42. Compañia

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Emilia

Fruncí mi ceño al escuchar el pitido de una máquina, era obvio que no estaba en mi casa. Abrí mis ojos, pero volví a cerrarlos al sentir la luz lastimarlos.

¿Dónde estoy?

—Emilia, que bueno que despertaste —fruncí mi ceño ante aquella voz, traté de que mis ojos se adaptaran a la luz

Una vez que pude ver con claridad, caí en cuenta de que estaba en un cuarto de hospital.

—¿Elia? —sonrió— ¿Por qué estoy aquí? 

—¿No recuerdas nada?

—Bueno...recuerdo estar en...un partido de fútbol —asintió escuchando mi relato—, también recuerdo haber sufrido un golpe en mi pie —mire hacia ese lugar, quite la sabana

Mi pierna estaba enyesada, la mire con suma preocupación.

¿Esto es grabe?

—Sufriste un desguince de tobillo moderado —la mire atenta—, nada grabe, pero tendrás que permanecer con el yeso unas tres semanas, luego harás terapias para que puedas recobrar la movilidad de tu pie

—¿Podre volver a jugar?

La pregunta me salió sin ni siquiera pensarla demasiado. Esto interfería en mi vida de muchas maneras.

—Claro, con la recuperación adecuada podrás volver a la cancha en un mes o mes y medio —asentí sintiendo alivio

—Gracias Elia, perdón... doctora

—Vamos Emilia, ya eres como de la familia —rio —. Agradece a mi hermana que me hablo camino hacia acá, estaba muy preocupada —asentí

—¿Ya sabe que no es nada grave?

—No he hablado con nadie, le diré ahora —se detuvo antes de salir—, tus padres están afuera —asentí, con la mirada en mi pierna enyesada

Un mes en reposo.

—Mierda —cerré mis ojos dejándome caer a la cama

—¿Qué te he dicho de las malas palabras? —mire a mi madre

Una fuerte vulnerabilidad me invadió, creo que fue muy obvia porque ella no tardó mucho en darme aquel abrazo maternal. Me heche a llorar.

—Mi amor, vas a estar bien —su mano subía y bajaba por mi espalda—, afortunadamente no fue nada grabe

—Ya nos explicó la doctora que solo fue un desliz de tobillo, nada grave —escuche la voz de mi padre

No quería escuchar nada más de esto, solo quería seguir llorando en los brazos de mi madre.

—No quiero estar en reposo —murmure contra el pecho de mi madre—, necesito estar entrenando

—Lo sabemos, pero solo serán un par de semanas

—En la vida hay que hacer sacrificios mi amor, y este es uno de ellos

—No debí haber jugado —los miré sin apartarme de mi madre

—Todo pasa por algo, esto tuvo que pasar —mi padre se encogió de hombros—, si no te fracturabas ahora, tal vez hubiera pasado durante la semifinal

—Y, hubiera sido más grave —comento mi madre

La puerta se abrió, mi hermano entro y sus ojos verdes me enfocaron, sonrió.

—Dios, Emilia, por poco creí que no la librabas —solté una risa cuando él rio

—Samuel —regaño mi madre

Un juego a la vezWhere stories live. Discover now