El camino equivocado

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El camino equivocado

Era de noche y la calle estaba oscura, la luz de la moto solo alumbraba un par de metros adelante, y la carretera no parecía tener fin. Los alrededores eran árboles secos y letreros gastados, Maya comenzaba a aterrarse. Se cuestionaba una y otra vez si hacer una carrera de motos con él había sido una buena idea.

Al principio todo iba bien, eran las siete de la noche y la pareja de novios aficionados a las carreras avanzaron por la autopista, a varios segundos de la meta, el novio de Maya se desvía por un estrecho caminito, y ella lo sigue esperando una explicación, él le saca una ventaja de cinco metros aproximadamente, pero en unos minutos el espacio entre ambos crece, y en una curva Maya lo pierde de vista. Habían doblado, y se habían adentrado a la naturaleza al menos cinco veces, por lo que no sabía volver.

—¡Marlon! —gritaba Maya una y otra vez intentando no perder la calma.

No era la primera vez que hacía eso, Marlon se caracterizaba por sus bromas de mal gusto. Pero esta vez el lugar no parecía muy seguro, quizás demasiado aislado. La chica no pensaba darse la vuelta sin su novio, por lo que continuó en la moto. El aire contra su rostro, la sensación de adrenalina y rapidez lo eran todo para ella. Permaneció en el camino mirando hacia todos lados intentando ver la luz de la moto del chico, pero no lo logró.

Una gruesa rama baja, inclinada hacia la carretera le da en la cara a Maya sacándola de la motocicleta, cayó en un charco de lodo a la orilla. La rabia, el miedo y la confusión le jugaron en contra, ¡Estaba perdida! Y sabe Dios dónde andaba el hombre. Ella se levantó del lodo con furia y sintió como la sangre caliente caía por su rostro, parada allí, alumbrada únicamente con poca luz que emitía su transporte tirado en el suelo se pasó la mano por el rostro notando que la herida era mucho más profunda de lo que creía. Se quitó un guante y lo presionó contra la frente para detener la hemorragia, era su primer accidente en varios años.

Cómo pudo se las arregló para levantar la moto y ponerla justo en medio del camino, después de todo no parecía que pasará mucha gente por allí. Quizás para ese momento fue que Maya entendió lo grabé de su situación, sola en medio de la nada, con su novio perdido y una herida bastante grave en la cabeza. Intentó usar su teléfono para llamar a alguien que pudiera ayudarla, pero como era de esperarse, nada de señal.

  —Maldito Marlon, esto es tu culpa —gruñó mientras pateaba la moto.

Decidió que lo mejor era seguir adelante, con suerte hallaría una casa de campo, o un lugar donde pasar la noche. Llevaba unos diez minutos caminando, sin dejar de mirar por todos lados por el pánico, y vio una luz entre las ramas. No supo si alegrarse o temer, después de todo no sabía que de que o quien se trataba. No sabía qué hacer, pero era mejor ir hacia la luz que quedarse en medio de la oscuridad de un lugar desconocido.

Una mujer, una bastante rara le pasó por el lado. En dirección de dónde Maya venía, no es que hubiera muchos lugares para visitar por allí, pero bueno. La silueta era de una señora regordeta con una bata blanca puesta, que por la poca luz parecía de unos cuarenta y muchos.

—Oiga, ¿Puede ayudarme? Estoy perdida. ¿Hay algún pueblo cerca?

La mujer hizo silencio, la miró unos segundos para luego decir:

—No, el pueblo más cercano está a varios kilómetros de aquí —respondió y se giró para irse.

A Maya le pareció raro que anduviera sin linterna.

—Espere, ¿Entonces de dónde vienen esas luces? —preguntó señalando.

—Si eres lista no entraras allí, y menos a esta hora. Es un hospital psiquiátrico.

—Creo que es mejor ir allí que vagar en la oscuridad —respondió la joven. 

—¿Qué te da a entender que el hospital esté separado de toda la civilización? —cuestionó la mujer.

Maya hizo silencio. Era una conversación demasiado extraña, no conocía a esa persona de nada, y quizás sus intenciones eran solo asustarla.

—No lo sé.

—Que los que están allí son los más peligrosos. Y apaga la luz de tu moto, si uno de ellos te descubre estarás en graves peligros. Niña, como se nota que no tienes idea de dónde estás, has tomado el camino equivocado —dijo eso último y se fue.

Maya no sabía si creerle o no, pero apagar las luces su moto significaba absoluta oscuridad, aun así, lo hizo. Un hospital psiquiátrico eh, al menos ahí seguro había alguien que pudiera ayudarla con la herida, estaba comenzando a marearse las lesiones en la cabeza era muy peligrosas, hasta que se desmayó.

...


Abrió los ojos y vagamente veía luces y personas a su alrededor corriendo de un lado a otro. ¿Cómo había llegado hasta allí? No podía mover su cuerpo, así que supuso que la habían sedado, la herida de su frente ya no dolía. Quizás lo que dijo la señora era cierto, puede que la gente del hospital la hubiera llevado cuando se desmayó. Ahora corría peligro. Maya no hacía más que pensar en Marlon y en todo lo que le había ocurrido esa noche.

Hizo silencio para poder oír las conversaciones a su alrededor, por lo que fingió estar dormida, dejando semiabierto un ojo.

—Hemos recuperado a la paciente número ciento doce. Estuvo prófuga por un par de horas en el bosque, pero ya la tenemos. —dijo un hombre vestido de médico por el celular.

—Sí, nos hemos encargado de todo. La hemos sedado y ya tenemos su diagnóstico definitivo. Tiene Esquizofrenia Paranoide, significa que con frecuencia se inventa escenarios ficticios. Lo último que dijo es que tenía un novio llamado Marlon o algo así, habló de carreras de motos, de una mujer en el bosque etc. O sea, nada de lo que dice ha sido real, todo producto de su imaginación.

Maya está en shock, volvió en sí misma en poco tiempo y dejo de fingir estar dormida, comenzó a llorar. Los médicos a su alrededor volvieron de nuevo con una jeringa en mano, le inyectaron algo en el cuello que la dejo inconsciente al instante.

Antología de Cuentos Oscuros (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora