capítulo 20

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Nos encontrábamos recogiendo las cosas de Trish, ya habían pasado tres días desde su ingreso en el hospital, y hoy le daban el alta.

- ¿En casa también me darán pudin? - pregunta haciendo un ligero puchero.

- Eso le tocará a Sam - dice mi mamá riendo.

- ¡Joo! Pero Sam no sabe hacer pudin - se queja.

- Claro que sé - entrecierra los ojos y pone los brazos en forma de jarra.

- ¿Acaso no te acuerdas de la vez que intentaste hacerlo para mi cumple?... Pasé con diarrea una semana - hace una cara de asco.

La habitación se llena de las carcajadas de mamá y mías.

- Es verdad - digo recuperando el aliento.

- Venga, hora de irse - anuncia mi madre.

****

Cuando llegamos a casa, mamá baja del coche y saca las muletas de la parte de atrás de éste, mientras cargo a Trish, ya que todavía no puede usar las muletas, camino hacia la entrada, mamá nos sigue con los peluches de regalo que recibió mi hermana en estos días.

- ¿Puedes abrir la puerta rubia? - la pregunto.

- ¡Claro!

Estira su pequeño brazo y gira la manilla.

Cuando la puerta se abre, casi me da un paro y creo que a Trish también.

- ¡¡BIENVENIDA A CASA!! - gritan todos.

- ¡¡OH, SANTA PEPA!! - grita mi hermana tapando su boca con sus manos. La miro, los ojos casi se le salen de las órbitas. No puedo evitar la risa, al igual que todos.

Dejo a Trish en el sofá e inspecciono el salón donde todos le basan las mejillas. La frase "Bienvenida a casa Conejita" esta formada por letras de colores, unidas por una cuerda que está atada a los dos extremos del marco de la puerta del salón. Hay globos de helio en todos los colores y tirabuzones que caen hasta casi tocar nuestras cabezas.

- ¡Hay que partir la tarta! - grita Ana y los compañeros de Trish del colegio y ella gritas 'SÍ'

- Ya voy yo a por ella - me ofrezco.

- Te ayudo - Cameron me sigue, yo solo asiento y sonrió nerviosa.
¿Cuándo va a dejar de ponerme nerviosa?

Todos estos días ha estado llegando a visitar a mi hermana al hospital, y también se ha pasado por mi casa para ver cómo estaba. Ha estado super amable, cariñoso, y sobre todo me ha estado apoyando y animando.

A Taylor no le he visto desde el día que montó el numerito en el hospital, al día siguiente no paro de enviarme mensajes en los que se disculpa, y cuando vio que no contestaba, empezó con las llamadas. Gracias a Dios no se le ha ocurrido venir a mi casa. Porque no se qué haría si le viera. Puede que la rabia me consuma al recordar sus estúpidos celos en un momento tan doloroso.

- ¿Dónde la habéis comprado? - pregunto, es preciosa, y sonrió al ver que tiene la imagen de Pepa Pig en el centro de la tarta.

- La ha hecho el padre de Ana, en su restaurante - dice admirando la tarta - No entiendo porqué les gusta este muñeco a los niños. Parece de todo, menos un cerdo... Tiene cara de pene - lo último lo dice como para sí mismo, pero al escucharlo casi me atragantó con mi propia saliva.
Me mira y sus mejillas se bañan de un leve rubor. Oh, que tierno. Se ha avergonzado.

Le sonrió y me doy la vuelta, dejo las servilletas en la mesa, me estiro para coger los platitos de postre, que están en el armario más alto.

Genial.

Y llegue a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora