Doce

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La noche era cerrada, llovía, pero ese día no podían pararse en un tejadillo como los dos hubieran querido

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La noche era cerrada, llovía, pero ese día no podían pararse en un tejadillo como los dos hubieran querido.

La madre de Minho le había enviado un mensaje, se había pasado de la hora acordada y su padre estaba furioso.

Jisung se había ofrecido voluntario a acompañarlo a casa, con la excusa de que él si tenía un paraguas, aun que en realidad ese era de Seungmin y se lo había prestado para que pudiera pasar un rato más con Minho.

Jisung hacía rato que había entrelazado su mano con la de Minho, y hubiera sido muy romántico si el chico no estuviera temblando de miedo.

— No debí venir...

— No digas eso Minho, eres joven, te mereces disfrutar. — Jisung notó como el chico paraba de caminar, apretando un poco el agarre de sus manos.

— Lo se, pero no puedo, vivo atado a esta vida... No quiero arrastrarte a esto, he estado siendo egoísta últimamente. — Minho miraba con pena sus manos unidas, tratando de guardarse en la memoria la sensación cálida del tacto de Jisung, sabía que lo castigarían una temporada iba a ser imposible para él ver al chico al menos por un par de semanas.

— No es egoísta si yo también quiero verte todo el tiempo ¿Verdad? — Jisung levantó el rostro del boxeador, quería mirarlo a los ojos y que él viera a los suyos. — Me da igual la vida a la que me estés llevando, me hace feliz estar contigo, puedo luchar contra lo que venga si estoy contigo. — Jisung no lo dejaba ver, no permitía a nadie enterarse del hogar del que venía ni ver los problemas que atormentaban su mente. Solo él sabía que desde aquel beso en la sala de Felix, un rayo de sol se había colado entre sus nubes y que cada día, fingía menos, las sonrisas que decoraban su rostro comenzaban a ser genuinas.

Minho bajó la mirada, demasiado tímido ante la aplastante sinceridad del bailarín, sentía que no lo merecía, no merecía a alguien tan puro, ni con un corazón tan grande como para quererlo con todo lo que era él.

Jisung lo quería con sus miedos, con sus cadenas y sus heridas, no lo forzaba a luchar ni a escapar, solo lo quería y lo apoyaba para que él decidiera, le daba libertad y lo apoyaba con ella. Jisung no lo quería encadenar a él con sus sentimientos, quería darle alas.

El teléfono de Minho comenzó a sonar, y con pánico, sacó el aparato de su bolsillo, viendo el nombre de contacto de su padre brillando en la pantalla.

"Entrenador"

Las manos del chico temblaban mientras sentía el aire desaparecer a su alrededor. Jisung tomó sus mejillas, haciendo que lo mirase de nuevo.

— Tu puedes, estoy contigo... Contesta

Minho logró descolgar la llamada y los gritos fueron inmediatos.

¿¡Qué haces aún fuera!? ¡Deberías haber llegado hace tres horas Minho! — La voz de su padre tenía un tono hostil, haciendo sentir casi tangibles las cadenas atadas a sus muñecas.

DLC - Minsung Kde žijí příběhy. Začni objevovat