién se trata.

Extiendo la mano lentamente brindando una caricia y no demora mucho removerse y despertar. - Pequeño saltamontes - la voz apenas me sale en un susurro, siento la garganta rasposa.

Sus ojos soñolientos buscan adaptarse lo más rápido que pueden mientras se los frota.

- Oh mi pelirroja favorita, estaba tan preocupada por ti. Llevas tres días dormida. ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? - su mano impacta en mi hombro, lo que me hace soltar un quejido.

Su desesperación me causa un poco de risa - Lo siento, lo siento - se apresura a frotar donde fue el golpe; la hinchazón de sus ojos me dice que se la paso llorando todo este tiempo, pobre mi saltamontes.

Golpeo la cama y me hago a un lado, invitándola a subirse - Estoy bien, no fue nada. - no sé qué tan grave fueron mis heridas, pero no entiendo por qué estuve tres días inconsciente.

- ¿No fue nada? ¡¿No fue nada?! - el grito retumba en el lugar, y la silla donde estaba cae cuando se para para hacer énfasis a su pregunta, se pasea de un lado al otro en lo que suelta su discurso. - No se te ocurra decir eso – me señala con el dedo y puedo ver la angustia en su mirada - Tuviste tres costillas rotas, un pulmón perforado, los golpes internos fueron de gravedad, casi te pierdo en el quirófano, tu cuerpo convulsiono varias veces. Fue tan angustiante. Esos malditos te hicieron mucho daño, los médicos están sorprendidos de que aun en ese estado pudiste llegar consiente aquí.

Las lágrimas en su rostro no las resisto y siento el mío caliente y mojado. Mis dedos viajan al lugar y efectivamente estoy llorando también.

Se lanza a mis brazos y me desahogo con ella, lloro como una niña pequeña, siento que este no es mi cuerpo, las vendas que cubren cada parte me recuerdan lo que pasó.

Fallo a mi favorWhere stories live. Discover now