Tres veces Holly

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Aún hoy intento recordar que pasó ese día, no sé exactamente cuando fue, pero el recuerdo está vivo en mi mente.

Sarah y yo habíamos sido amigas desde el kínder, y para el momento del recuerdo, íbamos en quinto de primaria. Ella siempre tuvo una obsesión por las muñecas, una bastante peculiar. En su habitación tenía una colección de docenas de ellas. Un día de mayo, me encontraba en su casa y veíamos la tele. Concretamente, recuerdo que eran animados de princesa, cuando la programación es interrumpida por uno de esos molestos anuncios, habíamos oído de esa empresa tan famosa que sacaría una muñeca nueva.

Sarah se puso tan feliz que comenzó a dar saltos de felicidad mientras me decía:

—Será mía, será mía…

Yo solo la miraba sin decir nada, realmente no era muy fan de los juguetes, quizás siempre fui más madura que ella.

Al final del anuncio había una cuenta de Instagram a la que debíamos seguir para recibir una muñeca gratis. Debíamos seguirla, y comentar tres veces Holly, el nombre de la muñeca. Y eso hizo mi amiga, agarró el celular de su mamá, que con frecuencia dejaba en casa por accidente, y buscó la cuenta, e hizo los pasos para ganarse la muñeca.

Se me hacía raro que eso fuera todo, no hubiera que poner dirección ni nada, ningún nombre, ningún dato. Pero aun así, en mi mente infantil de aquellos días, lo vi como algo sin importancia. En menos de diez minutos al comentario de mi amiga le habían dado corazón. Y había recibido un mensaje directo a través de Instagram. Era un enlace, Sarah lo tocó y entró a una página, en la página le salieron muchos carteles con letras y palabras esparcidas por la pantalla, acompañados de una canción escalofriante. Y al final, una dirección, que para nuestra sorpresa quedaba a solo dos manzanas de la casa de Sarah.

—¿Me acompañarás? —me dijo Sarah.

—No lo sé, pronto anochecerá y mi madre vendrá por mí  —dije.

De haber sabido que esa sería la última vez que la vería, la hubiera acompañado. Vi como mi amiga se iba sola calle abajo, mi mamá solía decirme que allí vivía la gente mala. Y hoy entiendo por qué. Pasaban las horas y Sarah no regresaba, había ido a buscar la muñeca, quizás tampoco era para tanta demora. Su madre llegó a casa del trabajo y me saludó cortésmente.

—¿Y Sarah? ¿Se escondió otra vez?

No sabía que responderle, porque la niña estaba tardando y quizás se había perdido. ¡Qué equivocada estaba!

—Ha ido en busca de la muñeca.

Ahí procedí a contarle todo, lo del anuncio, lo del Instagram. Y mientras más hablaba más se alteraba la señora, comenzó a respirar entre cortado y salió corriendo por dónde le dije que bajó Sarah, mientras me dijo que le hablara la policía. Y eso hice, quizás por mis diez años no entendía la gravedad del asunto. Mi madre había llegado a buscarme casi que al mismo tiempo que la policía. Recuerdo que me sentía abrumada por tanta atención encima, un señor canoso me hacía repetir una y otra vez la misma historia, al mismo tiempo que tomaba nota de todo lo que yo decía.

Pasaban las horas y me estaba entrando sueño, era más de media noche y Sarah seguía sin aparecer, tenía miedo y muy en el fondo me sentía culpable. Quería estar en su lugar.

Pasaron tres largos días donde nadie sabía nada de mi amiga, y mi hogar se había convertido en un salón de interrogatorios, varias veces venían y me hacía preguntas. Cuando buscaron la cuenta de Instagram ya no estaba, los mensajes habían sido borrados del chat, como si nunca hubieran existido.

La mamá de Sarah cada vez dudaba más de mi historia, haciéndome sentir aún peor. En el colegio todo era un caos, carteles de DESAPARECIDA por todas partes con el rostro de esa niña. Al cuarto día de la desaparición, la policía dio con la dirección donde había estado Sarah, comprobando así mi historia. Encontraron primero una zapatilla rosa entre los arbustos de una casa abandonada, y luego la pequeña mochila negra que ella siempre llevaba.

También habían descubierto que dos niñas más habían desaparecido en otros estados y de maneras muy parecidas, por lo que llegaron a la conclusión de que se trataba de una banda de crimen organizado, que tal vez se llamaba Holly. Luego de un tiempo de investigación, se percataron de que había algo escrito en el zapato que habían encontrado, con letras tan pequeñas que necesitaban leerse con lupa, fue algo que que llenó de incertidumbre a los oficiales.

Era lo siguiente: Sara es la nueva muñeca de mi colección .

Atte, Holly.

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