Capítulo 8 - O Fortuna

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Era la tercera vez que Jimin intentaba llamar a la puerta de Hoseok, pero no parecía conseguir sacar el valor para hacerlo. Tras un mes sin hablarse, su paciencia había llegado a su límite. Si quería ganar aquella competición silenciosa por ver quien daba su brazo a torcer, le concedería la victoria, pero no podía soportar no tenerle en su vida ni un minuto más.

En otras ocasiones, había sido Hoseok quién se había comportado como el maduro de los dos con el paso de los días, yendo a arreglar su posible desacuerdo. Pero a medida que las semanas habían ido pasando tras su pelea en el conservatorio, Hoseok no había hecho más que alejarse aún más, y a Jimin cada vez le dolía más su ausencia. Si a eso le unía el hecho de que Taehyung le había dicho que Hoseok no estaba pasando por un buen momento, la preocupación había ido creciendo en su interior hasta que se había hecho insoportable.

Estaba todavía haciendo el esfuerzo de poner su preocupación por delante de su orgullo, cuando un chico de su edad con un casco de moto en una mano y una bolsa con recipientes de plástico en la otra se paró junto a él.

— ¿Vas a llamar al timbre? Tengo que entregar este pedido en este apartamento.

— No te preocupes, lo hago yo mismo—respondió Jimin, interpretando aquello como una señal del destino para que se decidiese a hacer lo que había ido a hacer—Dime cuánto te debo.

Un poco dubitativo, el chico aceptó la propuesta. Jimin sacó la tarjeta de crédito de su bolsillo y pagó sin mirar siquiera la pantalla del datáfono. Una vez que el chico hubo desaparecido por el pasillo, respiró hondo y picó con los nudillos contra la madera de la puerta. Los inconfundibles pasos de Hoseok se acercaron, y unos instantes más tarde la puerta se abrió.

— ¿Qué haces aquí? Márchate, por favor—dijo Hoseok al verle.

— Me puedo ir, pero tengo aquí tu cena. O hablamos, o te quedas sin ella.

— Muy bien, quédatela—respondió Hoseok, llevando la mano a la puerta para cerrarla. Pero antes de que pudiese conseguirlo, Jimin metió el pie en el hueco para impedírselo.

— ¡Espera, espera! Por favor, quiero disculparme. Y hablar contigo. Estoy preocupado por ti.

— Jimin, no sé qué es lo que no entiendes. No quiero verte.

— Te echo de menos, Hobi hyung —respondió Jimin con un hilo de voz, cerrando los ojos y apoyando la cabeza sobre su lado de la puerta.

La presión sobre el pie de Jimin de suavizó ligeramente, quedándose ambos en silencio un instante antes de que Hoseok volviese a hablar, abriendo lentamente la puerta nuevamente.

— Dime lo que quieras y te marchas—dijo Hoseok, arrebatándole la bolsa de la mano—Y dame mi topokki.

Asintiendo vehementemente con la cabeza, Jimin aceptó sus condiciones y entró al apartamento al mismo tiempo que ponía la bolsa con la comida en la mano de Hoseok al pasar, casi como si fuese un intercambio de rehenes. El invitado se descalzó lentamente y caminó con pasos inseguros hasta sentarse en su rincón predilecto, un puf de color aguamarina lleno de zurcidos y zonas descoloridas.

— No te pongas tan cómodo—dijo Hoseok con voz seria y firme mientras dejaba su cena sobre la encimera—Y por favor, date prisa.

Jimin se levantó de un salto con una mezcla de incomodidad y tristeza. Se sentía perdido viendo el comportamiento de su amigo. ¿Qué estaba pasando? Era la primera vez que Hoseok era mínimamente brusco con nadie, mucho menos con él. Ver su habitual rostro sonriente tan serio, tornado en una mueca casi de disgusto le encogió el estómago.

Entre notas [EN EMISION]Where stories live. Discover now