10. Niños pijos

8 1 0
                                    

Finalmente, Robbie y Marshall decidieron hacerle caso a Jamie y asistir a la fiesta con las chicas. Los seis esperaron en el piso de la bisabuela a que llegaran Minnie y Corey también para unirse a ellos y llegar todos juntos.

–¿No viene Claire? –preguntó Pam mientras esperaban. Ella, Kate, Robbie y Kimmy se encontraban repantigados en el enorme sofá de la salita, rodeados de cojines despeluchados, latas de Carlsberg vacías y envoltorios de Tigretones, mientras que Marshall le daba a Jamie el tour de la salita.

–Mira, y esta tele –relató, abarcando con los brazos la televisión en la que estaban viendo las cintas VHS de cuando la madre de Kate grababa los conciertos de rock que echaban por MTV–, la ganamos en un sorteo del MediaMarkt. Nos colamos en las oficinas del almacén y robamos como diez millones de papeletas para conseguirla. Y este agujero de la pared de aquí...

–Nop –Kate negó con la cabeza, respondiendo a la pregunta de Pam–. Sus palabras textuales han sido: "ya tengo bastante con las estiradas de mi instituto como para encima estar aguantando a los del vuestro."

–Wow.

Se suponía que la fiesta empezaba a las ocho, pero, gracias a la tardanza de Minnie y Corey, al gran sentido de la orientación de Robbie (que aseguró saber el camino pero los tuvo dando vueltas por un barrio equivocado durante una hora), a dos botellas de vodka que Kate había escondido en su chaqueta con el fin de llegar a la fiesta ya calentitos, y a que no tenían acceso a ningún vehículo que no fuera el monopatín de Marshall, no llegaron a la casa hasta bien entradas las diez.

Decidieron dar una vuelta por la casa y casi se perdieron. Era del tamaño de una mansión, y parecía estar construida como un laberinto; la gran masa de estudiantes bebiendo, fumando, liándose por las esquinas, peleando, gritando y vomitando sólo hacían el perderse aún más fácil. La estimación de Kimmy parecía ser correcta: la gente con dinero montaba buenas fiestas. La música era horrible, y la compañía aún peor, pero había alcohol a manta, y la droga era de calidad.

La mayor concentración de gente parecía estar en la cocina, donde habían, entre otras cosas, tres barriles de Heineken, una mesa alrededor de la que un grupo de estudiantes jugaba al duro con pelotas de pimpón, y una pequeña aglomeración de gente coreando y vitoreando mientras un chico con las mejillas hinchadas y la frente enrojecida bebía cerveza desaforadamente por un tubo conectado a uno de los barriles. Allí, sentado en uno de los taburetes que rodeaban la isla, se encontraron a Noah Beck, el chico de cabello oscuro y ojos amielados que los había invitado a la fiesta, sentado tras una línea de vasos de chupito vacíos y riéndose junto con un par de otros chicos.

–¡Chicas, hola! –saludó enérgicamente al verlas acercarse, abandonando la conversación con sus amigos y levantándose del taburete para abrazarlas–. ¡Habéis venido! Oh, y os habéis traído a vuestros... amigos. Genial.

Marshall rodó los ojos, mientras que Robbie y Jamie se miraron e hicieron una mueca. Una vez Noah hubo terminado de mirarlos de arriba abajo con una ligera expresión de asquete, volvió a adoptar una amplia sonrisa y se dirigió de nuevo a las chicas.

–¡Gran fiesta, Noah! –felicitó Kimmy, ojeando al pelirrojo de un metro noventa vestido con la chaqueta del equipo de fútbol del instituto con el que su anfitrión había estado charlando antes–. ¿No nos presentas a tus amigos?

–¡Ah, sí, sí, claro! –afirmó el chico exaltadamente. Kate frunció el ceño. ¿Es cosa mía o Noah tiene las pupilas dilatadas?

Empezaron varias rondas de chupitos y pronto la gente empezó a dispersarse. Kimmy fue la primera en abandonar la cocina, llevándose al jugador de fútbol con ella. Al poco tiempo, Corey y Minnie desaparecieron sin dejar rastro, probablemente en busca de un sitio para follar o para pelearse, y Robbie no tardó en encontrar a una chica guapa sentada sobre una de las encimeras, coquetearle durante aproximadamente veinte segundos e inmediatamente proceder a liarse con ella.

𝙃𝙀𝙇𝙇'𝙎 𝘼𝙉𝙂𝙀𝙇𝙎Where stories live. Discover now