Capítulo 7

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La cabina del avión privado estaba en absoluto silencio. Ningning y Giselle intercambiaban miradas de desconcierto sin atreverse a decir nada, y Jimin y Minjeong miraban por sus respectivas ventanillas, con los brazos cruzados una y leyendo una revista la otra. No habían abierto la boca desde que habían salido de Creta.

                         

Y es que una vez hechos los equipos, Hermes les había comunicado a qué titán debía noquear cada uno basándose en las habilidades divinas de los héroes. Ryujin, hija del dios del rayo, se encargaría de Cronos, deidad de los cielos. A Giselle no se le pasó por delante que el nombre de la mujer y la versión romana de Cronos, Urano, eran muy parecidos. Como no podía ser de otra forma, el comandado por Kai iría a por Océanos, y ellas cuatro, con la princesa del Inframundo en cabeza, se sumergirían en las profundidades de la tierra para encontrar a Gea. Hermes no había tardado en darles los billetes de avión, aunque eran sus únicas pasajeras. Vietnam. La cueva más profunda y remota, la cueva de Son Dong.

                         

Aquella cueva era el yacimiento geológico más grande jamás descubierto, y llegar hasta el final les costaría días de camino. También habían sido provistas de todo lo que necesitaban, pero no era eso lo que las preocupaba. Jamás habían recibido entrenamiento para las armas que les habían entregado, Giselle era la única que sabía un poco de la guerra por su trabajo, pero nada tenía esta que ver con lanzas y escudos. Las demás eran cantante, modelo y fotógrafa.

                         

-Me hubiera gustado estar en el mismo equipo que Somi - dijo Giselle para romper la tensión del ambiente -. Es una plasta, pero al menos es boxeadora.

                         

"Y tiene la lanza de Ares", añadió en su mente. La única arma medianamente ofensiva que tenían entre las cuatro era el arco de Eros, y ninguna sabía dispararlo. Y la lira era el colmo. A lo mejor a Gea le gustaba tanto su música que se suicidaba sola y todo.

                         

Su chiste sólo recibió una pequeña sonrisa de Ningning, una mirada condescendiente de Minjeong y ni siquiera hizo que Jimin dejara de mirar por la ventanilla. Suspiró. No aguantaba más.

                         

-Ningning, tengo que ir al baño, ¿vienes?

                         

-Qué sutil - gruñó Minjeong pasando una página de la revista.

                         

Ningning asintió, visiblemente aliviada por poder salir de ahí. Giselle había escatimado el poder de los dioses sobre la sociedad actual, pues aquel avión privado en el que volaban era parte de una línea de la que jamás había oído hablar, la Hermes Airlines. Dos aviones gemelos habían despegado del hangar el mismo día. Uno, donde iba el grupo Océanos, directo al triángulo de las Bermudas, y el otro a la cordillera entre China y Nepal, al monte Everest, el punto más cerca del cielo sobre la Tierra. Giselle caminó por el pasillo central hacia el baño que se encontraba a la cola del avión, abrió la puerta y las metió a las dos dentro para cerrarla.

                         

Antes de que pudiera decir nada, sintió las manos de Ningning en su nuca y los labios de ella sobre los suyos. Su cerebro no reaccionó lo suficientemente rápido como para no corresponderla, y sus extremidades superiores traicionaron a su conciencia y fueron directamente a rodear la cintura de la rubia. Por un momento sintió que sus problemas se quedaban en tierra, que no estaban en peligro de muerte. Por primera vez en su vida le era difícil pensar, se le hacía imposible variar y Ningning era todas las variables que contemplaba en sus cálculos. ¿Qué le estaba haciendo esa mujer de sonrisa brillante y risa cristalina? Ojalá te hubiera conocido en otras circunstancias, Ningningie. Se obligó a sí misma a detenerse cuando, sin darse cuenta de que las había movido, sintió las manos en la espalda desnuda de Ningning bajo su camiseta.

The great 12 - Winrina/JiminjeongWhere stories live. Discover now